Ciudad Perdida
■ Ahora, el canto de las encuestas
■ Impotencia del panismo gobernante
¿Y ahora, por quién cantan las sirenas?
Si nos atenemos a sus últimos sonidos podríamos responder que por Marcelo Ebrard, pero si de lo que se trata es de escuchar bien la tonada, nos podremos dar cuenta que la balada de seducción busca poner frente a frente al jefe de Gobierno y a López Obrador, en un intento más por romper el binomio que tanto enferma al poder.
Las presiones que pretendían hacer que Ebrard abandonara su postura frente al gobierno federal han fracasado. Las preguntas tendenciosas, la constante por hacerlo ver como un empleado de Andrés Manuel que no puede hacer otra cosa que obedecer órdenes, provocaron exactamente lo contrario a lo que se pretendía.
Los vínculos de concordia y respeto político entre los dos personajes se hicieron más estrechos y sólidos y conforme los ataques, en ese sentido, se multiplicaron. La estrategia en su contra fue un fiasco. Más temprano que tarde el jefe de Gobierno se dio cuenta de que la historia del trabajo continuo y la colaboración entre Los Pinos y la ciudad de México no era más que otro ardid para tratar de aislar al tabasqueño y someter al gobernante del DF, así que la artimaña tampoco les funcionó.
Sin aceptar la derrota, esta vez el poder recurre la supuesto invencible del canto de las encuestas, de la seducción, que según los estrategas del PAN-gobierno, no puede fallar porque toca el alma política de los personajes. Entonces todo cambia. Ebrard ya no es el mandadero de López Obrador, ahora es su competidor, es decir, en términos de lucha política: su enemigo.
Esa es la interpretación que se quiere dar a las mediciones que empiezan a circular con la idea de provocar el enfrentamiento y la ruptura entre los dos líderes de la izquierda, que según parece correrán la misma suerte que las otras intentonas: el fracaso.
Ebrard entró en zona de peligro. Es decir, se ha convertido en un factor de mucho peso político, en un peligro para la derecha gobernante, que sin poder suficiente para convencerlo de entrar en su nómina, ahora lo ataca, le lanza amenazas veladas como las de la Secretaría de Gobernación, que pretendía prohibirle realizar la consulta sobre el futuro petrolero del país, argumentando falsos impedimentos legales, que por falaces resultaron inútiles.
Por eso ahora echan mano de la seducción, esa ilusión que hace caer a los políticos en su propia trampa porque les confunde la realidad. En otras palabras, ahora se optó por las encuestas, arma que supuestamente ataca la inseguridad de unos y el ego de otros, mentira que se construye en nombre de la voz de la gente, pero que siempre se estrella en la solidez que da la confianza de la conciencia tranquila.
Se ha demostrado a lo largo de este sexenio, que no es mucho, que el poder no sabe qué hacer para impedir que el gobierno legítimo avance en la opinión de la gente –digan lo que digan las encuestas–, sobre los errores y la mala fe del PAN-gobierno.
También quedó claro que la opinión y la decisión del jefe de Gobierno afecta a los intereses de quienes buscan convertir al país en el paraíso de los negociantes extranjeros.
Pero por sobre todo esto lo que les parece intolerable es la fuerza del binomio Andrés Manuel López Obrador-Marcelo Ebrard, porque si con un no pueden, con dos la vida política se les ha vuelto un infierno.
De pasadita
Ahora resulta que aquel preso político que tantas defensas provocó en los medios de mercado, no es más que lo que siempre se supo: un vulgar estafador. Y es la ley, a la que tanto respetan, la que lo dice. Para Carlos Ahumada llegó la hora de la justicia. ¡Qué tal!