Bolivia: nueva batalla
En una jugada política que lo retrata como el gran líder popular que es, Evo Morales decidió ratificar la ley de convocatoria al referendo revocatorio de presidente, vicepresidente y prefectos departamentales a efectuarse en tres meses. Con ello abre un nuevo escenario, donde pasa a un segundo plano la criminal agenda separatista inflada por Estados Unidos en los medios internacionales, queda más clara la ubicación de las fuerzas en pugna en el país andino y, por consiguiente, propicia el reagrupamiento y galvanización de los mayoritarios destacamentos populares favorables al proceso de cambios, que deberán tensar todas sus fuerzas en busca de una gran victoria política en la consulta. La ley, enviada por el propio Evo al Congreso en diciembre de 2007, intentaba canalizar por la vía pacífica del voto la aguda y creciente confrontación pueblo-imperialismo/oligarquía que amenazaba con degenerar en violencia de gran magnitud. Fue rápidamente aprobada en la Cámara de Diputados pero el Senado con mayoría opositora la engavetó con mil peros. Curiosamente, el mismo órgano legislativo la resucitó e hizo aprobar la semana pasada, horas después del adverso resultado obtenido por el ilegal y manipulado referendo separatista de Santa Cruz, cuando ya se preveían un desenlace peor en las farsas semejantes por venir en Beni, Pando y Tarija.
En virtud de una ley electoral concebida para mantener el dominio oligárquico, el Senado está dominado por Podemos, partido ultraneoliberal encabezado por Jorge Tuto Quiroga, compinche del dictador Hugo Bánzer, actor cimero en la entrega de los recursos de Bolivia y luego de los planes para derrocar a Evo. Tuto ha sido cómplice de las demandas “autonómicas” de sus semejantes oligárquicos que amagan en realidad a la secesión de las zonas más ricas del país. Es muy difícil imaginar de este personaje una movida como la de resucitar ahora el referendo sin contar con la luz verde de Washington, quien tira los hilos de la conspiración contra Morales a través de su embajador Phillip Goldberg, ¡oh casualidad!, actor protagónico en el descuartizamiento de Yugoslavia.
El presidente y su equipo, trenzados en la batalla contra el separatismo disfrazado de autonomía de los departamentos habían descartado el referendo como solución en este momento, lo que tal vez llevara al imperialismo y al poderoso sector oligárquico representado por Podemos a una lectura y cálculo erróneos sobre la conveniencia de reflotarlo. No hay duda, implica un esfuerzo adicional enorme para un gobierno que no ha descansado un instante en trabajar para el pueblo en uno de los países más pobres de América Latina. En poco más de dos años y bajo permanente hostigamiento ha hecho avanzar el rescate por el Estado de los recursos hidrocarburíferos, de las comunicaciones, la defensa de la soberanía nacional y popular, la educación, la salud, el reconocimiento de los pueblos indígenas como actores políticos de primera línea y ha impulsado la nueva Constitución que consagra estos logros como derechos y erigido a Bolivia en un referente de dignidad y auténtica democracia en el mundo.
Pero en la coyuntura actual, un referendo revocatorio puede ser transformado en una consulta sobre el rumbo revolucionario del país, que hará crecer dentro y fuera de Bolivia el apoyo a Evo y al proceso de cambios. Por otra parte, al menos por el momento, ha dividido a la oligarquía pues los prefectos separatistas temen o dan por seguro, según el caso, el rechazo de los votantes. A la vez, pocos ponen en duda la ratificación del presidente y su vice Álvaro García Lineras en un terreno donde son insuperables.
No es probable que el imperialismo haya desechado la carta separatista, sólo la ha archivado en su escalada subversiva multidireccional. En todo caso, a Evo y su pueblo les queda por delante otra gran batalla que necesitan ganar abrumadoramente.