Usted está aquí: martes 22 de abril de 2008 Política “Esta violencia beneficia al gobierno”

“Esta violencia beneficia al gobierno”

Blanche Petrich, enviada

San Juan Copala, Oax. Los tres señores se sientan solemnes, con los sombreros o gorras en la mano y miran a lo lejos cuando hablan. Son tres del consejo de ancianos del municipio autónomo de San Juan Copala y saben que su palabra pesa. Dice Antonio Vázquez, el primero: “¿Será que así somos los triquis, violentos, como dicen? No, no es así. Esta violencia viene de otro lado. Es al gobierno al que le conviene, porque si hay muertos a cada rato la gente deja de organizarse, se olvida de los proyectos, tiene miedo y se divide. Y sin organización, los recursos no llegan, se quedan allá, con ellos”.

Sigue Emiliano Celestino López, el segundo: “Si el gobierno quisiera parar la violencia lo puede hacer. Pero no lo hace porque es parte de su política. Dice que hace justicia, pero siempre le carga la mano a una sola parte, a nosotros. Es la forma de pensar de los partidos políticos, se lo toman muy personal y terminan por pensar sólo en cómo eliminar al enemigo”.

Aurelio Merino, el tercero, únicamente asiente.

Hablan triqui. Macario García Merino, el secretario del ayuntamiento, traduce.

La reforma legal que reconoció en Oaxaca la elección de usos y costumbres en 418 municipios, de los 570 que hay en el estado, de nada ha servido para neutralizar la unión de intereses entre caciques y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). “Porque no lo hacen bien, lo de usos y costumbres. Por eso aquí en Copala nos cansamos y dijimos que es mejor la autonomía”.

Hablan sobre la cadena de asesinatos que enlutan a las comunidades de su pueblo, una vez de un lado, otra vez a los rivales. Un día desaparecen en El Rastrojo las hijas de un líder del MULT, Daniela y Virginia Ortiz, de 14 y 20 años, respectivamente. Seis meses después acribillan en Llano Maguey a otras dos jóvenes, las locutoras Felícitas Martínez y Teresa Bautista, de 20 y 24 años, en ese orden.

“¿Cómo se puede acabar con esto? –retoma el primero la palabra– Aquí no tenemos un intermediario en quien confiar. Hay que buscarla, habrá que procurarla.”

Miran hacia atrás, muy atrás, cuando eran niños, y recuerdan los tiempos en que entre triquis “platicando se acababan los problemas” y todos respetaban a la autoridad local. Pero eso fue antes de que llegara a la zona el modo de hacer política con los partidos. “Ahí fue cuando llegó el problema”, dice Antonio.

“Eso fue muy antes. El PRI apoyaba a los caciques y éstos nos mandaban matar. Hubo tiempos muy malos, cuando llegó la partida militar. ¿Cuándo fue eso, tú?”, le pregunta a Emiliano.

“Muy antes. Fue muy malo eso. Hubo muchas violaciones de muchachas, de señoras casadas, robo de vacas, de cosechas, golpeados. Fue muy mala la experiencia”. (Fue a partir de 1978 cuando el gobernador militar Eliseo Jiménez Ruiz ordenó instalar en Copala una partida de soldados para frenar el desarrollo de El Club, la primera experiencia de organización independiente de los triquis. La militarización de la zona duró hasta 1988.)

“Por eso aquí –ahora habla Aurelio Merino– lo que queremos es que se haga justicia para nuestra gente y para los rivales. Y también justicia para que podamos tener nuestra autonomía y nuestra radio. Eso que estaban haciendo las muchachas estaba muy bien.”

 
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