■ El lugar es usado por Rafael Cauduro para crear los murales que le encargó la Corte
A más de tres décadas de su muerte, se cumple deseo de Siqueiros en La Tallera
■ La gente puede entrar a ver como trabajan los artistas; permanecerán ahí cuatro meses
Ampliar la imagen Aspecto de La Tallera con algunos de los murales que está pintando Rafael Cauduro Foto: Luis Santiaguillo
Cuernavaca, Mor. A 34 años de su muerte, por fin se está cumpliendo la última voluntad del pintor David Alfaro Siqueiros, quien legó a México su casa-estudio de Cuernavaca, conocida como La Tallera, para que sus colegas artistas llevaran a cabo proyectos de arte público.
Abandonado por décadas, ignorada su vocación de “laboratorio” plástico, el recinto fue solicitado a finales de 2006 por Rafael Cauduro para elaborar ahí los murales que le encargaron los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
“Me acordé de algo que se le había olvidado al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA): que ese lugar lo donó Siqueiros para que ahí se dieran clases de muralismo y se prestara a quienes tuvieran un proyecto público”, explica el pintor.
Agrega que en 1974, luego de la muerte de El Coronelazo, “hubo una fundación que debió de cumplir la voluntad del muralista, pero quebró y el INBA se hizo cargo. Después, simplemente pusieron La Tallera como museo de sitio y para exposiciones temporales. Nunca se cumplieron los deseos de Siqueiros.”
El amplio inmueble se ubica en el número 52 de la calle Venus, en la colonia Jardines de Cuernavaca. No obstante su evidente deterioro, ofrece unas instalaciones excelentes para quienes deseen hacer no sólo murales, sino obras monumentales.
En el techo de la enorme nave, de más de seis metros de altura, hay varios rieles con poleas para que de ahí se cuelguen los páneles. En el piso, existen fosas para bajar estos a la altura del artista, con el fin de no utilizar andamios.
Además, se cuenta con un patio al aire libre donde está arrumbada una gran máquina, inservible y oxidada, con la que trabajó Siqueiros en la elaboración de los paneles del polifórum que lleva su nombre.
Creación y abandono
La Tallera se construyó en 1965. Ahí trabajó Siqueiros casi 10 años. En 1976, a manera de homenaje, el ayuntamiento de Cuernavaca construyó una explanada frente al taller, conocida como Jardín Siqueiros.
El sueño del muralista fue establecer un taller-escuela que en vez de profesores y alumnos tuviera maestros y aprendices. Este estuvo funcionando un tiempo después de su muerte, bajo la dirección de su cuñado Luis Arenal, pero fue cerrado. Permaneció así hasta 1986, cuando abrió sus puertas como museo, en particular para el resguardo de “la sala poliangular”, única obra original de Siqueiros que se encuentra ahí.
En la actualidad el público no puede acceder a este espacio porque se encuentra en muy malas condiciones debido a la humedad y la falta de mantenimiento. El resto de las obras que se aprecian en La Tallera son de los discípulos del pintor, totalmente dañadas.
En 1995, de museo pasó a centro cultural, coordinado desde entonces por Alberto Vadas Kuhn. En esa época, Gerardo Estrada estaba al frente del INBA, y hubo un intento de echar a andar La Tallera.
El presidente de la Unión Latinoamericana de Muralismo y Arte Monumental, Ariosto Otero, recuerda que la asociación Creadores de Arte Público de México, que presidía José Hernández Delgadillo, estuvo a punto de concretar un convenio para que el recinto volviera a funcionar con los ideales de Siqueiros.
“Inclusive dimos una conferencia en el lugar, había mucha disposición de las autoridades y Agustín Arteaga presentó un proyecto con el que todos los artistas estábamos de acuerdo. Íbamos a producir murales con el apoyo del INBA y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
“Pero se decidió nombrar a Vadas como coordinador del espacio; él no tenía propuesta alguna, yo no estuve de acuerdo porque sabía cuál iba a ser el futuro de La Tallera: su actual presente. Ese fue el motivo por el que, al final, no se firmó ningún convenio. Por eso ahora es muy importante que por fin esté sirviendo para lo que fue concebido”, puntualiza Otero.
Por su parte, Cauduro señala que lo más valioso del proyecto que realiza es que La Tallera “sigue siendo un lugar público, pueden venir a verme trabajar, las personas aprecian mucho eso, porque es divertido. Llegan muchas escuelas, muchos niños. Ojalá que este trabajo abra toda una cadena de proyectos a realizarse en este espacio, creado gracias a la enorme generosidad de Siqueiros”.
El artista y su equipo de colaboradores trabajan tras unos cristales, junto a los que, a manera de broma, están un par de avisos: “por favor no dé comida a los artistas, ellos tienen una dieta balanceada, cualquier otro tipo de alimento los altera” o “no pase, artistas peligrosos”. Permanecerán laborando, por lo menos, durante los próximos cuatro meses.