■ En 7% de los votos de la elección interna, la clave de los próximos días en el partido
Desmemoria, virtud en el PRD ante la urgencia de nombrar líder provisional
■ Ortega descalifica a Cota por “parcial”; apoya a Acosta Naranjo, quien lo declaró ganador
Ampliar la imagen Leonel Cota, dirigente nacional perredista, abandona el salón en que sesionó el Consejo Nacional de su partido Foto: María Meléndrez Parada
Lupe Marín, cuentan, lo dijo cuando alguien opinó que su hija no era muy agraciada: “Chocolate por la noticia”.
El mismo tono, en esencia, adopta Jesús Ortega Martínez, candidato a la presidencia perredista, cuando le preguntan sobre la permanencia de Leonel Cota Montaño al frente del partido:
“Ustedes lo vieron, ustedes lo observaron; el presidente del partido va a estar siempre apoyando a Alejandro Encinas. Entonces no es un problema de las opiniones de Leonel, es un problema de la legalidad interna.”
De acuerdísimo, dicen sus adversarios, sólo para después anotar: entonces, para salvar “la legalidad interna”, ¿a quién ponemos?
Y pues sí, los chuchos que encabeza Jesús Ortega proponen al secretario general, Guadalupe Acosta Naranjo.
Una gran diferencia, suponemos todos. Cota es condenado por parcial, por declarar, en su última hora de presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que “Encinas ganó la elección”. Virtud del sol azteca es la desmemoria. Apenas hace unos días Acosta Naranjo declaró: “El ganador fue Jesús Ortega”.
El triunfo es de quien lo trabaja, lo litiga, lo hace en las urnas, y después en las encuestas, las actas, las maniobras. Si nada de eso funciona quedan, claro, los tribunales.
Sigue Ortega, quien espera pacientemente a que las cámaras terminen con Cota: “¿Qué vale en el PRD para nombrar al presidente: una encuesta de salida, un conteo rápido o el cómputo de los votos?”
Vale, sería de suponerse, el millón 200 mil ciudadanos que fueron a votar, ahora sólo cifras para el jaloneo.
Chocolate por la noticia.
El transportador y el tragabalas
Este domingo siguen las negociaciones entre chuchos y encinos, sin acuerdos. Nueva Izquierda y sus aliados llevan varios documentos destinados a que el Consejo Nacional apruebe “mandatar” a la Comisión de Garantías para que continúe el “cómputo” de manera ininterrumpida hasta dar un resultado.
Los encinos dicen que no, porque, argumentan, la Comisión de Garantías es autónoma y no puede obedecer una orden del Consejo Nacional ni de ningún otro órgano del partido.
En eso están las comisiones negociadoras cuando resulta que los radicales son los guangos. Jesús El Tragabalas Zambrano pone en la mesa una redacción de consenso posible. Se trata, dice, de solicitar a la Comisión de Garantías y Vigilancia, depósito último del conflicto de origen antiguo e intereses inmediatos, que termine de contar los votos. Los adversarios –los encinos– están de acuerdo.
Al poco rato regresan los chuchos. Las objeciones de Alianza Democrática Nacional y de la porción de los chuchos que encabeza René Arce los hacen dar marcha atrás.
“No hay condiciones, no confiamos en ustedes”, resume, palabras más o menos, René Arce.
Marcha atrás
El receso, decretado para las 14:30, se prolonga. No hay el acuerdo que el sábado, yéndose con la finta, anunciaron los periódicos: que Leonel Cota Montaño, ex gobernador de Baja California Sur, norteño de pura cepa, ex priísta a quien Nueva Izquierda consideró tripulable, continuaría en el cargo. Y tampoco ningún otro acuerdo.
Cota se despide en medio del hielo de quienes antes le hicieron caravanas; acompañado sólo de un colaborador y un par de reporteros, come en el restaurante Miró pasta y carne del buffet, y bebe un refresco de manzana.
Poco antes, Jesús Ortega participa de la reunión de su corriente y aliados, capoteando, como dice Acosta Naranjo, a las bases que exigen la ruptura.
A la misma hora, mientras Nueva Izquierda y sus aliados se dan con la cubeta, para salir a dar la cara de la unidad que logra siempre mejores dividendos, Alejandro Encinas mira el partido Pumas-Toluca en un restaurante de las cercanías. Mira una mala decisión del árbitro y suelta, en broma: “Saca cuentas como los chuchos”.
A esa hora, antes del fin del receso, hay poco o nada que decir. Todos esperan un acuerdo que no llega y la cosa es tan grave que a los responsables del Consejo Nacional no se les ocurre más que poner una película en la gran pantalla: eligen El transportador 2, cinta que narra la historia de un guardaespaldas cinco estrellas que salva al mundo de un virus mortal.
¿Qué vale en el PRD?
Termina el receso. Nada. Los chuchos proponen que la sesión del consejo se reinicie este lunes a las seis de la tarde. Los encinos quieren el siguiente fin de semana. Ganan los chuchos, fácil, con mayoría simple. Triunfo pírrico que sin embargo es celebrado al grito de “¡Chucho, Chucho!”
Los encinos han fallado incluso en traer a sus consejeros. Los chuchos presumen que tienen 160. Los encinos, que con sus 94 pueden bloquear la elección de un interino, que requiere dos tercios de los votos. Pero incluso ellos reconocen que la estrategia de los chuchos es “reventarlos”, pues muchos de los encinos tienen cargos en los gobiernos perredistas o son legisladores y no vendrán al consejo, donde puede salir el presidente interino, Camilo Valenzuela o Guadalupe Acota o quien quieran, como afirma Zambrano.
Este lunes, ya entrada la noche, habrá otro escenario. Apenas se van enterando algunos de los encinos de que en 93 por ciento de los datos “computados” están las cifras de las elecciones en los estados de Veracruz, Chiapas y Oaxaca, incluida la información de casillas no instaladas pero con votos, las que arrojaron más de mil sufragios con sólo mil boletas y las que tienen más votantes que el número registrado de militantes.
Nueva Izquierda, aseveran los encinos, está “presionando” para que ese 93 por ciento sólo sea “calificado” por la Comisión de Garantías y el restante 7 por ciento sea contado.
Ahí está la clave de los próximos días, que Jesús Ortega define así: “¿Qué vale en el PRD para nombrar al presidente: una encuesta de salida, un conteo rápido o el cómputo de los votos?”
Las encuestas de salida fueron aprobadas por Ortega; una de las dos la hizo su amigo y socio, una tercera la contrató él mismo. Las tres lo dieron abajo. Por eso es buena la pregunta: “¿Qué vale para nombrar al presidente?”