¿La Fiesta en Paz?
■ A más retos, mayor mérito
Ampliar la imagen Entre las actividades que se llevaron a cabo para celebrar las fiestas tradicionales de May Day, en China, se organizó una pelea de toros (arriba) en la provincia de Kaili, en Guizhou, el pasado viernes Foto: Reuters
“De ninguna manera atentan contra la esencia de la tauromaquia las corridas incruentas, por el contrario, son una alternativa para crear nuevos aficionados y para quienes gustan de la estética del toreo sin que el toro sea herido y muerto a estoque. La esencia del toreo no es la sangre sino dominar, mediante el manejo de la técnica, al toro, así como conocer sus querencias, embestidas, comportamiento durante la lidia, distancias y presentación de los engaños. Con estos recursos y el valor suficiente, expresarse artísticamente ante un público siempre dispuesto a emocionarse, más que a divertirse con la sangre.”
Habla Álvaro Sánchez, prestigiado cronista taurino de Tlaxcala, con 30 años de experiencia en periódicos, revistas, anuarios e Internet, autor además de los emblemáticos Comentauros, donde sintetiza el festejo en sextetos o décimas de apretados versos rimados, con un agudo sentido de observación de la lidia y demás actores, y una privilegiada capacidad para emitir fundados señalamientos, no por breves menos certeros.
“Se debe entender –prosigue Álvaro– que más que una obsesión en los aficionados por la sangre y la muerte, subsiste aún el respeto por un rito tradicional taurino, incluso sin las condiciones óptimas del toro, que son: cuatro años cumplidos, astas íntegras y trapío o armonía de hechuras, al grado de imponer respeto con su presencia y comportamiento e impedir que cualquier improvisado esté dispuesto a enfrentarlo.
“Obvio, el toro sin picar ni banderillear –abunda quien ha colaborado en los diarios Esto y Ovaciones, en el Anuario Taurino de México y actualmente en el portal burladerodos.com– representa un reto mucho mayor para el torero, obligado entonces a demostrar no sólo su valentía, sino todas sus dotes de lidiador. Además, lo que técnica y estéticamente sea capaz de hacer con ese toro tendrá un mérito muy superior a lo hecho con un toro castigado.
“¿Cómo enseñar al nuevo público a justipreciar esas faenas incruentas? Como se le intentó enseñar, sin lograrlo unos ni aprenderlo otros, a ver y a valorar las faenas convencionales. La tauromaquia no es un invento de sanguinarios ni de trastornados, sino el último vestigio de la milenaria relación mitológica hombre-toro.
“Salvo la desaparición de la sangre animal –finaliza Álvaro Sánchez– el objetivo de la corrida incruenta es el mismo que el de la convencional: dominar al toro, meterlo en el capote y la muleta y, una vez logrado esto, intentar hacer arte, es decir, imprimir a las suertes ejecutadas una expresión personal y, dentro de lo posible, emocionante y estética.”