■ Culmina periodo en el Senado con diálogo y pluralidad
Golpes verbales con el debido respeto, anticipo del debate
■ Dante Delgado ofrece disculpas; Camarillo las acepta; las panistas, no
Dice la popular conseja que cuando un mexicano se dispone a soltar un mandarriazo verbal lo anuncia con esta entrada: “Con todo respeto…”
Así terminan los senadores el segundo periodo ordinario del segundo año de la sexagésima Legislatura: las palabras respeto, honor, pluralidad, diálogo, sirven de envoltura a los golpes, directos y bajos, y son el preludio de los tiempos venideros del debate por el petróleo.
El pretexto es un resbalón de Dante Delgado, quien el lunes sube a tribuna a reprochar a los panistas “utilizar” la voz de una senadora en lugar de subir ellos a defender su postura. Un legislador panista se asume caballero decimonónico y reta a duelo al veracruzano.
Siguen un pequeño escándalo en los medios y, este martes de última sesión de la temporada, la disculpa pública del jefe de Convergencia. “Para todas las compañeras, mi respeto y consideración permanente”, finaliza.
El senador por Aguascalientes Rubén Camarillo Ortega acepta la disculpa desde la tribuna, ya rebautizado como Camorrillo. “El honor no pasa de moda, al honor no se le ridiculiza, el honor me parece que es la motivación principal para ser senador de la República.”
Los perredistas hacen notar que, en todo caso, quien debe brindar el perdón es la senadora chihuahuense Teresa Ortuño, pero ella no está dispuesta a hacerlo, a pesar de que en nombre de todas las panistas habla Beatriz Zavala, quien reconoce la “valentía” del ex gobernador veracruzano y agradece un comunicado de los perredistas dedicado a las mujeres legisladoras.
Afectuosos saludos
Las panistas no quedan satisfechas. Adriana González Carrillo demanda que las expresiones de Delgado sean quitadas del Diario de los debates y aprovecha el viaje para “mandar un gran saludo con mucho afecto” a Ruth Zavaleta, a quien hace “presidenta del Congreso de la Unión”, por las amenazas que, según la perredista, ha recibido de sus propios correligionarios.
En la feria de las disculpas que se exigen y se otorgan, la tabasqueña Rosalinda López, del PRD, pide, “de una dama a otra dama”, que la panista Ortuño retire sus expresiones de la víspera, cuando dijo que el movimiento de defensa del petróleo “estaba ligado a las FARC y al EPR” y “que somos violentos porque podemos matar y asesinar”.
“No, no retiro ni una sola palabra, porque no ofendí a nadie”, suelta Ortuño, y repite: en los campamentos instalados en los alrededores del Senado durante 15 días, se repartió propaganda no relacionada con la reforma energética, sino volantes del EPR y las FARC.
“Bienvenida la disculpa, pero no retiro lo que dije, porque lo que dije no fue mentira”.
Ricardo Monreal toma la bola: “Me parece muy grave su acusación y tiene que probarla o retractarse”. Luego, recuerda la participación de Ortuño en actos de resistencia civil en los años 80 del siglo pasado y suelta: “No nos puede decir que lo que ella hizo fue con un afán filosófico y humanista, y lo que nosotros hacemos es simplemente un afán de violencia”. Y remata: “Usted dice que vio los volantes, ¿no vio el espot del odio que se emitió durante seis días contra Andrés Manuel López Obrador?”
Los perredistas insisten en que la última sesión podría haber sido tersa, y que los panistas –no todos, si se atienen los observadores a los escasos aplausos que se lleva Ortuño– llevan de nuevo al Senado por los terrenos de la descalificación y la calumnia.
Aludida por Monreal, la panista Ortuño saluda con todo respeto a la izquierda que México necesita: “fuerte, inteligente, unida y propositiva”. Pero, les dice a los senadores del Frente Amplio Progresista, “tienen ahí mucha mescolanza que tienen ustedes que separar”.
Claro, también se refiere a la resistencia civil de los bárbaros del norte, “cuando no existía ninguna alternativa ni instituciones que hemos ido creando ustedes y nosotros a lo largo de los años”.
Y se mantiene en lo dicho: la propaganda de los grupos guerrilleros se repartía en los “cercos”.
Reiterativa y deshilvanada es la respuesta de Claudia Corichi, quien establece su punto: que Ortuño presente una denuncia en la Procuraduría General de la República por la vinculación de grupos armados con senadores.
A Santiago Creel le urge, a esas alturas, terminar la sesión. Da paso a otros temas, pero antes de la clausura vuelve a darle la palabra a Teresa Ortuño. Apenas la toma, para jurar, versión en mano, que nunca señaló a ningún senador, cuando la interrumpen los chinitos de la función.
Porque hasta entonces la bancada del PRI se la ha pasado nomás milando. A una señal de Manlio Fabio Beltrones, el senador Francisco Arroyo Vieyra fija la posición de los mirones, a quienes ya ni siquiera parecen divertir los debates FAP-PAN: dice que están cansados de ser tolerantes y demanda “terminar este periodo ordinario de sesiones en paz”.
Teresa Ortuño termina a tropezones, en medio de expresiones de desaprobación, y ofrece retirar parte de sus dichos si es que hubiere referencias a senadores. Insiste, además, en que jamás ha participado en actos violentos, aunque quizá recuerde muy bien la kermés a la que asistió el año pasado, en Chihuahua, para conmemorar los 21 años de la “resistencia civil” contra el “fraude patriótico” que incluyó toma de edificios públicos y puentes internacionales.
Santiago Creel cierra el capítulo con un chiste: dice que Ricardo Monreal también ofrece retirar “lo que pudiera resultar ofensivo” a la senadora.
Desde su asiento, el ex gobernador de Zacatecas suelta la carcajada: “Yo no he dicho nada, pero estoy de acuerdo”. Ríen con él los demás.
¿Sólo ensayos del debate petrolero? No, los senadores aprueban esta tarde varios dictámenes, quizá el más importante es el de la ley para el fomento del libro y la lectura, que fue vetada por Vicente Fox en 2006.
En las voces de los opositores hay algunas referencias al presidente del veto. Los panistas las dejan pasar. Nadie parece percatarse de los raspones a ese héroe del panismo.
La ley, que debe esperar su aprobación por al menos dos tercios de los diputados, determina un precio único para los libros y, según los legisladores, será esencial para detonar la multiplicación de los lectores en el país.
En el punto no hay debate, se vota casi por unanimidad, pero da pie para que algunos senadores desplieguen su pasión literaria. El priísta Francisco Arroyo recuerda que su padre le dijo: “Mientras tengas Cien años de soledad en tus manos nunca, nunca estarás solo… Cabalgamos por los Aurelianos, por los Melquiades y por los pececitos de oro.”
A saber. Pero no falta quien se quede con las ganas de preguntar al senador cuál de los artefactos de Melquiades explicaría lo que sucede hoy en el Senado.
Porque en esta novela mexicana los senadores se dicen de todo, aunque la mayoría de quienes desfilan no brillan por sus dotes oratorias. Se dicen de todo, claro, con todo respeto, y así se van, a afilar las armas para el debate por el petróleo.