Usted está aquí: viernes 25 de abril de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Nueva Izquierda, constructora de andamios azules

■ La reforma estatutaria, reto a la inteligencia de la Corte

El golpe sólo confirma lo que todos saben en el recinto legislativo de Donceles y Allende: Nueva Izquierda, la facción perredista que caciquea Víctor Hugo Círigo y que ahora es minoría en la Asamblea, le construye al panismo el andamio por donde los azules piensan transitar hacia las elecciones de 2009.

En la Cámara de Diputados, donde se aprueba cualquier barbaridad con tal de demostrar que la toma de tribunas por parte del FAP no impide el horror legislativo en el que se ha convertido la aprobación de leyes en paquete sin discusión, y menos aún reflexión, se dio luz verde a la reforma al Estatuto de Gobierno, que como dijimos en la entrega anterior, resulta inconstitucional.

El acuerdo que formalizaron en el hotel Meliá de Paseo de la Reforma el senador de Nueva Izquierda y hermano de Víctor Hugo Círigo, René Arce, el panista Federico Döring y la priísta María de los Ángeles Moreno, sólo se puede entender como el reparto perverso del poder a espaldas de la gente, es decir, por encima de cualquier votación y con el Instituto Electoral local tomado por esas mismas fuerzas.

La reforma al Estatuto de Gobierno tenía que hacerse para que los cambios al código electoral surtieran efecto. Curiosamente, primero se hicieron cambios a esa norma menor y todos los que lo propusieron –reformar el código electoral– sabían que se habían metido en un hoyo ilegal, y aun así lo hicieron, como quien conoce que la ilegalidad campea en el país, o como quien reta a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a que les rechace el cochupo.

Hasta donde se sabe, cuando menos seis ministros de la Corte están de acuerdo en impedir que tamaña aberración se convierta en ley, y se tiene la certeza de que 20 de los artículos que componen el Código Electoral, por señalar algunos, se hallan fuera de lo que marca la Constitución.

Ayer mismo se habría discutido en el pleno de la Suprema Corte el asunto, pero el ministro presidente, Guillermo Ortiz Mayagoitia, pidió que el examen de tal cosa se hiciera hasta el próximo lunes, situación que no parece muy favorable para quienes tienen como propósito impedir que una vez más los acuerdos a espaldas de la gente, y fuera de la ley, triunfen.

El asunto no es menor. Se trata de inventar partidos, algunos les llaman patito, pero en realidad serían organismos dependientes, casi todos, de Nueva Izquierda, y deberían obedecer a las intenciones futuras del PRIAN que requiere, desesperadamente, de alguna presencia en el Distrito Federal.

Los azules no han crecido, cercados en las delegaciones Benito Juárez y Miguel Hidalgo, pretenden ensanchar su influencia a Coyoacán, Cuajimalpa y Alvaro Obregón, cuando menos, y el PRI quiere, ya de perdida, la delegación Xochimilco, y para eso requieren de Nueva Izquierda, que se conformaría con mantener Iztapalapa –donde ya perdieron la elección para presidente del PRD en la capital– y Venustiano Carranza.

Y como se trata de ganar a como dé lugar, los partidos satélite servirían para dividir el voto perredista en delegaciones como Coyoacán, y otras que ya hemos mencionado, y de esa manera menguar la fuerza electoral perredista, para dar paso a los azules o los priístas.

Pero además se requiere de alguien que dé legalidad a todo lo que tienen en la mente, y para ello nada mejor que un instituto electoral a modo, donde cualquier marranada se convierta en un acto legal. Por eso les urge echar del instituto al actual presidente. Ése es el proyecto Meliá, que de convertirse en realidad no será más que otra de las manchas que luce, sin vergüenza, la Nueva Izquierda que privilegia el acuerdo y el diálogo bajo la mesa para traicionar a la gente. ¡Qué lástima!

 
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