Nostalgia de una crónica social
En la Galería Artur Ramon de Barcelona, una tarde de abril de este 2008 un grupo particular de personas se reunió a celebrar la inauguración de una muestra de pintura.
Ahora o aquí no se acostumbra que corra el vino en una presentación artística, pero ni los tiempos han impedido que sigan corriendo las presencias humanas. Los asistentes a esta exposición ocuparon la totalidad de las salas y además, y no sólo frente al número 23, cubrieron las aceras y la calle de la Palla.
Como no soy crítica de arte, y sí una diarista con el derecho a escribir la crónica de las almas con las que me cruzo, me limitaré a registrar con quienes me topé en aquel vernisage. No sé si toda coincidencia sea extraordinaria, pero ésta me pareció registrable. Hay encuentros que sólo se dan una vez en la vida, y un escritor que los deja pasar no merece ser llamado escritor.
Bienvenidos por el afable y refinado anfitrión Jordi Umbert, se congregaron y circularon Enrique Vila-Matas con su Vida de volcán, Alfonso Alegre con su Juan Ramón Jiménez, 1956; crónica de un Premio Nobel, Ignacio Martínez de Pisón con Las palabras justas, José Antonio Millán con su Manual de urbanidad y buenas maneras en la Red, Juan Villoro con Es lo que es, Alex Vidal con El hilo de Ariadna: Un recorrido por la biblioteca de Babel, Francisco Goldman, Manuel Llanes; la profesora de italiano Paula de Parma; Selma Ancira, traductora del ruso y del griego moderno al castellano, especialista en Tolstói, Tsvietaieva y Seferis; Victoria Pradilla con su revista Rosa Cúbica y Valeria y Aurelio Major con la suya, Granta castellana; la agente literaria Isabel Monteagudo y, cada uno armado con su casa editorial, Ana Zendrera con Sirpus, Jaume Vallcorba con El Acantilado, el poeta Nicanor Vélez con Galaxia Gutenberg, y Lali Gubern y Jorge Herralde con Anagrama; la arqueóloga y profesora de griego Leri Skandami; Manel Pons, economista; Pilar Aymerich, con Resistents: La cultura com a defensa, retratos fotográficos; Annalisa Corti y Raimon, que preparan su concierto conmemorativo en Madrid Mayo: 1968 / Mayo: 2008; los pintores Narotzky, Javier Serra de Rivera y Gonzalo Goytisolo; examinaron la obra colgada en las paredes los profesores, investigadores y críticos de pintura Joan Bofill y Victoria Combalía; transitaron por igual los diseñadores gráficos Josep Feliú Escudé, Alejandro Vidal, Rosa Obiols, Ximena Pérez Grobet y Enric Satué, el asimismo historiador, profesor y autor; los Muntané y Aurora García, arquitectos; la historiadora de la ciencia Matiana González Silva, que se desplaza en bicicleta, habló con el oculista José Antonio Berniell, la antropóloga y enfermera especializada en coronarias Encarna Martín de la Sierra, con, algo insólito, cinco farmacéuticos: Pilar Giner, Marga y Juan Sebastián López, Rosa y José María Villafranca, y con la médica María Cárdenas, que vía Internet trabaja para la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas y que, como Maite y Pedro Vidal, ingeniero, y con el fin de presenciar la ocasión, se había transportado desde Madrid en el tren de alta velocidad Ave con Laurence Jacobs, físico nuclear que para la predicción del comportamiento en el tiempo de sistemas complejos ha desarrollado técnicas aplicables al riesgo de muerte súbita, al pago de deudas y al de quiebra de empresas.
También presentes: las tahúres ochentonas y usuarias del metro, T. R. A., Carmen Divisón, Magdalena Aragonés y María Teresa Monge; Herminia Segués y su hija Mini, detective; Diego Celorio, diplomático; Juan Ramón Villar, topógrafo; María Ángeles R. Fernández y Mercedes Molleda, educadoras; Dolors la esmaltista; Aída Salvadores; Pepita Argimón; Laura Turmo; Mayte y Enrique Enfedaque, técnico, sus hijos Laura y Pablo; Ana Cama, fabricante de lámparas; quienes, entre otros, para las 22 horas se habían dispersado, cuando los coleccionistas y galeristas Mónica y Artur Ramon padre e hijo apagaron la luz y cerraron la puerta.