El hundimiento del Titanic
Madrid. El New York Times reduce drásticamente su planta de periodistas, y en los últimos años, 3 mil 600 de ellos han perdido sus puestos de trabajo en los medios de comunicación tradicionales, sólo en Estados Unidos. Le Monde pierde lectores y pierde dinero cada mes. El Boston Globe cesa a todos sus corresponsales en el extranjero para ahorrar recursos económicos. En América Latina hay un descenso de 10 por ciento anual de la publicidad que va a los diarios impresos, y 30 por ciento de los anuncios clasificados.
El viejo buque de los diarios de papel parece hundirse al chocar con el iceberg de la información electrónica, que, como todos los icebergs, apenas asoma la punta en un oscuro y helado mar de incertidumbres.
Sobre este choque que provoca ya las primeras fisuras en el barco, hablaron en la Casa de América de Madrid, en un encuentro patrocinado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación Carolina, tres maestros del tema: Rosental Alves, de Brasil; Jean-François Fogel, de Francia; y Gumersindo Lafuente, de España.
Algunos periódicos de extensa circulación tardan en acusar el golpe porque halagan constantemente a la clientela con ofertas, desde música, películas y libros, a aparatos electrónicos con descuentos; pero los expertos nos dicen que no todos los que compran el periódico porque se les da también algo barato, se convierten en lectores. Son periódicos que aumentan su circulación halagando al consumidor, pero no por eso se leen más.
El viejo adagio dice que una crisis representa el momento en que lo viejo muere, mientras lo nuevo empieza a nacer. E Internet, como forma masiva de comunicación, apenas está naciendo, y es más compleja, más participativa, y más invasiva que cualquier medio tradicional. Apenas intuimos cómo será en el futuro. El iceberg muestra su pequeña cúspide, y debajo aguarda su formidable masa, para irse revelando. Colectivos de información, redes de bloggers cada vez más extensas, periódicos digitales personales, hechos a la medida de cada quien, según gustos y necesidades.
Se trata, además, de un cambio de manos del poder de la información. Ahora no se tratará del poder de la empresas, sino del poder personal, doméstico, de quienes manejan desde su casa un sitio, o escriben un blog, y pueden convocar a decenas de miles de lectores o interlocutores. Para esto no necesitan ni capital social ni cuentas de publicidad ni permiso ni licencia de los gobiernos. Y tampoco cobran por su producto ninguna suscripción, ni hay precio por ejemplar.
Avizoramos el sueño de la información libre y democrática, en manos sobre todo de los jóvenes, porque la mayoría de los participantes de Internet tiene menos de 30 años. Un estilo y un método de comunicación que estos jóvenes serán capaces de imponer en el futuro a la sociedad a través de los colegios y universidades y de las empresas donde tengan sus puestos de trabajo, con lo que estarán creando un nuevo mundo, o lo están haciendo ya; así como los instrumentos tecnológicos que hacen posible este mundo son obra también de jóvenes y adolescentes: valiente mundo nuevo.
Un diario impreso, la maravilla de la sociedad industrial a lo largo del siglo XX, nos sigue contando lo que pasó ayer; pero ya nadie se entera a través de los diarios de lo que pasó ayer, salvo que se trate de sus ediciones en versión electrónica, que deben cambiar minuto a minuto sus titulares, y apoyarse en voz y en video, para buscar emparejarse con el flujo informativo constante que se genera desde miles de sitios en Internet.
Se trata hoy en día nada menos que de competir, desde el papel, con espacios de noticias que nunca tienen cierre, porque siempre se están haciendo, y para los cuales no existe el ayer, y el presente es precario y volátil.
Y el diario que habrá podido resistir el choque con el iceberg será aquel que no imprima en su portada la gran noticia de ayer, porque habrá pasado a otra dimensión de la información, ofreciendo más puntos de vista que noticias, más análisis, más espacios de formación de opinión, más investigaciones.
Pero no es una lucha fácil. Los enemigos son muchos. El teléfono digital como sustituto del viejo periódico de papel, en el que leeremos las noticias a cada instante mientras van produciéndose. La pantalla tamaño bolsillo del kindler, el artilugio en el que también leeremos libros. O el periódico hecho de una hoja de plástico flexible, como lo vimos ya en Sentencia previa, la película futurista de Spielberg, en manos de lectores que viajan en el autobús: la hoja estará conectada a un chip transmisor que generará las noticias, y en lugar de fotos fijas tendremos videos. Un periódico virtual que usará “tinta electrónica”, millones de partículas capaces de moverse y acomodarse para formarse en letras y en imágenes.
Los diarios, nuestros diarios de tinta y papel de todos los días, deberán cuidarse de no volverse prescindibles. Tendrán que reinventarse ellos mismos para poder vivir en la nueva era digital, habiendo nacido en una era anterior: la era industrial. Es lo que pasa con todas las especies vivas. O se adaptan a la nueva atmósfera o perecen.