■ El 3 de junio abrirán exposición con 124 obras en el Museo del Prado
Reúnen por primera vez lo mejor del retrato del Renacimiento
■ Incluye cuadros de Rubens, Durero, El Greco, Rafael, Tiziano, Boticcelli y Van Eyck, entre otros
■ Ofrecen un recorrido intenso e intimista por la historia de dos siglos de ese género pictórico
Ampliar la imagen Vieja mesándose los cabellos, retrato del artista belga Quentin Massys incluido en la muestra organizada por el recinto madrileño y la National Gallery de Londres Foto: Reuters
Madrid, 30 de mayo. La exposición El retrato del Renacimiento, que se abrirá al público el 3 de junio en el Museo del Prado, de Madrid, es todo un acontecimiento.
Se trata de la primera muestra que reúne a los mejores artistas de este periodo con la premisa de que el retrato es un género pictórico autónomo.
Otros motivos que le dan un valor especial a esa muestra es la calidad de la obras y, sobre todo, los pinceles reunidos en los salones del nuevo edificio de la pinacoteca madrileña: Rubens, Durero, El Greco, Rafael, Tiziano, Jan van Eyck y Botticelli, entre otros.
El Museo del Prado parece empeñado en revolucionar la museística tradicional europea y convertirse en un referente en innovación y vanguardia de la forma de entender el arte, incluso el más clásico. Su actual director, Miguel Zugaza, le imprimió un toque de modernidad y versatilidad a la forma de concebir las exposiciones, rompiendo los moldes y el acartonamiento.
Con esa exposición se aspira a responder a una interrogante añeja en la historia del arte: ¿Cuándo surge el retrato moderno? Y responde, sin dudar: “Cuando resurge la pintura de las tinieblas en las que estaba sometida, precisamente en el Renacimiento y, sobre todo, gracias al retrato, pues es además una época en la que este género pictórico por sí mismo se democratiza y deja de ser únicamente cortesano”, explicó el comisario y autor intelectual de la curaduría, Miguel Falomir.
El retrato del Renacimiento, organizada de forma conjunta con la National Gallery de Londres, consta de 124 obras, de las que sólo 40 pertenecen a la pinacoteca madrileña, por lo que el resto ha sido trasladado desde otros centros culturales, la mayoría europeos.
Resurgimiento, clímax y ocaso
El recorrido de la exposición supone, a su vez, un viaje intenso e intimista por la historia del retrato durante los dos siglos del Renacimiento, es decir, cuando según los historiadores ocurre el resurgimiento, el clímax y la decadencia de este género pictórico.
A pesar de que los mejores exponentes del retrato fueron artistas de los Países Bajos, Alemania e Italia, en la exposición también se incluyen obras de enorme importancia de pintores de otras regiones de Europa, como España, Portugal y Francia.
Las piezas son en su mayoría pinturas, si bien se incluyen esculturas, dibujos, grabados y hasta monedas.
Falomir explicó que la muestra propone explorar el retrato en sus vertientes más importantes: el parecido, la memoria y la identidad; el cortejo amoroso, la amistad y el matrimonio; y también hay un espacio –una de las partes más emotivas de la muestra– al autorretrato.
El comisario de la exposición explicó que “el valor documental y conmemorativo del retrato es innegable, pero desde principios del siglo XVI se aprecia un interés por aquél como obra de arte. A Francisco I de Francia poco le importaba quién era la Mona Lisa y mucho menos que la hubiese pintado Leonardo, y algo similar debió pensar Diego de Guevara cuando, antes de 1516, regaló a Margarita de Austria el Matrimonio Arnolfini, pintado por Van Eyck. Y es que, como señaló Walter Benjamin, una o dos generaciones después de su realización, el valor de un retrato reside en el nombre de su autor y no en el del retratado”.