Rosario Ibarra une la brega por Pemex a su lucha por los desaparecidos
Ampliar la imagen Rosario Ibarra de Piedra se prepara para dormir en el salón de plenos del Senado, en la primera noche posterior a la toma de la tribuna de esa cámara por el FAP para protestar en contra de la iniciativa de la reforma energética, el 10 de abril pasado. “Aquí voy a estar todo el tiempo que sea necesario”, expresaba cada día Foto: José Carlo González
Los 16 días que permaneció tomada la tribuna del Senado, se vio a una veintena de legisladores de PRD, PT y Convergencia hacer turnos para pasar la noche en el recinto, pero en el caso de Rosario Ibarra, su presencia fue permanente. “Aquí voy a estar todo el tiempo que sea necesario”, decía siempre.
El 18 de abril pasado, una fecha “siempre dolorosa” para ella, la senadora Ibarra amaneció en el piso del Senado, dentro del movimiento de resistencia civil que protagonizaron los legisladores del Frente Amplio Progresista (FAP). Ese día se cumplieron 33 años de la detención y desaparición de su hijo, Jesús Piedra.
Doña Rosario compartió la tristeza con Rosalinda Hernández, la otra senadora que se quedó prácticamente en el recinto de Xicoténcatl, y en entrevista advirtió que en esas más de tres décadas no ha dejado de luchar.
Ha sido una batalla por encontrar a los desaparecidos de la guerra sucia de los años sesenta y setenta y posteriores, explicó, que se suma a la otra batalla que se libra en el país, para impedir que la riqueza de la nación se entregue a extranjeros, vía la privatización de Pemex.
La del 18 de abril, reveló la senadora Ibarra, fue de las muy pocas noches que no pasó en el salón de plenos de la casona de Xicoténcatl. Se fue a casa, para recordar el día de 1975 cuando Jesús Piedra fue detenido por la policía judicial de Nuevo León y luego cayó en las garras de Miguel Nassar Haro, para ser torturado y desaparecido.
“Mi vía crucis comenzó el 25 de noviembre de 1973, cuando Jesús tuvo que ir a la clandestinidad porque lo comenzaron a perseguir; hubo un tiempo en que no supe nada de él porque tenía que esconderse, hasta que lo encontraron, lo trajeron al Campo Militar Número Uno y borraron su pista.”
Recuerda que habló con el gobernador de Nuevo León, el ya fallecido Alfonso Martínez Domínguez, quien le dijo “una frase lapidaria”, aquella de que hay policías ilegales, pero necesarias.
De la detención de su hijo supo hasta el 30 de abril de 1975, cuando apareció en los periódicos de Nuevo León la noticia: “Cae Piedra Ibarra”, y a partir de ahí se desplazó al Distrito Federal, donde habló con el entonces presidente Luis Echeverría, con el procurador Pedro Ojeda Paullada, con el subsecretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios...
En una marcha contra la designación del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz como embajador en España, conoció a la escritora Elena Poniatowska, que se encargó de narrar su historia; se entrevistó 39 veces con Echeverría, y los años pasaron. Se encadenó fuera de la Cámara de Diputados; emprendió varias huelgas de hambre e impulsó la organización de madres y familiares de desaparecidos.
Jesús no apareció; “han pasado 33 años, pero la pena y el sufrimiento nunca terminan, tampoco el anhelo de volverlos a ver”. Sin embargo, Rosario Ibarra advierte que “ese salto maravilloso que dimos las madres de los desaparecidos, el anhelo personal de encontrar al hijo de cada quien, se transformó en el anhelo de encontrarlos a todos, de que queremos a todos.
“No he parado nunca, fui candidata a la Presidencia de la República, con las siglas del Partido Revolucionario de los Trabajadores, para denunciar por todo el país que hay desaparecidos políticos”.
Paralela a esa lucha, hoy Rosario Ibarra estará en el Zócalo, “junto con miles de mexicanos que no vamos a permitir que Felipe Calderón y su camarilla saquen una ley que busca entregar el petróleo a extranjeros”.