61 Festival Internacional de Cine de Cannes Inicia con una película corta de vista
Cannes, 14 de mayo. Añadida a última hora a la selección en concurso, Blindness (Ceguera), del brasileño Fernando Meirelles, ha sido asignada a la expuesta misión de abrir la 61 edición de Cannes. Tal vez eso de inaugurar un festival de cine, al que el mundo entero observa con ojos bien abiertos, con una película sobre ciegos sea, además, una ironía de los programadores.
La ambiciosa coproducción entre Canadá, Brasil y Japón, hablada sobre todo en inglés y con un reparto multinacional, enfrenta el problema de toda adaptación literaria. En este caso, la novela de José Saramago no se prestaba a lo que es, en esencia, una película de desastres con pretensiones. Blindness comienza de manera inquietante con el progresivo contagio de una ceguera repentina entre varios habitantes de una gran urbe anónima. Pronto, un gobierno totalitario encierra a los afligidos en un desolado hospital, y los abandona a su suerte. Claro, el variopinto grupo entrará en una lucha por lo esencial: comida y sexo como ejercicio de poder.
Sólo un personaje femenino, interpretado por Julianne Moore, conserva la vista, pero no aprovecha esa circunstancia para reinar en esa tierra de ciegos, hasta que finalmente se convierte en la guía para salir del encierro y recomenzar la vida con unos cuantos elegidos.
El panorama apocalíptico se presta para las metáforas sociopolíticas de cajón, apuntaladas por los comentarios editoriales de un personaje también típico, el negro sabio (Danny Glover), al servicio de citas textuales de la novela.
Filmada de manera eficiente, con los colores deslavados ya habituales (y saturaciones de blanco para ilustrarnos la perspectiva de los invidentes), Ceguera no consigue sostener la tensión de su planteo inicial, y se estanca en un ciclo repetitivo de acciones. Un final optimista, pulcro y bienpensante acaba por desvanecer cualquier sentido de urgencia.
Lo que a esta película le hace falta es el ataque de unos zombis caníbales.
De alguna forma, la participación de Meirelles habla de la relevancia del cine latinoamericano en el festival. Según se sabe, compite asimismo Linha de passe, de los también brasileños Walter Salles y Daniela Thomas, junto con las argentinas La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, y Leonera, de Pablo Trapero. Se puede decir que los argentinos ganan por ligero margen, pues hasta sus personajes míticos –el Che Guevara y Diego Maradona– son el tema de las respectivas Che, de Steven Soderbergh, y Maradona by Kusturiça, documental de Emir Kusturiça (cuyo título alterno podría ser Fantoche por fantoche). La primera está en concurso, la segunda no.
Un aniversario importante que se celebra en esta edición es el de los movimientos parisinos de 1968.
Hace 40 años, el festival se suspendió totalmente a causa de la protesta de varios cineastas, encabezados por los baluartes de la Nueva Ola francesa. A consecuencia de ese movimiento se creó entonces la Quincena de los Realizadores, para dar cabida a quienes no se veían protegidos por un gran presupuesto o prestigio para participar en la competencia. Bajo el mando de Pierre-Henri Deleau, la nueva sección se volvió una alternativa refrescante.
Y aunque hace tiempo que la Quincena no programa títulos mexicanos, aislándose del entusiasmo desarrollado por las otras secciones, cabe recordar que cuando aún la dirigía Deleau fue, a principios de los años 90, la pionera al seleccionar películas como Lolo, de Francisco Athié; Danzón, de María Novaro, y Ángel de fuego, de Dana Rotberg, mientras en concurso el único paisano convocado fue, por años, Arturo Ripstein. Eran tiempos en que el cine nacional aún no estaba de moda en la Riviera francesa.