Usted está aquí: miércoles 7 de mayo de 2008 Cultura Comienza a rendir frutos un grupo amateur que transitó de lo político a lo artístico

■ El Coro Comunitario de la Ciudad de México se presenta hoy en festival OllinKan

Comienza a rendir frutos un grupo amateur que transitó de lo político a lo artístico

Ángel Vargas,

De lo político a lo artístico. Tránsito y transformación que ha seguido el Coro Comunitario de la Ciudad de México en su primer año de existencia, como parte de un sui generis proyecto sociocultural que comienza a rendir frutos.

Uno de los más recientes fue en el espectáculo Yo Mozart, presentado a finales de abril en el Teatro de la Ciudad, y ahora actuará este miércoles dentro del Festival Internacional OllinKan.

El programa consta de canciones con temática indígena, escritas por autoras mexicanas, y tendrá lugar en el Multiforo OllinKan (avenida San Fernando y Juárez, en Tlalpan), a las 20 horas.

Fundado por los músicos Eduardo García Barrios y Leszek Zawadka, directores de orquesta y coro, respectivamente, este ensamble forma parte de una iniciativa impulsada por ambos mediante el Laboratorio de Investigaciones Escénico Musicales (LIEM).

Éste se encuentra constituido desde hace dos años como asociación civil y, además del coro, que es amateur, cuenta con otro apartado de trabajo.

Se trata del Taller Escénico Vocal en el que participan cantantes e instrumentistas recién egresados y estudiantes a punto de concluir la carrera. Los dos rubros del proyecto trabajan de manera conjunta.

El origen del Coro Comunitario de la Ciudad de México fue totalmente político, al nacer en el contexto del plantón que se efectuó en el Zócalo después de la elección presidencial de 2006.

“La gente se dio cuenta de que cantar podía ser también una forma de protestar, y así se integró un coro monumental de más de 2 mil personas que interpretó la cantata Sueños, de Arturo Márquez”, rememora Zawadka.

“Terminaron los plantones y un sector de esa gente nos presionó para continuar este proyecto emanado de una protesta política, y así fue como nació el coro.”

En este año de trabajo, la agrupación ha mantenido el promedio en su número de integrantes, entre 80 y 100 personas, de las cuales predominan las mujeres, con 70 por ciento.

Su edad va de 15 a más de 80 años y lo mismo hay amas de casa que abogadas, contadoras, educadoras y maestras universitarias, entre otras.

Cabe destacar que la mayoría de los participantes del grupo no tenía conocimientos musicales.

De acuerdo con Zawadka, entre los integrantes hay seguidores de todos los colores partidarios, y aunque en ellos prevalece la consciencia de que no puede haber acto artístico sin aspecto social, se tiene asumido que el coro no es foro de discusión ni manifestación políticas.

“No conozco otra actividad que exija más de sus participantes, en el sentido de sacrificar la satisfacción del éxito personal en busca del éxito colectivo. Si esto logra aprenderse en un coro, estoy convencido de que es mucho más sencillo tener más sentido solidario con la comunidad, con la colonia y el país entero”.

Un aspecto que Zawadka y García Barrios subrayan del LIEM es que éste ha permitido conjugar y hacer convivir ámbitos que en la música de concierto en México permanecen divorciados: el profesional y el amateur.

Y no sólo mediante los espectáculos, sino en términos cotidianos por medio de las clases y asesorías que los egresados o estudiantes de música del taller escénico imparten a los integrantes del coro.

“No existen en México espacios en los que los músicos profesionales trabajen con el movimiento amateur. Ésta debería ser una relación natural y común, la sal de la vida cultural”, indican.

 
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