Confrontación profunda
Existe entre Freud y Wittgenstein un acento en común. La obra de ambos, a su manera, produjo un efecto subversivo sobre el saber.
La obra de los dos tiene como esencia un quehacer analítico. La piedra angular, para Freud, fue el desciframiento del lenguaje del insconsciente; para Wittgenstein, los “juegos del lenguaje”. Ambos pertenecieron al universo cultural vienés, pero en lo formal nunca hubo un encuentro entre ellos.
Sin embargo, entre la obra de estos dos talentos existe una interesante y fecunda confrontación. Como dice Assoun: “Más allá de ese encuentro frustrado, la confrontación de los ‘entendimientos’ ya no puede aplazarse sin que se transforme en una denegación filosófica”. Esta confrontación teórica, dada la riqueza de ambas obras, merece una tarea de exégesis, permitiendo la creación de un espacio donde el fundador del sicoanálisis y el filósofo de los “juegos del lenguaje” puedan establecer un diálogo con nosotros.
En el texto de Wittgenstein, Conversaciones sobre Freud, quien según sus propias palabras se consideraba discípulo de Freud, establece una confrontación que se basa, en cierta medida, en la temática de esa “actitud crítica”: a partir de la lógica del asentimiento sicoanalítico. Wittgenstein inaugura un camino, después seguido por Derrida, de una crítica y un rexamen de la teoría freudiana de la interpretación (a través de la “vía regia” de acceso al inconsciente: los sueños), que se convierte en interesante crítica epistemológica del modo de pensar y de la racionalidad analíticas.
En realidad, la obra de ambos lo que instaura es una apertura al pensamiento contemporáneo para repensar el inconsciente y el lenguaje, la racionalidad y la ética e incluso el malestar en la cultura. Se abre también con ello la interrogación sobre el saber y el estatuto del sujeto.
La confrontación Wittgenstein-Freud, fecunda y exegética por naturaleza, no sólo representa el encuentro de dos formas de pensamiento, sino el diálogo posible entre la filosofía y el sicoanálisis.
Cabe aquí citar algunas interesantes reflexiones que Marcelo Pasternac, en su excelente libro Lacan o Derrida: psicoanálisis o análisis deconstructivo, de reciente publicación, hace al respecto: “El psicoanálisis y la filosofía son prácticas, campos, actividades, ámbitos (Wittgenstein diría son ‘juegos de lenguaje’) distintos”.
Dicho así suena como una evidencia que no necesita más consideraciones y que, por tanto, no justificaría que se pierda tanto tiempo en disquisiciones. Sin embargo, esa “evidencia” no resulta tan evidente. “Hay filósofos que no se privan de disertar sobre el psicoanálisis y de hacerle observaciones y objeciones que no deberían dejar indiferentes a los psicoanalistas. Por su parte, los hallazgos del psicoanálisis no deberían carecer de consecuencias sobre las elaboraciones de los filósofos, no dejarían de imponer, si son válidos, ciertos límites al despliegue de las concepciones filosóficas”.
En mi opinión, y de acuerdo con Pasternac, a los sicoanalistas nos interesa leer la obra de filósofos que objeten y critiquen con seriedad y con fundamento al sicoanálisis. De ahí el particular interés que despiertan las obras de Wittgenstein y Derrida para nosotros.
Con Wittgenstein el cuestionamiento atraviesa por el tema del asentimiento en el sicoanálisis, mientras que con Derrida, en su obra reciente, la disertación se focaliza en el problema de la resistencia al y del sicoanálisis.
En este diálogo continuo con el episteme, como señala Pasternac, el picoanálisis puede ubicarse en la categoría de “una práctica y un saber que pueden sostener su pertinencia y su racionalidad sin apelar al dominio de la creencia y que, más aún, pueden dar cuenta de la cuestión de la “creencia” como una dimensión de la subjetividad y como un aspecto que está en juego en el devenir mismo de la experiencia analítica, como algo que el mismo psicoanálisis permitirá destituir en su culminación en el fin de un análisis cuando sobre su ruina se instituya el sujeto, eventualmente como pasaje de la posición de analizante a la de analista”.