Invernal viaje potosino
San Luis Potosí, SLP. Una revisión al programa de la versión de este 2008 del Festival de San Luis, que se inició en esta ciudad el sábado 3 y que concluye hoy, permite descubrir un festival más compacto que el de años anteriores, menos amplio y variado en su oferta.
Dados los tiempos políticos, es relativamente fácil adivinar las restricciones presupuestarias que están detrás de esta situación. Es claro que el área del Festival de San Luis que se ha conservado más apegada a sus dimensiones originales es la de los actos multitudinarios y gratuitos que se llevan a cabo noche a noche en la Plaza Fundadores, dirigidos de manera primordial al público juvenil.
La noche siguiente a la tocada inaugural del festival, el Teatro de La Paz fue escenario de lo que sin duda es el plato fuerte del Festival de San Luis 2008. Se trató de una muy atractiva puesta en escena del soberbio ciclo de canciones Die Winterreise (El viaje de invierno) de Franz Schubert, en un formato del todo inusual para una serie de lieder.
La manera tradicional de hacer lieder es plantar a un barítono de impecable frac junto a un piano y su respectivo pianista, y cantar de corrido las canciones en un ámbito de inmovilidad casi total. Esta puesta en escena, concebida por el japonés Yoshi Oida, propone algo diverso, de mayor variedad y dinámica, con resultados sorprendentes y conmovedores.
En la concepción de Oida, este Viaje de invierno se transforma en una continuidad narrativa que tiene como personaje central al poeta-narrador, y los textos de Wilhelm Müller musicalizados por Schubert se convierten en un elemental libreto.
Yoshi Oida logró tal continuidad alterando el orden de las canciones de Die Winterreise para adaptar el flujo narrativo a su idea teatral. Además, las canciones son repartidas entre un pequeño grupo de cantantes que personifican los anhelos, añoranzas y frustraciones del protagonista. Virtud singular de esta realización de Die Winterreise fue un complemento escenográfico y lumínico sencillo, casi minimalista y por ello muy eficaz, a cargo de Alejandro Luna.
Así, el espacio en el que se desenvuelven el peripatético poeta y sus fantasmas alcanza un alto grado de estilización, muy acorde con la puesta en escena. Es cierto que los elementos escénicos usados generan una impronta netamente occidental, europea, pero lo que realmente enriquece esta escenificación de las canciones schubertianas son los numerosos toques de sensibilidad oriental sugeridos por Yoshi Oida; entre ellos, destacan los gestos teatrales que convierten a los cantantes-actores en trozos de paisaje, o en elementos de la naturaleza. Es precisamente en el entretejido de estas pinceladas orientales con la componente visual europea que esta versión escénica de Die Winterreise alcanza su auténtica dimensión.
El desempeño de los cantantes fue de buen nivel en general, destacando el tenor Fernando de la Mora como el peripatético poeta, víctima del amor no correspondido, y la soprano Irasema Terrazas como el elusivo objeto de ese amor. Al bajo Daniel Cervantes, en el papel del patético organillero, le tocaron las mayores exigencias actorales, que fueron cumplidas con aplomo y convicción. En este sentido, se agradece la contenida discreción de la propuesta teatral, que en ningún momento derivó hacia el melodrama lacrimógeno.
La dirección musical estuvo a cargo de Teresa Rodríguez y Guadalupe Parrondo. Esta última ejecutó la parte pianística del ciclo (que en Schubert es mucho más que mero acompañamiento) con eficaz discreción, poniendo su música y su musicalidad al servicio del teatro.
Es importante notar que si bien ninguno de los cantantes involucrados es especialista en el lied alemán, todos hicieron el esfuerzo de aproximarse al estilo adecuado, logrando un Schubert venturosamente alejado de Puccini y Verdi. Como resultado de todo ello, el Festival de San Luis ofreció un bello, frío y melancólico viaje invernal que ciertamente merece presentarse en otras sedes.