Usted está aquí: miércoles 30 de abril de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ La presidencia del IEDF, en la mesa de obsequios

Cerrar la pinza como estrategia política

Cualquiera podría decir que se trata de algo imposible, increíble, pero la felicidad es así, caprichosa, y si se viste de azul puede resultar un verdadero cuento de hadas, convertido en historia real.

Déjenme, les cuento: Carla Astrid lo había soñado de esa manera… bueno, no tanto, pero la verdad es que todo lo que le deparaba el destino azul no cabía en la caja de sus sueños, que ahora se desborda con nuevos pasajes oníricos de alcances mucho más ambiciosos.

El próximo 14 de junio, sobre el green de uno de los más exclusivos campos de golf del puerto de Acapulco, frente al mar Pacífico que servirá de marco a tan engalanado evento –dirá la crónica de sociales–, los destinos de Carla Astrid y Roberto Gil quedarán sellados, por tiempo indefinido. Esto no lo escribimos en cursivas porque se trata de una cuestión totalmente política.

Más que matrimonio, dicen los panistas siempre listos a soltar el chisme, se trata de una acción política para cerrar filas en los institutos electorales federal y local, de donde proviene la feliz pareja. Se trata de cerrar la pinza en los organismos encargados de las elecciones en el país y en el DF.

Roberto Gil Zuarth es representante del PAN ante el Instituto Federal Electoral, y Carla Astrid juega como consejera electoral en la institución local. Carla es la misma que se reunió con René Arce, de Nueva Izquierda, María de los Ángeles Moreno, del PRI, y su correligionario Federico Döring, en el hotel Meliá, para cocinar el albazo mediante el que se aprobaron cambios al Estatuto de Gobierno del DF, que a decir de los expertos tiene como beneficiario al PAN y no al votante.

Para explicar el cochupo que generó el cambio al Estatuto de Gobierno se tienen largas explicaciones que no hacen olvidar la forma y el fondo, lo ilegal de la maniobra, pero para lo que no se encuentra ni siquiera un razonamiento falaz, como los que acostumbran los azules, es para la sustitución de los consejeros electorales del instituto local.

Y es en ese punto donde convergen las historias del matrimonio feliz y el desahuciado instituto, porque se crea o no, hace unos días, dicen los panistas, en una de esas reuniones previas al festejo matrimonial, Carla Astrid recibió por anticipado un regalo de bodas que no sería puesto en la mesa de obsequios.

Desde los más elevados altares panistas se le dejó saber que su misión en el Instituto Electoral del DF cambiaría, y que ella sería la nueva presidenta del organismo. Ese era el regalo de bodas, la otra parte del acuerdo del hotel Meliá que no se había dado a conocer, y que explica, ahora sí, por qué tendrían que efectuarse esos cambios.

Esto dado que las reformas al Estatuto señalan, pese a lo que digan otras leyes, en el artículo 125 que “los propios consejeros elegirán a uno de ellos como su presidente, quien durará en el cargo dos años sin posibilidad de relección”.

Algo muy parecido sucedió cuando las nupcias del ahora ex presidente del IFE. Entonces fue Elba Esther Gordillo quien obsequió a Luis Carlos Ugalde, como regalo de bodas, la presidencia del organismo, y los resultados los conocemos todos. Por eso aquello de cerrar la pinza y tomar los institutos electorales es algo más que una estrategia. Ya veremos si les funciona.

De pasadita

En la máxima instancia de dirección del PRD-DF ya se alista la guillotina para cortar la cabeza a los legisladores que engendraron y aprobaron las reformas al Estatuto de Gobierno del DF. Arce, Zavaleta y Motalvo habrán de ser juzgados por prestarse al cochupo.

Escapa de la lista el diputado local Víctor Hugo Círigo, que sólo en esencia estuvo en la reforma de marras, pero que no se confíe; dicen por allí que a toda capillita le llega su fiestecita, y a ésta le llegará la suya. Ni duda cabe.

 
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