Economist Intelligence Unit
América Latina
¿Resistirá AL la prueba?
■ Alguna vez región proverbial de colapsos financieros, América Latina ha salido indemne hasta ahora de la crisis crediticia. Pero, ¿por cuánto más?
Ampliar la imagen Un niño de nueve años, de 11 kilos de peso, que fue abandonado por sus padres, yace en el hospital Catarino Rivas, en la ciudad hondureña de San Pedro Sula, donde es tratado de desnutrición severa. Si bien el de este pequeño es un caso extremo, 30 por ciento de los menores de ese país padece desnutrición, según cifras de la ONU Foto: Reuters
Cuando los latinoamericanos se reunían con banqueros en suelo estadunidense era, por lo general, con el fin de buscar asistencia para sus malsanas economías. Sin embargo, durante la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de este mes, la salud de los participantes estaba al revés. Miles de pisos vacíos en flamantes rascacielos alrededor de los hoteles del centro de Miami revelan la severidad de la crisis del mercado inmobiliario en el sur de Florida. Abstraídos en sus propias pérdidas, los banqueros estaban poco animados o permanecían apartados. Los latinoamericanos, en cambio, se mostraban orgullosos del vigor de sus economías. Y esperan haberse “desacoplado” de su gigantesco vecino del norte.
¿Son justificadas esas esperanzas? América Latina se desempeña mejor que nunca desde los años 60. El crecimiento económico ha promediado más de 5% anual desde 2004, la inflación ha sido baja en general, la inversión directa registra montos sin precedente, y las cuentas corrientes y fiscales muestran un superávit. Desde luego, el promedio oculta extensas (y crecientes) variaciones. Pero, para sorpresa de algunos, hasta ahora la restricción crediticia ha tenido un efecto poco perceptible. En efecto, como los precios mundiales de muchas exportaciones latinoamericanas de materias primas continúan elevándose, el ritmo del crecimiento incluso se ha acelerado en ciertos países.
Las reducciones de las tasas de interés estadunidenses han incitado a buen número de inversionistas a comprar acciones y bonos latinoamericanos de alto rendimiento. La mayoría de las bolsas latinoamericanas se han mantenido relativamente bien. Los bonos soberanos de la región ya no siguen la suerte de los bonos basura (de baja calificación) del norte; los spreads (esto es, la prima sobre bonos del Tesoro de Estados Unidos, EU) se han elevado apenas uno y medio puntos porcentuales desde julio pasado, mientras los de los bonos basura estadunidenses han aumentado cinco veces. Este mes, Fitch, agencia calificadora de crédito, elevó los bonos peruanos al grado de inversión.
Pero comienzan a surgir tensiones y preocupación. El alza de precios mundiales en energía y alimentos significan que la inflación subirá. Esto pone a prueba la política de metas inflacionarias y tasas de cambio flexibles que ha logrado la estabilidad en muchos países durante la década pasada. Varios bancos centrales, como los de Chile y Colombia, han fallado en sus objetivos de inflación. Unos han comenzado a estrechar sus tasas de interés. El Banco Central de Brasil elevó su tipo de cambio el 16 de abril, terminando con tres años de relajamiento monetario. Pero esto puede hacer que algunas divisas se refuercen aún más y causen dificultades a los exportadores, justo cuando el superávit de cuenta corriente se reduce; por ejemplo, es probable que este año Brasil tenga un déficit de cuenta corriente de casi 1% del PIB.
Mientras, los problemas en el mundo exterior levantan dudas sobre el crecimiento. Hasta ahora la mejor conjetura es que una recesión “suave” en EU y una economía mundial más lenta reducirán el crecimiento en América Latina de este año en aproximadamente un punto, a 4.5%. La exportación de materias primas de Sudamérica debería salir relativamente indemne. Incluso en México, donde 80% de las exportaciones van a Estados Unidos, la economía ha permanecido sorprendentemente robusta. Pero la economía mexicana aún se desarrolla en paralelo con la producción industrial al norte de la frontera, y ésta puede seguir cayendo todavía. En 2001 la producción, cuando ambos países sufrieron su recesión más reciente, cayó 5%.
La verdadera preocupación es 2009. Una recesión prolongada en EU sería costosa para México, Centroamérica y el Caribe; recibirían menos remesas de migrantes y turistas, y exportarían menos. Puesto que una depresión así desaceleraría el crecimiento en Europa y Asia, los precios de muchas materias primas caerían, lo que impactaría a Sudamérica también. En tal situación, es casi seguro que los flujos de capital a América Latina disminuirían.
La pregunta es si los gobiernos de América Latina tienen la política adecuada para neutralizar una economía mundial que se desacelera, señala Andrés Velasco, ministro de Finanzas de Chile. “En Chile la respuesta es sí”, asegura. El gobierno ha ahorrado casi 15 mil millones de dólares por inesperados ingresos por el cobre, y puede gastarlos si la economía necesita estímulo. En menor grado, esto también se aplica a México, Perú y algunos países más pequeños. El gobierno de México lanzó un programa de obras públicas que agregará quizás 1% de PIB al crecimiento de este año. En la pequeña y pobre Honduras, donde las remesas representan una cuarta parte del PIB, el gobierno prepara un programa similar, dice Rebeca Santos, ministra de Finanzas. En el otro extremo está Venezuela, que ha usado su ingreso petrolero para aumentar el gasto público y, en medio de la bonanza, tiene un déficit fiscal.
Algunos economistas sostienen que otros países deberían imitar la política rigurosamente contracíclica de Chile. En un texto preparado para la reunión de los banqueros (“No todo lo que brilla es oro”), el departamento de investigación del BID resalta que 77% de los ingresos fiscales adicionales que han sido generados por un mayor crecimiento se gastan en nuevas prestaciones sociales, en lugar de invertirlos o ahorrarlos. El texto afirma que casi dos puntos porcentuales anuales del reciente crecimiento de América Latina, y la mayor parte de la mejora de sus cuentas fiscales y externas, son resultado de la buena suerte (favorables condiciones mundiales), más que de una mejor administración.
Tal vez así sea. Pero, con independencia de la causa, casi todas las economías de la región son mucho más sólidas que antes. Para la mayoría de países, una repetición de los desplomes anteriores es “muy improbable”, reconoce Santiago Levy, vicepresidente de sectores y conocimiento del BID. “Pero ésa no es la pregunta relevante. La verdadera cuestión es qué hacer para mantener un crecimiento razonable” en un ambiente más adverso. Esto significa abatir las debilidades tradicionales de América Latina en educación, productividad y tecnología. Los optimistas sostienen que ya ocurre así, gracias a los recientes años de crecimiento y estabilidad. Los escépticos aún no están convencidos.
Fuente: EIU
Traducción de texto: Jorge Anaya