Si los segundos pisos funcionaron, los túneles también
Hasta ahora, las acciones emprendidas por el actual jefe de Gobierno del DF me habían parecido en general sensatas, inteligentes útiles y prácticas. El anuncio de los túneles que se pretende construir para comunicar Santa Fe con el centro de la ciudad, al igual que otro para comunicar Contreras con Álvaro Obregón y Benito Juárez, me parece una variante más de los segundos pisos, que como ya se ha visto, han servido para dos cosas, tal como numerosos analistas se lo comentaron en su tiempo al anterior jefe de Gobierno.
La falla de origen de este tipo de obras es que mientras representan un incremento menor a uno por ciento de la superficie total pavimentada, el parque vehicular se ha incrementado en estos dos últimos años en un porcentaje varia veces mayor. El argumento que se esgrime es que el incremento sí representa un porcentaje significativo respecto a la ruta seleccionada, mientras el crecimiento de automotores en esa ruta no debía ser mayor del del parque vehicular en promedio.
Si tomamos el caso del segundo piso del Periférico, pues sí, el crecimiento fue de 100 por ciento respecto a la antigua superficie de esa vía y en el tramo de la obra, mientras que el volumen promedio de los autos quizás se ha incrementado entre 7 y 8 por ciento en este tiempo, pero ese no es el incremento del tráfico en la ruta, sino una proporción inmensamente mayor ¿Por qué? Pues por una razón muy sencilla, porque un gran número de personas que ya no usaban esa ruta decidieron volver a usarla, y para otros que tienen como destino algún lugar en el sur, como Tlalpan, Perisur, etcétera, la van a preferir mientras ello les represente un ahorro de tiempo, por pequeño que sea, respecto a sus rutas tradicionales.
De esta manera, el incremento de 100 por ciento constituye un atractivo, hasta que el crecimiento de los usuarios compensa ese crecimiento, saturando la nueva ruta, como efectivamente sucede en la realidad. Los túneles, si llegan a hacerse, serán la repetición del fracaso.
Mientras los gobiernos de la ciudad de México sigan pensando en la construcción de grandes obras viales para resolver los problemas de tráfico, seguirán contribuyendo al crecimiento del problema, cuando la solución radica en fortalecer y hacer más atractivos los sistemas de transporte público, incluyendo líneas del Metro, más Metrobuses, nuevas rutas de autobuses, y en promover el uso de las bicicletas, incluyendo las eléctricas, que están teniendo un gran auge en otras naciones.
Si los recursos empleados para el segundo piso hubiesen sido utilizados en una nueva línea del Metro y en apoyos para el crecimiento de las líneas de autobuses, los resultados saltarían a la vista. Entonces, ¿por qué no se adoptan este tipo de soluciones? En lo personal, tengo la impresión de que existen al menos dos motivos importantes.
El primero de ellos tiene que ver con los intereses políticos y económicos involucrados en el nuevo mercado de autos. Seguramente para muchos es conocido que la familia de Hank González está relacionada con la distribución de Mercedes Benz, pero muchos menos saben que la distribución de Volvo está vinculada con la familia política de Carlos Salinas. ¿Quiénes tienen las distribuciones de Mitsubishi, Susuki, Audi, BMW y Peugeot? Me atrevo a decir que se trata de las nuevas líneas de negocios de los políticos en turno, y entonces, más que obstaculizarles el camino, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) necesita aliados.
La otra razón está relacionada con la búsqueda de alianzas con la industria de la construcción, incluyendo en primer lugar a Cemex, y con las posibilidades que esas obras ofrecen para la conformación de bolsas que permitan financiar las siguientes campañas políticas. Finalmente, para un buen número de votantes, las obras de este tipo son una muestra de capacidad e imaginación de los gobernantes, generando un buen nivel de simpatías electorales. Después de todo, si los segundos pisos le funcionaron políticamente a su antecesor, los túneles le funcionarán bien al jefe de Gobierno actual.
A partir del inicio de 2008 he tenido la fortuna de poder radicar en el estado de Veracruz, de manera que mis visitas a la ciudad son poco frecuentes. En cada una de ellas, la sensación que me deja es la de un nivel de deterioro visiblemente mayor, por la densidad del tráfico. El problema no sólo le atañe al GDF, sus consecuencias deberían preocuparle al gobierno federal, supuestamente responsable de las políticas energéticas y de la contaminación ambiental.
Cuando la velocidad de los autos llega a los niveles de 4 o 6 kilómetros por hora, el consumo de combustible se incrementa hasta tres o cuatro veces, y si esto sucede con más de un millón de automóviles, estamos hablando de miles de millones de litros de combustible gastados cada mes de la manera más estúpida. La insensibilidad del director de Pemex y de las autoridades de las secretarías de Energía y del Medio Ambiente, ante la gravedad del problema, sería motivo de su remoción y juicio político en otros países; aquí, en cambio, todo se resuelve con bonitos discursos demagógicos, mientras el problema sigue creciendo y el país gasta innecesariamente sus recursos energéticos.
Cuando diversos países del mundo (en especial los europeos) están haciendo esfuerzos inauditos por reducir su gasto energético y pasarlo a fuentes renovables de energía, como la solar o la eólica, para reducir el deterioro ambiental, nosotros seguimos comprando autos y destruyendo nuestro entorno alegremente, para incrementar los ingresos y las utilidades de los grupos políticos que tienen secuestrado nuestro desarrollo. ¿Hacia dónde nos dirigimos?