Usted está aquí: sábado 3 de mayo de 2008 Disquero La era Gustav Mahler

Disquero

La era Gustav Mahler

Pablo Espinosa ([email protected])

Dos novedades discográficas muestran con claridad una etapa diferente en la concepción que el mundo ha adoptado de la música de Gustav Mahler.

La coincidencia en la aparición de grabaciones a cargo de dos de los directores cuya autoridad moral y conocimiento de causa en el tema los ubican como líderes en este campo, subraya a su vez puntos de confluencia en su talante interpretativo.

El rasgo más notorio y el definitivo es la adopción de un tempo lento, sumamente lento, lentísimo pero con cualidades muy especiales, muy únicas.

Es decir que Pierre Boulez y sir Simon Rattle no disminuyen la velocidad del fraseo para lograr tempi exquisitamente espaciados, sino que transitan una trama difícil de desentrañar en primera instancia pero una vez resuelto el enigma uno dice: ah, claro, clarísimo.

El procedimiento en ambos casos es distinto.

Para entablar tales tempi, el maestro Boulez realiza una operación semejante a cuando respiramos mediante un ejercicio de meditación: inhalamos aire largamente, lo sostenemos unos instantes infinitesimales en el cuerpo y lo soltamos lenta, pausada, serenamente.

En el caso de Rattle el proceso sucede más o menos así: inhalamos, sostenemos y exhalamos, todo a una velocidad de alas de colibrí, que se mueven tan rápido que no se mueven, es decir a un ritmo pausado en extremo, inexorable.

Por supuesto que toda esta maquinaria está dotada de un número exponencial de matices que se potencia al infinito. He allí el misterio, la magia y el poder.

Entran entonces instinto, emoción, ideas, razonamientos matemáticos, reflexión y por supuesto sentimientos.

A partir de este análisis, la escucha de estos dos álbumes proporciona placeres tan intensos que en el inicio de ambos uno queda estaqueado, petrificado, encantado ante el efecto arrobador de los primeros compases, dichos con singularidad tal en ambos casos que como en el inicio de una novela de Yasunari Kawabata el lector, en este caso el escucha, queda definitivamente prendado y emprende el vuelo de inmediato.

Tanto Rattle como Boulez realizan desarrollos magistrales en las sinfonías a su cargo. Los dos llegan, cada uno por su propio camino, a finales que estremecen al escucha, lo ponen a trepidar de placer, los ojos cerrados y sumergidos en lágrimas de emoción sublime.

Con la Novena Sinfonía de Gustav Mahler, sir Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín demuestran nuevamente que lo perfecto es absolutamente posible en este plano material en el que nos desenvolvemos los humanos. ¿Sonar perfecto? Helo aquí: Rattle dirigiendo a la mejor orquesta del planeta.

Con la Octava Sinfonía de Gustav Mahler, Pierre Boulez y la orquesta Staatskapelle Berlin demuestran nuevamente que razón y emoción no tienen por qué considerarse agua y aceite. Pensar y sentir, reflexionar y divagar, navegar y volar son exactamente lo mismo con este gran maestro, jefe de la tribu de músicos-pensadores.

Con su nueva obra maestra de interpretación mahleriana, sir Simon Rattle completa un ciclo iniciado hace ya décadas y corona y delinea de cuerpo entero un concepto (el estilo y la idea, de acuerdo con el filósofo especializado en música, Theodor W. Adorno) claro y directo de lo que implica la obra de Mahler en nuestros días.

Con su nueva cátedra de dirección orquestal mahleriana, Pierre Boulez completa un ciclo iniciado ya hace décadas y corona y delinea de cuerpo entero una filosofía depurada y pulida y exacta (el discurso eminentemente directo, de acuerdo con Henry Louis de Lagrange, por mucho el máximo ensayista mahleriano) que asesta un mazazo demoledor al edificio de los compartimentos estancos y pone en su lugar piedra de toque.

Además, sir Simon Rattle confirma que el trabajo bien hecho, la entrega apasionada y honesta al bien común, el profesionalismo siempre vence a las miserias de la “grilla” que en los mismísimos terrenos de la cultura serpentea su perfidia y estulticia. Véase en la sección Cultura la nota del periódico británico The Independent que da cuenta de este asunto.

Además, Boulez confirma ante el mundo que el trabajo fecundo y creador vence siempre a todo mal y a toda idea preconcebida, en su caso de “director frío y cerebral”. Además, festeja de esta forma el maestro Boulez sus primeros 80 años de vida.

Mi tiempo llegará. Dijo hace un siglo Gustav Mahler. He aquí ese tiempo en todo su esplendor.

 
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