Número 143 | Jueves 5 de junio de 2008 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
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En México, según un informe del Instituto Nacional de las
Mujeres de 2004, una de cada 10 mujeres indígenas que se
embaraza fallece por complicaciones; 25 por ciento de las personas
infectadas por VIH/sida son mujeres (Censida, 2007); los
tumores representan la tercera causa de muerte en la población
femenina: 13 por ciento de éstas corresponden a cáncer
cérvico-uterino y 13.3 por ciento a cáncer de mama (INEGI,
2006). De acuerdo a la Secretaría de Salud, en 2006 murieron
mil 166 mujeres, lo que representa una razón de 60 muertes
maternas por cada 100 mil nacidos vivos registrados. Si bien deben reconocerse los esfuerzos de los gobiernos del mundo por mejorar esta situación, calificada como grave en las conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995), esta somera revisión de las cifras actuales en México nos arroja resultados verdaderamente preocupantes. En este país, organizaciones de la sociedad civil que tenemos años luchando por el derecho a la salud de las mujeres hemos participado en iniciativas de colaboración con el gobierno que demuestran la sensibilidad y voluntad por promover políticas públicas destinadas a abordar estos problemas. Sin embargo, reiteramos que la situación aquí enunciada nos demuestra que es necesario redoblar esfuerzos y promover políticas integrales e interinstitucionales, así como destinar los recursos financieros necesarios para su instrumentación. Un factor fundamental para que la salud de las mujeres alcance un estado completo de bienestar es el cambio cultural indispensable para que las mujeres puedan integrarse plenamente a la vida social, económica y política y se reconozca su plena autoridad moral. Ante este panorama, como comunidad católica debemos sumarnos a todos los esfuerzos por mejorar la salud de las mujeres, particularmente su salud sexual y reproductiva. Como mujeres católicas debemos reconocer que nuestro bienestar depende de decir sí a nuestra existencia y a nuestra salud, de tomar nuestras decisiones para cuidarla y exigir a nuestros gobiernos garantías para el disfrute de nuestros derechos. Lamentablemente nuestra institución católica en muchos
casos se ha convertido en un riesgo para la salud física, psíquica
y espiritual de las mujeres porque se ha alejado de sus vidas,
porque ha traicionado el Evangelio y porque el magisterio,
creyéndose infalible, impone una moralidad unívoca que ni
sus integrantes pueden cumplir: muchos de ellos son también
víctimas de su doctrina del sufrimiento y la desesperanza.
Llamamos a las autoridades de la Secretaría de Salud, que tienen en sus manos esta ampliación de poderes en manos de personas opuestas al ejercicio de los derechos básicos de las personas, a que consideren seriamente la necesidad de limitarlos en pro de la salud y el bienestar de las mujeres mexicanas. |