■ Las viñetas de Jilemón Metralla contribuyeron a la difusión del circo en los años 40
Distingue el Atayde a Gabriel Vargas con La garra de león
■ “Es increíble, palabra de honor que siento ganas de llorar”, aceptó conmovido el dibujante
Ampliar la imagen La entrega del emblema circense al famoso cartonista –en la imagen– fue parte de los festejos del aniversario del Atayde Foto: Luis Humberto González
Charla de amigos en la que abundaron los recuerdos de hechos ocurridos hace ya 12 lejanos lustros, bajo un enlonado establecido, entonces, en la calle Cuauhtemoctzin, vía que lleva actualmente el nombre de Fray Servando Teresa de Mier, donde Jilemón Metralla, protagonista de las historias, sólo estuvo en la imaginación, como hace 60 años.
Recuerdos de cuando el pícaro Jile anunció como atractivo del circo al marrano más grande del mundo, que resultó ser un elefante sin trompa, el cual, desde luego, tampoco existía. O de cuando se advertía que la función incluía otro paquidermo, salvo que éste era alambrista, hecho y virtud, asimismo, imaginarios.
Anécdotas del 48
Gabriel Vargas y Andrés Atayde, el primero casi centenario y el otro no tanto pero parte esencial de una compañía que rebasa ya por una quinta parte los cien años de existencia, desgranaron anécdotas sobre lo acontecido en 1948.
“Acababa de llegar a México tras una ausencia de 20 años, y con las historias de don Gabriel Vargas aprendí la vida de esta ciudad”, explicó Andrés quien junto con sus hermanos, Alberto y Alfredo, dirigen el circo Atayde, empresa que en agosto celebrará 120 años de su primera función, en el puerto de Mazatlán.
“Me emociona mucho; es increíble, palabra de honor que siento ganas de llorar”, aceptó conmovido el autor de los Súper locos, y creador del personaje de Jilemón, Gabriel Vargas.
La empresa circense, como parte de los festejos de la efeméride de su aniversario, decidió entregarle a don Gabriel –referencia y reverencia obligada– La garra de león, emblemática de la gente de circo –aclaró Federico Serrano, publicista del circo–, dado que el famoso cartonista contribuyó en mucho a dar a conocer al Atayde que en esos años, de finales de la década de los años 40, regresaba a su país de origen tras una no extensa, sino prolongadísima gira de dos décadas por el resto de América Latina.
Con el colguije al cuello, elegantemente ataviado con traje gris y pañuelo blanco que sobresalía de la bolsa frontal del saco, Vargas, quien nació hace 93 años en Tulancingo, Hidalgo, soltó el humor, “me inyectan entusiasmo; esto viene de un león valiente y lo recibe un león chimuelo”.
La idea del reconocimiento para el dibujante, se informó, partió de Salvador Paniagua, otro personaje nonagenario, quien fue locutor del circo, actor en docenas de películas y que ya no pudo presenciar su propuesta, pues falleció hace un par de meses, pero su indicación fue cumplida en tiempo y forma.
En el estudio de don Gabriel, autor de innumerables personajes –siendo los Burrón los más conocidos– recinto de amplios ventanales, cubiertas las paredes por reconocimientos a él y a su esposa Lupita Appendini –también diarista de larga y fecunda trayectoria–, el dibujante recurre de nueva cuenta al humor luego de que una mano generosa escanció el vino en las copas: “salud, y que se escuche el glu-glu”.
El festejado recordó aquella memorable gira del Atayde por la provincia: “Puebla, Guadalajara, Cholula... los llenos eran completos. Fue un éxito”, a la par que en las páginas de la historieta Jilemón Metralla, esó sí, con diferente sombrero en cada recuadro, como asentó Gustavo Bernal, otro de los presentes, se robaba al oso para llevarlo a bailar a Chapultepec vestido de gitano, o bien se enfrascaba en desigual lucha con el famoso Truxson, el gorila, ese sí real, parte del elenco del circo.
“Desde niño me gustó el circo, es algo que todos traemos en el corazón; además es parte fundamental del pueblo”, concluyó Vargas, sin lugar a dudas y por méritos propios sociólogo urbano.