Usted está aquí: miércoles 23 de abril de 2008 Opinión El hilo de la madeja

Javier Flores

El hilo de la madeja

Uno de los mayores retos de la medicina consiste en averiguar las causas de las enfermedades. Muchas patologías que afectan la vida de millones de seres humanos se desarrollan en la oscuridad, pues se desconocen sus causas. Al ignorarse el origen, es imposible diseñar programas de prevención o tratamientos racionales que puedan evitar el sufrimiento. En estos casos, las medidas encaminadas a mitigar el dolor de los enfermos y sus familias son en realidad “palos de ciego”. Por eso cuando se descubre la causa de una patología se trata de un acontecimiento histórico, cuya importancia rebasa todas las fronteras, y sus beneficios son, a mi juicio, incuantificables.

Mientras la sociedad mexicana se despedaza en dilemas que solamente muestran el imperio de la ambición y el odio, dos grupos de investigadores de nuestro país dan con su trabajo callado de muchos años las pistas sobre el origen de una enfermedad: la esclerosis múltiple (EM). Julio Sotelo, del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, con su equipo integrado por Graciela Ordóñez y Benjamín Pineda, y Adolfo Martínez Palomo, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, encuentran que un virus, el varicela-zóster, puede ser el causante de una enfermedad terrible e incapacitante cuyo origen permanecía hasta hoy en las sombras (como explicó Adolfo Martínez Palomo en entrevista publicada el 22/04/08).

Se trata de un trabajo que tiene dos cualidades: elegancia y sencillez –creo, como algunos, que existe una relación entre la belleza y la verdad. Se publicó hace algunas semanas en Annals of Neurology y ha causado ya una revolución en los medios científicos de todo el mundo. Tiene un fuerte componente clínico, pues pone atención en una de las fases del padecimiento: el brote (la EM presenta etapas de brote, en la que se exacerban los síntomas, y de remisión, en el que se acallan). Algunos trabajos previos e ingeniosos de Sotelo indicaban la presencia, en células sanguíneas, de material genético del virus de la varicela en la etapa de brote. Aunque desde otra mirada, autores como Mancuso encontraron huellas genéticas en el líquido cefalorraquídeo (fluido que envuelve el sistema nervioso central). Con estos datos, lo que seguía era algo nada sencillo: encontrar el virus, verlo, medirlo, escudriñarlo, desenmascararlo, fotografiarlo… acusarlo.

Esto fue posible gracias a la participación de Martínez Palomo, uno de los mayores expertos mundiales en el campo de la microscopía electrónica. Desde 1946, diferentes grupos científicos emprendieron la búsqueda de algún virus causante de la esclerosis múltiple, sin éxito. La indagación se dirigió hacia el tejido nervioso dañado y los fracasos se repitieron una y otra vez. Sotelo y Martínez Palomo decidieron buscarlo, no en el cerebro, sino en el líquido cefalorraquídeo. Encontrar un virus en un pequeño volumen requiere de gran habilidad y experiencia. Martínez Palomo encontró y fotografió un virus compatible morfológicamente con el de la varicela en todos los pacientes con EM en la fase de brote.

Por supuesto, ante este descubrimiento se abren numerosas interrogantes. Pero lo que se ha logrado es encontrar el “hilo de la madeja”. Lo primero que tiene que ocurrir es que este hallazgo sea corroborado por otros grupos de investigación en el mundo. Ya se han anticipado algunas objeciones en el editorial escrito por Donald Gilden en el mismo número de Annals of Neurology. Lo que hay que esperar es que se lancen al cuello de los autores mexicanos. Pero la estatura científica de Sotelo y Martínez Palomo es equivalente o aun superior a la de sus pares en el extranjero.

De confirmarse este descubrimiento, estaríamos sin duda ante uno de los mayores logros de la medicina en el presente siglo.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.