Usted está aquí: miércoles 14 de mayo de 2008 Política Zopiloteo sobre la renta petrolera

Luis Linares Zapata

Zopiloteo sobre la renta petrolera

Salidos de las entrañas del manipulado contratismo y la corrupción secular, aparecen sendas propuestas petroleras patrocinadas por algunos gobernadores de estados que se autocalifican como productores de hidrocarburos. Priístas, la mayoría de ellos, se dicen preparados para introducir sus propias visiones y proyectos. La inocultable pretensión, parapetada tras de esos desplantes de seudoemprendedores, es dar una tarascada adicional a la inmensa renta petrolera. No cabe la menor duda de que la más desatada ambición ronda por las costas del Golfo de México y otros terrenos adyacentes del país. Sin recato, los que se denominan primeros servidores de sus respectivos pueblos, proponen modificar la misma letra y el espíritu de la Constitución para beneficio de un grupo reducido de traficantes de influencias y grupos de presión locales.

Los panistas no se quedan atrás y el elegido por Guanajuato ya decidió engrosar las filas de los pretensos a recibir algo más sustancioso que las participaciones de que, en estos momentos, disfrutan todos los gobernadores, hasta ahora sin cortapisas ni transparencia. Para 2008, se calcula que, con los precios actuales y el volumen de las exportaciones de crudos, los gobiernos locales podrán recibir un monto superior a los 120 mil millones de pesos. Un gran tesoro para el uso y desuso más discrecional que se conoce. Atractivas cantidades de recursos con los que se pueden financiar los apoyos legislativos necesarios para dar a las reformas del oficialismo más entreguista y privatizador el empujón requerido por los negociantes de dentro y fuera del país.

El epicentro de tal movimiento con apariencias empresariales se puede identificar con telemétrica claridad por las distintas biografías en acción. Tal núcleo se concentra en los, sin duda alguna, desinteresados, democráticos y capaces ejecutivos de Tamaulipas y Veracruz. Uno de juventud apabullante pero, sin embargo, bien sobregirado movilizador de votos espurios y empujador de negocios tan rentables como opacos para los de su terruño. El otro, en su ya callosa marca de personero de causas ajenas pero rentables, busca trasmutarse ahora en conductor de huestes ávidas de fortuna, decididos a saltar los escalones de poder que fueran necesarios para extender sus dominios. Son ellos los que encabezan la cruzada para que emprendedores de sus localidades entren, sin tapujos ni resquemores legislativos, al lucrativo trafique de influencias patrocinadas desde los palacios de gobierno locales. Para tal causa cuentan con sus abundantes bancadas de legisladores dependientes y sumisos. Serán estos los agentes finales por los cuales se intentarán quebrar las ya debilitadas resistencias de los mexicanos, al fin que éstos son asiduos oyentes y mirones de los medios de comunicación electrónica, asumen con cínico menosprecio.

Adelantan estos gobernadores irresponsables su decidido arrojo para modificar la propia Constitución de la República, en especial, arguyen, ese tiránico artículo 27 que les impide moverse a sus anchas de grandes gambusinos del oro negro. Quieren que se les permita explotar, junto con inversionistas afines, pozos abandonados. Pero no se detienen ahí, van más allá, como todo aventurero que expande horizontes de conquista. Atisban, también, petroquímicas. Visualizan, allá en un cercano y prometedor futuro, fundar sus Pemex espejos, personales reflejos de su asumida grandeza. Pero también pretenden integrar sendas cadenas industriales, todas ellas compartidas (en democracia) con sus coterráneos, ya sean éstos de medianos alcances pero sin agotarse en ello. Quieren buscar alianzas externas con los que quieran, de manera interesada pero segura, acompañarles en las tareas constructoras de una bonanza regional asegurada. El bienestar para sus personales famiglias, carnales o políticas, se cristalizarán en jugosos negocios, todos al amparo de los bienes colectivos. Un inagotable venero de poder, las rápidas y fáciles veredas hacia los cacicazgos de la energía futura.

Pero el zopiloteo sobre la parte de la renta petrolera que proviene de la venta de crudo al exterior no se extingue en las ambiciones de los gobernadores de esos bendecidos estados ribereños, sino que abarca al resto de sus adláteres y toca hasta los menos agraciados por la fosilización milenaria. Uno de ellos (Tabasco), con la humildad inherente, extiende la palma de su inundada mano para que, a lo mejor, pueda caerle, mediante la generosidad de alguna voluntad asequible, tal vez una refinería o se le aumenten las participaciones para subvencionar los votos que les exigirá 2009 y 2012 de toda su continuidad partidaria. Para entrarle a la construcción de ductos para gas y crudo, almacenes y hasta plantas refinadoras, otros gobernadores y sus cortes de inversionistas que los acompañarán en tan duro trayecto, no podrán resistir los masivos empujes de sus empresarios locales, ya sean estos aguerridos norteños de grandes vuelos algunos (Nuevo León) que se han convertido en reales conductores del destino de sus ciudadanos, o sureños de escasa capacidad movilizadora de recursos pero dispuestos a sumarse a los que detentan los botones del mando burocrático. Otro más, norteño también, (Sonora) apoyará, sin cortapisas, la privatización de todas y cada una de las áreas reservadas al Estado siempre y cuando los beneficiarios fueran, como allá se acostumbra, los negocios de sus familiares. Otro, más visionario y desconfiado de sus dotes políticas sabe que, para financiar su escandalosa campaña de promoción personal, requiere de abundantes fondos, libres de controles: todo un caudal enorme e inagotable, similar al empleado por su antecesor para los mismos propósitos. En fin, toda una pléyade de políticos trepadores, con su tupida red de complicidades, que se mueven ávidos de cristalizar sus ambiciones a costa de cualquier atraco a la nación.

 
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