■ El acto comenzó con un minuto de silencio y concluyó con un estruendoso aplauso
En un video, Octavio Paz reflexionó sobre sí mismo durante su homenaje en Bellas Artes
■ Para Derek Walcott, el rostro en calma del poeta mexicano asemejaba al de un sabio azteca
Ampliar la imagen Gracias a la tecnología, Octavio Paz estuvo presente durante el homenaje que se le rindió con motivo de su décimo aniversario luctuoso. En una pantalla gigante fue proyectado el video Trascendencias, en el que el Premio Nobel mexicano habló sobre su vida, la poesía y la historia Foto: Francisco Olvera
Fueron la propia voz e imagen electrónicas del poeta Octavio Paz (1914-1998) las que mejor lo recordaron, lo perfilaron y mostraron algunas de sus más profundas esencias y vigencias durante el homenaje por su décimo aniversario luctuoso, realizado la noche del sábado en el Palacio de Bellas Artes.
Así, a la participación del poeta caribeño Derek Walcott –premio Nobel de Literatura, al igual que el propio escritor mexicano– y de otros creadores e intelectuales, se agregó la presencia del mismo Paz, mediante el cortometraje Trascendencias, en el cual el autor de El laberinto de la soledad partió del planteamiento de que “el presente es perpetuo”.
Por ello, el poeta y ensayista habló del niño y el hombre, del tiempo, de la poesía, de la historia, del pasado, el futuro y el presente. Por ejemplo, en la pantalla gigante una gigantesca imagen de Octavio Paz, quien de ese modo hablaba de su pasado, pero con un fuerte sentido para el presente, dijo: “No vamos ni venimos, estamos en las manos del tiempo”.
Y su voz pausada obsequió consuelos más que mayores al reflexionar acerca de la experiencia humana de contemplar un crepúsculo, un cuadro o una simple pared:
“De pronto, el tiempo se anula. Y en esos momentos, que son los grandes momentos del hombre, el tiempo de disuelve, y esa es la salida. Es lo que llamo nuestra pequeña ración de eternidad. No sé si tengamos otra, pero ésta sí la tenemos y es algo que la poesía ha reclamado (…) La poesía no la crea, sino que la revela (…) Al escribir, lo que he tratado un poco es expresar el tiempo: el tiempo que pasa, el tiempo que nos hace y el tiempo que nos deshace.”
Paz agregó: “La poesía, como la historia, se hace. La poesía, como la verdad, se ve. La poesía, puente colgante entre historia y verdad, no es camino hacia ésta o aquella, es ver la quietud en el movimiento, el tránsito en la quietud”.
Casi al final, Paz se refirió a los que se dedican al arte de la palabra y dijo que su intención es “expresar no el futuro, ni el pasado, ni el ser intemporal, sino este instante único en particular. Nosotros podemos decirle algo a los hombres de ahora. En este instante único están todos los tiempos. Lo importante no es vivir hacia el futuro ni nostálgico del pasado, sino vivir intensamente en este momento (…) En este instante está nuestra ración de eternidad”.
Y en torno al niño y el hombre: “Los grandes sicólogos, novelistas y poetas no se han equivocado cuando piensan que el secreto del hombre está en el niño. Incluso, el poeta Wordsworth decía que el niño es el padre del hombre. Y es verdad, el niño es la semilla de creación del hombre. Todo lo que hacemos está ya en el niño. Y lo que importa en cada vida humana es ser dignos del niño que fuimos, realizar la profecía de hombre que es cada niño.”
Piedra de sol y Omeros
Quizá el mejor homenaje de esa noche al niño-hombre Octavio Paz lo rindió el propio Derek Walcott, para quien el poeta mexicano resumaba serenidad y su rostro en calma semejaba el de un sabio azteca, aunque casi siempre estaba sonriente.
Walcott recordó también que Paz estaba siempre dispuesto a compartir su torrente de metáforas en torno a los rumbos de la poesía, la literatura y los senderos del ser humano.
Y el autor de Omeros leyó fragmentos de su traducción al inglés de Piedra de sol. Y aunque no hubo letreros electrónicos en español, los presentes, que casi llenaron el teatro del palacio blanco, tal vez pudieron evocar versos como “un caminar entre las espesuras/ de los días futuros y el aciago/ fulgor de la desdicha como un ave/ petrificando el bosque con su canto (…)”
Pero como parte de su homenaje al poeta mexicano, el poeta caribeño también leyó en inglés algunos fragmentos de Omeros, cuya traducción aparecía en pantalla para decir que “árboles y hombres suspiramos porque cada nombre es una bendición”.
Junto a Walcott estuvieron Michel Deguy, Teodoro González de León, Orlando González Esteva y Enrique Krauze, quien reconoció que tras la muerte de Paz la gente cercana al poeta y ensayista ha experimentado una “orfandad intelectual”.
Y mientras Ives Bonnefoy envió un texto escrito, en la pantalla se proyectaron testimonios de Ramón Xirau, Tomás Segovia, Hugh Thomas y Juan Goytisolo, quien dijo que Paz le confesó que le dolía la ruptura de la amistad con Carlos Fuentes. Las amistades deberían ser para siempre, y las enemistades ser finitas, le comentó.
Todos ellos reconocieron a Octavio Paz como una de las figuras intelectuales más importantes del siglo XX mexicano y uno de los escritores más relevantes de las letras universales.
Entre el público se encontraba su viuda, Marie José Paz, acompañada por el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sergio Vela.
El homenaje de palabras había comenzado con un minuto de silencio y fue concluido con un estruendoso aplauso y la certeza de que el poeta se había hecho presente.
Enseguida comenzó otro homenaje, de música, con el concierto Manantial de soles, obra de Manuel Enríquez escrita para celebrar el 70 aniversario de Octavio Paz y que la noche del sábado fue interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la conducción de José Luis Castillo.