■ El brasileño interpretó 21 de sus éxitos en dos horas de concierto en el Auditorio Nacional
Fervoroso, recibió el público mexicano a Roberto Carlos, tras 10 años de ausencia
■ ¿Qué será de ti?, Propuesta y Cóncavo y convexo, tornaron el ambiente colectivo en íntimo
Ampliar la imagen Un millón de amigos fue la última de la noche Foto: Fernando Aceves
El llamado Rey de los vendedores de discos en América Latina (más que los Beatles), el cantante brasileño Roberto Carlos, se presentó en el Auditorio Nacional del Distrito Federal la noche del pasado lunes, luego de más de 10 años de ausencia. Cantó durante dos horas 21 sus éxitos, que dejaron el alma de los asistentes con más ganas de vivir. Salieron coreando Un millón de amigos, la última de la noche.
Mostró su experiencia, acumulada desde 1958, cuando fue descubierto artísticamente. La orquesta que lo acompaña por el mundo tocó un intro que dejó entrever Enamorada de un amigo mío. Aplausos. Apareció en el escenario y la gente se puso de pie para ovacionarlo y gritarle “¡te amamos, Roberto!”
Mujeres maduras expresaron su admiración y fervor. Muchas se enamoraron con alguna de sus composiciones; otras se casaron, y algunas hasta se divorciaron, o estuvieron o están en el proceso del desamor. Para todas hay una rola robertocarliana, como ¿Qué será de ti?, que es una pregunta y un ruego.
Repertorio pleno de romance
Los hombres recordaron sus años de escuela primaria y secundaria. Sus primeros acordes con Guitarra fácil para sacar la tonada de Amada amante o Estás tan linda. Eran los días de sueños, de querer formar una familia. “Yo no me voy a casar para divorciarme”, se decía en el barrio.
Había otros valores, otras crisis. Roberto Carlos supo captarlos y cantarlos. Entonó Emociones, que señala que de eso está hecha la vida. Varias veces se apagaron totalmente las luces del foro. Los arpegios de Detalles y el ídolo guitarra en mano combinó español y portugués. Lady Laura, otra inolvidable, que dedicó a su mamá. Habla de contar cuentos antes de dormir.
Al entonar La carcachita la oscuridad cundió y como por arte de magia apareció un coche que de carcacha no tenía nada: era un modelo clásico de color azul. Cosas de gigolós cariocas.
Al piano arrancó las notas de Maria Rita, quien fue su esposa. “Meu amor”, cita la letra. Con Mujer pequeña, escrita a finales de los 90, la cual es una forma de engrandecerlas, a las todas bellas. Vinieron otras más conocidas. Tiene tantas y le pedían algunas. Complació con Propuesta, Cóncavo y convexo, Un gato en la oscuridad (“yo nunca he visto un gato azul”, bromeó sobre la traducción al español).. El concierto se volvió íntimo en la colectividad. “No sé música; soy músico de oído, aunque sí, soy un poco musical”, dijo, y procedió a dirigir la orquestota. “Las cuerdas son como las caricias”, acotó.
Natural y sensual
Un poco de nacionalismo musical: Brasil brasileiro, que denota algo de las influencias que ha recibido de manera natural, climática, sensual. De Gardel, El día que me quieras. Si el amor se va, “que es de mi compadre Roberto Livi”, quien también compuso Un muchacho pobre, aquel ser sólo solvente en sentimientos buenos, pero hasta ahí.
La distancia, que fue súper coreada; Amigo y Jesuscristo, que hicieron del Auditorio, sin más, un templo.
Al final, al despedirse, como si fuera un imán de magnetismo poderoso, decenas de mujeres y hombres se acercaron al borde del escenario para saludarlo. Les regaló cientos de flores, cada una de las cuales besó con sus labios.
Fue la vuelta a México de Roberto Carlos, quien aquí tiene más de un millón de amigos.