■ Devela el historiador hipótesis sobre Quetzalcóatl
Los toltecas influyeron en la cultura maya: León-Portilla
Ampliar la imagen Miguel León-Portilla, durante su ponencia Foto: Francisco Olvera
La civilización tolteca tuvo marcada influencia en el área maya, explicó el historiador Miguel León-Portilla durante la conferencia magistral que ofreció a propósito de la gran metrópoli que fue Tula, la cual aún mantiene importantes incógnitas entre las culturas mesoamericanas.
En el contexto del ciclo Grandes Ciudades del Centro de México, que se realiza en El Colegio Nacional, León-Portilla se refirió a la esplendorosa Tollan y a su legado social, político, religioso, arquitectónico y urbanístico en el pasado prehispánico.
El mítico Quetzalcóatl, el Palacio Quemado, los imponentes atlantes, el juego de pelota, Tula Chico, los barrios, la traza urbana, las magníficas construcciones, las características del gobierno compartido, la iconografía y las referencias sobre la urbe pluriétnica y plurilingüística que era Tula fueron detallados por el historiador, quien estuvo acompañado por los investigadores Linda Rosa Manzanilla Naim y Eduardo Matos Moctezuma.
Los expertos y miembros de ese instituto hablaron durante este ciclo sobre tres urbes específicas: Teotihuacán, Tula y Tenochtitlán, de manera respectiva; cuyas culturas mantienen elementos comunes y semejanzas que las identifican en su historia, desarrollo y declive.
“Lo que hoy sabemos sobre estas tres ciudades hace treinta años era impensable, y gracias a las investigaciones ha habido un avance tremendo en su conocimiento; es necesario conservar la perspectiva de continuidad y de procesos de larga de duración sobre la existencia de esas auténticas metrópolis y de una serie de interrelaciones.”
El mundo maya y el del altiplano seguramente mantuvieron relaciones en algún momento, ejemplificó.
Sobre el mito de Quetzalcóatl, León-Portilla dijo que ha sido objeto de infinidad de elucubraciones: “se ha dicho que fue un vikingo y que era un hombre blanco y barbado, lo cual también ocasionó una de las grandes tragedias, que fue la equivocación de creer que (Hernán) Cortés era la Serpiente Emplumada”.
Sobre esta legendaria deidad, objeto de adoración en diversos puntos del país y épocas, el historiador develó hipótesis: “Del sacerdote, quien adoptó el nombre del dios de la serpiente emplumada en sus anales, le siguieron otros sacerdotes gobernantes que fueron tenidos como personificaciones del mismo Quetzalcóatl”.
Un aspecto es evidente –prosiguió–: no es posible que fuera una misma persona a la que se refieren los textos que hablan de su entronización en Tula hacia fines del siglo noveno y quien tuvo que abandonar la metrópoli acusado por los seguidores de Tezcatlipoca al ocurrir la ruina de esa ciudad a mediados del siglo 11.
“Tampoco es sostenible que fuera el mismo quien gobernó en Tula y apareció siglos después en Yucatán, Guatemala y otros lugares; menos aún es aceptable que ya en el posclásico medio y aún después, debían recurrir a él porque desde diversos puntos buscaban legitimar su poder.”
Ante estas reflexiones, León-Portilla dedujo que el “nombre y título de Quetzalcóatl, también llamado Kukulcán y Gucumatz, fueron asumidos por varios personajes en razón de sus atributos y acciones que se hicieron acreedores” para encarnarlo.