■ “Lo maté porque me vio feo”, señaló un indígena al abandonar el centro penitenciario
La violencia, asunto trivial en municipio de Chihuahua; 95% de los presos son homicidas
■ En Guadalupe y Calvo la mayor parte de los reos son de las etnias tepehuanes y rarámuris
Ampliar la imagen Aspecto del Centro de Readaptación Social de Guadalupe y Calvo, en Chihuahua Foto: Miroslava Breach
Guadalupe y Calvo, Chih., 4 de junio. La violencia es aquí algo cotidiano. Como en las películas del viejo oeste, los pobladores se matan entre sí hasta por una mirada o una mueca, como se observa en la pequeña cárcel municipal, donde 95 por ciento de los presos son homicidas, en su gran mayoría indígenas de las etnias tepehuán y rarámuri.
En este municipio, considerado uno de los de mayor índice de marginación económica y social de la Sierra Tarahumara, la violencia, y concretamente el homicidio, es algo trivial. Un hombre serrano puede matar a otro por cualquier nimiedad: “Lo hice porque me vio feo”, dijo Guadalupe Chaparro Torres, un indígena tepehuán que recobró su libertad luego de estar encarcelado ocho años, por homicidio.
Diecisiete indígenas fueron liberados el lunes en Guadalupe y Calvo, auxiliados por el Programa de Excarcelación de Presos Indígenas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indios (CNDI), luego de purgar 70 por ciento de sus condenas, y tras revisar las condiciones socioculturales en las que cometieron los delitos.
“Es un problema complejo, los reos indígenas no tienen acceso a una buena defensa legal durante el proceso judicial ni recursos para lograr beneficios del sistema penitenciario”, señaló el director del Programa de Convenios en Materia de Justicia de la CNDI, Jesús King Pérez, entrevistado en Guadalupe y Calvo.
“La problemática de los reos indígenas se repite por todo el país, en los 402 centros de reclusión que existen en el territorio nacional hay 9 mil 705 indígenas privados de la libertad, sentenciados o procesados por delitos que requieren atención jurídica, reconociendo las condiciones socioculturales en las cuales cometieron delitos, para buscar su excarcelación”, señaló.
Y efectivamente, los reos del penal municipal de Guadalupe y Calvo son en su mayoría indígenas. De los 147 internos, 107 son indios tepehuanes y rarámuris, procesados o sentenciados por homicidios.
“Los internos llegan por homicidio. La gente se mata con mucha facilidad en el pueblo o en los ranchos, en cualquier baile, en cualquier tonare (reunión o fiesta tradicional indígena, donde beben tesgüino) salen las armas, y luego ni se acuerdan de lo que hicieron”, señaló el director del penal de Guadalupe y Calvo, Valentín González.
Esta cultura de la violencia en la región serrana de Chihuahua genera un problema grave de sobrepoblación en las cárceles, cuyas instalaciones son inadecuadas para alojar al alto número de internos que viven hacinados, sin condiciones mínimas de higiene y dignidad humana.
“Nosotros estamos atendiendo el problema de los presos indígenas, tenemos más de 500 en las cárceles del estado, pero también hay que atacar las causas de la violencia, y mejorar sus condiciones en los penales”, comentó a su vez el delegado de la CNDI en Chihuahua, Heberto Javalera.