■ El crecimiento de la prostitución hizo que estos lugares cambiaran de giro, aseguran
En tres puntos de La Merced se concentran bodegas adaptadas como hoteles de paso
■ Las autoridades no hacen nada por evitar las pasarelas por el dinero que reciben, denuncian
Ampliar la imagen Una trabajadora sexual de La Merced muestra el lugar donde labora, en una de las bodegas adaptadas Foto: Roberto García Ortiz
Ampliar la imagen Algunas de las sexoservidoras que acudieron a la Asamblea Legislativa para solicitar que se apruebe a ley que regule su actividad Foto: Enrique Leduc
La Plaza General Anaya y las calles Pradera y Limón son tres de los principales puntos de la zona de La Merced en los cuales se concentran bodegas que en otros tiempos almacenaban y vendían frutas, pero que hoy, por el crecimiento desmedido de la prostitución, han sido habilitadas como “hoteles de paso”.
Por 35 pesos, los amantes de los placeres del cuerpo pueden rentar uno de los reducidos cuartos, separados por cortinas o muros de madera, en los cuales sólo hay una cama de piedra –sin colchón, cobijas o almohadas– y un bote de agua para lavarse al terminar la relación sexual.
Estos hoteles-bodegas están localizados muy cerca de la zona donde se concentra el mayor número de sexoservidoras, no sólo las de la avenida Circunvalación, sino las que en la calle de Santo Tomás siguen enganchadas a las pasarelas, es decir, al incesante desfile de mujeres de una acera a otra para ofrecerse por 100 pesos a alguno de sus espectadores masculinos.
De acuerdo con Angélica Flores López, dirigente de una de las organizaciones de sexoservidoras de La Merced, en esas pasarelas es posible encontrar no sólo jovencitas de 14, 15, 16 años, sino mujeres de varios estados del país, e incluso de Centroamérica. Son cerca de 200 las que en esa calle de Santo Tomás ofrecen a diario su cuerpo, y son las mismas que a diario también deben pagar 100 pesos a sus lenones o padrotes, para que puedan trabajar de 10 de la mañana a 11 de la noche.
Cuando un cliente se interesa por los servicios de alguna, se ponen de acuerdo y se van hacia esas bodegas, cuyo fachada es una cortina metálica. A la entrada está una persona que cobra los 35 pesos y ofrece condones o trozos de papel higiénico.
Con más de 25 años de haber llegado a la zona de La Merced, Angélica Flores asegura que es en este lugar donde más abusos se dan hacia las chicas, y donde más delitos se cometen en general, como es el tráfico de drogas como la mariguana, cocaína y pastillas sicotrópicas.
Narra que en el caso de las jovencitas provincianas que por primera vez llegan a enrolarse en esas pasarelas, se les empieza a hacer adictas a las pastillas u otro tipo de drogas, y por eso “luego se ven a algunas niñas con su estopa de tíner caminando por la calle”.
–¿Por qué la autoridad no combate esos ilícitos? –se le preguntó a la lideresa de ese gremio.
–En las pasarelas hay mucho dinero. Los zacateros, padrotes o lenones trabajan clandestinamente en esos cuartos, en las pasarelas, y les deja mucho dinero; luego la mitad de sus ganancias se la dan a los policías, a las autoridades de la delegación Cuauhtémoc o Venustiano Carranza. Es una gran mafia.
Más adelante, Angélica Flores asegura que estos sujetos, para mantener intacto su territorio, tienen contratadas a personas “peligrosísimas”, quienes apenas ven que alguien está filmando o grabando algo, lo golpea, lo amenazan de muerte, “le sacan sus armas”.
Incluso, cita casos de policías que están a la espera de que salgan hombres de los hoteles y los detienen, los fotografían y chantajean con acusarlos con sus esposas si no dan dinero.
Piden aprobación de ley
Angélica Flores acudió ayer a la Asamblea Legislativa del DF para entrevistarse, junto con un grupo numeroso de compañeras, con los diputados del PRD Juan Bustos y Humberto Morgan, para pedirles que aprueben la Ley de Trabajo Sexual y solicitarles su intervención e impidan que sean reubicadas de ese sitio.
Manifestó que en La Merced hay unas 3 mil sexoservidoras, la mayoría simpatiza con ella y que, ajenas a lo que ocurre en las mencionadas calles, ellas han cumplido con no dejar trabajar a menores de edad, no andar “tan desvestidas”, no molestar a la gente y limpiar los lugares donde trabajan; por eso reiteraron que “aunque haya operativos, no nos moveremos de ahí”.