■ Bailó hasta la madrugada la vispera del duelo ante Manchester
Ronaldinho, amargo final de un sueño azulgrana que duró cinco años
Castelldefels, España, 2 de mayo. Luego de cinco años de apasionada relación con amargo final, Barcelona y quien fue su gran estrella, Ronaldinho, están cerca de separar sus caminos y buscan una despedida cordial que parece difícil.
El gol de chilena que el astro marcó al Atlético de Madrid el pasado 1º de marzo, puede haber sido el bello epílogo a una época en la que su sonrisa fue la seña de identidad de un equipo que esta campaña logró menos de lo esperado.
Lesionado y señalado por muchos como culpable, el brasileño dispone de cuatro partidos y poco más de dos semanas si quiere decir adiós en la cancha.
“Ronaldinho tiene muchas ofertas, pero nada concreto. (El presidente del Chelsea, Roman) Abramovich está loco por él desde que llegó a Barcelona. Hay posibilidades con otros clubes, pero no hay nada firmado”, confió un íntimo amigo del jugador.
Elegido en diciembre de 2005 por segundo año consecutivo el mejor del planeta, el sudamericano hoy está muy lejos del primer plano y pasa sus días en Castelldefels, una localidad al sur de Barcelona, bailando y cantando mientras espera que su futuro se defina.
Tras un año en el que jugó poco y mal, Ronaldinho sabe que el Milan tiene puesta su vista en él, lo mismo que el Chelsea.
El presidente del Barcelona, Joan Laporta, ya anunció que no lo venderá por menos de 40 millones de euros (unos 62 millones de dólares).
Al delantero se lo ataca por su bajo rendimiento, su deterioro físico y su vida nocturna. Laporta cree que necesita motivaciones.
Altos responsables del club lo explican de la siguiente manera: “No es que esté deprimido, pero le falta alegría”.
El íntimo amigo de Ronaldinho minimiza ese análisis. “Está entrenando para ser competitivo, por eso ahora no está para echar cohetes. Le gusta jugar y ganar, pero ¡qué va a estar deprimido! En España está de puta madre. Lo ha ganado todo y es normal que ahora baje.
“El está bien. Quiere salir bien con los hinchas y está trabajando fuerte. Ha dado todo por el club y la afición”, agregó casi como epitafio del paso del crack por España.
Además de la lesión, hay otro factor que dificulta ver a Ronaldinho la próxima temporada vestido de azulgrana: tras la segunda temporada consecutiva sin títulos, difícilmente quiera someterse al plebiscito de un Camp Nou enrabietado.
“La gente está muy quemada (enfadada)”, dicen los fans del equipo y vecinos de la estrella, que conocen detalles de su vida fuera de las canchas.
Una muestra
El pasado 28 de abril, Ronaldinho cantó, tocó los timbales, la pandereta y bailó y bailó sin parar. Eran las 5:15 de la madrugada y el futbolista estaba lejos de dar por acabada la noche de fiesta.
A unos mil 400 kilómetros, sus compañeros dormían. Al día siguiente debían enfrentarse al Manchester United, partido que terminó con derrota y que puso fin al proyecto que el brasileño alguna vez encabezó.
A esa hora de la madrugada, el astro se despojó de su camisa blanca y bailó reggaeton con bellas mujeres en la discoteca Sandunguita, donde hubo fiesta brasileña.
Sobre la pista mostró buen movimiento de cadera y de cintura, algo que recuerdan muchos defensas. Fue el final de un idilio que empezó a resquebrajarse después del Mundial 2006, en el que fracasó el plan diseñado por su hermano para presentar al astro como la megaestrella global del futbol. Nada salió bien. Ni Brasil ni Ronaldinho estuvieron a la altura de lo esperado.
Luego su madre retornó a Brasil y su vida, rodeado básicamente de amigos, se desordenó. Empezó el declive, pero muchos guardan el recuerdo de la llegada de Ronaldinho, en 2003, al Barcelona, un fichaje que sirvió para cambiar la dinámica perdedora del equipo y entusiasmar a los más jóvenes seguidores del club.
Es por eso que el equipo catalán, consciente de cargar con la maldición histórica de acabar mal con todas sus estrellas, busca una despedida cordial antes de que el brasileño ponga rumbo a Milán o a Londres.