■ El bosnio ofreció memorable concierto en el contexto del festival Instrumenta

Fusiona Goran Bregovic los acordes de los Balcanes con la tradición musical de Oaxaca

■ Su Banda de Boda y Funeral tocó juntó a una orquesta integrada por niños y jóvenes de la entidad

Pablo Espinosa (Enviado)

Oaxaca, 26 de abril. Una tuba nacida en Bosnia conecta su potencia con una tuba mayor cultivada en Tlahuiltopetec. Una trompeta bruñida en los Balcanes hermana su erección áurea con una trompeta púber acariciada en Macuilxochilt. Un sax tenor serbio tiene sex y nervio con una flauta traversa transida en Ocotlán. Todo lo mueve el índice davinciano de Goran Bregovic y el resultado es el Paraíso.

Ha comenzado el concierto.

La Banda de Boda y Funeral de la matriz de los Balcanes se amarida con la Banda de Boda y Funeral de los confines de Oaxaca.

En la Plaza de la Danza, valle de cantera verde sumergido entre la Escuela de Bellas Artes y la Catedral de la Soledad, una multitud celebra un ritual de iniciación orgiástico.

Una Consagración de la Primavera cuya polirritmia danza en torno a La Elegida, representada acaso por El Misterio de las Voces Búlgaras, esas dos mujeres coronadas con rosas en el pelo y a los pies jazmines en cuyos labios volcados en sonrisas levantan el alma de los mortales hacia confines deliciosos.

Durante dos horas y media, medio centenar de músicos niños y jóvenes provenientes de los más apartados rincones de Oaxaca concelebraron el ritual con una decena de músicos madurados en la Europa del Este, que se adueñan del planeta con su magia y una docena de voces mexicanas, todos haciendo música en serbocroata, zapoteco, mixe, esperanto musical, la esperanza del idioma del planeta, el primer lenguaje que tenemos los humanos: la música.

Fue un pandemónium con ángeles en lugar de los demonios, un estallido monumental de adrenalina, un tumulto de bisontes en celo que hicieron temblar las hojas de un jardín zen en pleno trance de meditación. Un sueño convertido en realidad.

Desde hace cinco años

Este milagro cultural lo debe todo México a uno de sus mejores hombres, el maestro Ignacio Toscano, artífice del proyecto Instrumenta, auspiciado por don Alfredo Harp Helú y puesto en vida en un lugar donde la magia impera y se convierte en hecho: Oaxaca.

La idea de este concierto fue concebida hace cinco años cuando Toscano inició a José Wolffer, actual director del Festival del Centro Histórico, y a José Luis Paredes Pacho, animador cultural del lado moridor, en los misterios de la magia del valle de Teotitlán. Dijeron: “bueno, y si aquí las bandas acompañan a los muertos y a los que nacen otra vez cuando se casan, ¿por qué chingaos no traemos al mismísimo Bregovic, también cultivador de esta forma de vida?”.

El resultado, la noche del viernes 25, justo cuando en coincidencia feliz la Antigua Antequera cumplió 476 abriles, es un hecho sin precedente en la cultura mexicana, un hito y un concierto que habrá de repetirse a las 17 horas de este domingo 27, fecha también fundamental, en la Plaza de Santo Domingo de la ciudad de México, con los músicos niños y jóvenes mixes y zapotecos y los maestros balcánicos.

Se trata tan sólo de uno de los muchos frutos que ha rendido a la cultura mexicana el maestro Ignacio Toscano, promotor cultural de los que casi ya no existen, ocupado en el bien común, en el mejoramiento de la sociedad a la que sirve, en lugar de lo que hacen muchos funcionarios de la cultura, reducidos a burócratas atados por los vaivenes de la grilla y del interés personal y el mediático.

El amor por sus semejantes conduce los proyectos de Toscano, que desde hace cinco años rinden frutos con el programa Instrumenta Oaxaca, en plena expansión y del cual tendremos todavía más frutos de inmediato, entre ellos la instalación del Centro Musical que llevará el nombre de Eduardo Mata, maestro de Toscano y otro ejemplo de un hombre de cultura con la capacidad de cambiar el rumbo del futuro para bien.

Big Bang musical

El concierto… qué digo concierto, el ritual orgiástico del viernes por la noche en la Plaza de la Danza de Oaxaca superó inconmensurablemente a la orgía de placer que vivimos hace una semana en el Teatro de la Ciudad de México. No sólo duró más, sino su intensidad se elevó a niveles cósmicos. Ciertamente el concierto de la tarde de hoy domingo en la Plaza de Santo Domingo será evidentemente de pronósticos reservados.

Niños, mujeres, jóvenes todos hicieron temblar el epicentro de la Tierra desde la explanada donde los músicos mixes y mixtecos y zapotecos provocaron ya no erupciones volcánicas sino tsunamis, maremotos, explosiones estelares. Un Big Bang que hizo renacer al Universo entero en un estado de éxtasis.

La potencia de las tubas balcánicas se multiplicó con el poder enardecedor y encarnizado de una tuba gigantesca activada oaxaqueñamente. Las voces de ángeles del misterio de Bulgaria se anidaron en los corazones de los niños que hacían música sobre el templete y los corazones niños de todos los presentes en el graderío y en la explanada.

Megatones de energía erótica y tanática. Boda y funeral. Origen y ciclo de la vida. Renacimiento.

La alegría arcangélica que irradia la música de Goran Bregovic se hizo una con el júbilo interior que anida en la manera de hacer música de los jóvenes indígenas oaxaqueños.

He aquí el futuro de la humanidad. La alegría de estar vivo. El misterio develado en música. La felicidad entera.

¡Salve, oh Música, salvadora, sanadora de todos los humanos, hermanos!