Los niños y las artes
■ La orquesta comenzó el sábado su segunda temporada infantil en la sala Nezahualcóyotl
Ofrecer opciones de enriquecimiento personal a los niños, objetivo de la OFUNAM
■ Presentó un programa que incluyó El flautista de Hamelin y Sensemayá, entre otras
Ampliar la imagen La serpiente Sensemayá irrumpió en el foro y fue vencida por el chamán Jorge Cervantes, durante el concierto de la Ofunam el sábado pasado en la sala Nezahualcóyotl Foto: Daniel González
Ratones de todos tamaños invadieron pasillos y escenario de la Sala Nezahualcóyotl, entre carcajadas llenas de emoción de decenas de niños que acudieron este fin de semana al arranque de la segunda temporada del año que la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) dedica a los pequeños.
“¿El flautista de jalogüín?”, preguntaba un chiquito de cuatro años a su mamá, quien insistía: “no, de Hamelín”, mientras los músicos dirigidos por Alun Francis ponían la piel chinita a los niños más grandes, quienes imaginaban estar en una suerte de nave espacial, con luces multicolores alrededor y el sonido de las percusiones retumbándoles en el pecho.
La aventura comenzó en punto de las cinco de la tarde del sábado. La lluvia no desanimó a los espectadores que casi llenaron el recinto. Entre humo y enigmáticas luces apareció en el foro Eduardo Von, ataviado como todo un mago, con capa plateada y cabellos con brillos azules, para presentar a la OFUNAM, que a su vez, para abrir boca, mostró al público las diferentes voces de la gran familia de instrumentos al interpretar Variaciones y fuga sobre un tema de Purcell, del compositor Benjamín Britten.
Tonadas suaves, dulces, sonoras, graciosas o temerarias, ya sea de los violines, cornos, oboes, timbales o flautas, intrigaron a los pequeños que abrían mucho los ojos para encontrar el punto exacto de donde salía ese sonido “tan bonito”, decían, que les hacía “cosquillitas en el cuerpo”.
Entre víboras, renacuajos y ratones
Luego, la sala quedó unos segundos a oscuras, una gran sombra se deslizó por el pasillo central, la orquesta inició con los primeros acordes de Sensemayá, la pieza escrita por Silvestre Revueltas a partir del poema Canto para matar a una culebra, de Nicolás Guillén.
“La culebra tiene ojos de vidrio;/ la culebra viene y se enreda en un palo;/ con sus ojos de vidrio en un palo,/ con sus ojos de vidrio”, narraba Jorge Cervantes, al tiempo que una enorme serpiente emplumada, verde brillante, bajaba con lentitud por las escaleras de luneta y prácticamente se “tragaba” a los niños que, curiosos, levantaban la tela para ver quién la cargaba.
Antes de subir al escenario, la víbora “dejó libres” a los pequeños espectadores que corrieron, muy contentos, a buscar a sus padres. El recinto, que primero fue nave intergaláctica, ahora era un templo donde se intentaba devolver a la culebra su forma de princesa: “¡Mayombe-bombe-Mayombé! Sensemayá, se murió”.
También de Revueltas llegó al escenario El renacuajo paseador, pieza cuya historia fue narrada por Laura Sosa, en compañía de los titiriteros Irina Montero, Ricardo Arellano y Leobardo Márquez. El sapito, “muy tieso y muy majo, con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero de copa, y chupa de boda”, luego de jugar con sus amiguitos ratones –que terminaron entre los bigotes de unos gatos–, de un brinco se fue a meter al pico de un pato, y ese fue su fin.
Sin duda, el momento que más gozó el público fue cuando apareció, también entre el butaquerío, el flautista Miguel Ángel Villanueva, ataviado como un arlequín, con antifaz, cabello brillante y unas ganas de divertirse con los niños que ojalá tuvieran todos los solistas de las grandes orquestas.
Su melodía de encanto hizo que de todos los rincones de la sala Neza aparecieran ratones, chiquitos (títeres), medianos y grandes (niñas de la Academia de Ballet del Sur). La algarabía de padres e hijos, contagiada por la felicidad que, por medio de la música, la OFUNAM esparcía por doquier, se sumó con armonía a ese espectáculo que, en opinión del director escénico César Piña, está conformado para dejar huella en los presentes. Ni duda cabe.
Los conciertos para niños de la OFUNAM “no son sólo una opción de diversión sino de enriquecimiento personal”, explicó a La Jornada el también diseñador del montaje, “queremos motivar a los pequeños, no para que se dediquen al arte, pero sí para que sepan apreciarlo.
“Las autoridades deberían hacer que el público infantil tuviera una participación más activa en actividades artísticas, no sólo porque se trata del público del futuro, sino para contribuir en la formación de mejores personas.”
Convencido de que los niños pueden cantar hasta ópera, César aseguró que “el principal punto de los conciertos que hemos preparado con la OFUNAM es que el espectáculo para niños es tan importante como los que se hacen para adultos, no hay que menospreciar la sensibilidad e inteligencia del público infantil, acaso más crítico, pues si a ellos no les gusta lo que están viendo, simplemente se levantan de la butaca y se van.
“La gran cantidad de público que tuvimos este fin de semana en la sala Nezahualcóyotl sólo demuestra que los papás están ávidos de opciones como éstas, siempre buscan y piden cosas de calidad para sus hijos.”
El segundo programa de la temporada El Niño y la Música se llevará a cabo el 30 de abril a las 18 horas, con la participación de la Orquesta Sinfónica de Michoacán y niños solistas de China, Australia, Cuba y México.
El 3 de mayo, a las 17 horas, será el turno de Mario Iván Martínez quien presentará El soldadito de plomo y otras fantasías. La cita es en la sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario (Insurgentes sur 3000).