■ El director de El Juglar niega que para ciertas actividades se carezca de público
Por interés económico, la industria cultural te vende lo que sea: Hiquíngari Carranza
■ Se han impuesto modas que nada tienen que ver con nosotros, gracias a la televisión, afirma
■ Los promotores culturales deberían realizar su labor y no sólo pensar en hacer negocio, lamenta
Ampliar la imagen Para Hiquíngari Carranza es necesario traer a México espectácuios culturales que trasciendan mediante su trabajo, sus raíces y su historia Foto: Luis Humberto González
México ha sufrido de manera muy importante los reveses de la industria cultural y el interés económico que vende lo que sea, envuelto en celofanes, como si fuera maravilloso, pero sin tener basamento, afirma el productor Hiquíngari Carranza.
Director del Centro Cultural El Juglar, con más de 30 años de dedicarse a la promoción de espectáculos que “más allá del show, trascienden mediante su trabajo, sus raíces, su historia”, el artífice de las presentaciones en el país de personajes como Omara Portuondo, Carlos Díaz Caíto, el grupo chileno Inti Illimani y la compañía rusa El Ejército Rojo, explica que “se han impuesto modas y culturas, que no tienen nada que ver con nosotros, mediante el uso y abuso de la fuerza que da la televisión”.
En entrevista con La Jornada agrega que los diversos grupos artísticos que tienen acceso a los foros de la ciudad, motivados sólo por cuestiones mercantiles, “vuelven huérfanos esos espacios. Es muy importante buscar un contrapeso, por eso tratamos de que cada artista que traemos tenga raíz, un verdadero sentido, que su motivación sea el interés cultural, que signifique proyectar su historia.
“Cualquier persona que se diga promotor cultural debería buscarlo, no sólo pensar en hacer un negocio. La cultura debería tener un estatus diferente porque es, finalmente, lo que logra concatenar a los pueblos, es el patrimonio de cada nación, y hay que luchar por ello.”
Desde 1981 Carranza está al frente de El Juglar, lugar en la colonia San José Insurgentes que se inició como librería y con el paso del tiempo se ha convertido en un recinto independiente donde convergen actividades artísticas, educativas y sociales.
Ahí se reunieron, en su momento, exiliados uruguayos, guatemaltecos y chilenos. Ahí también se gestó el Tribunal de la Verdad del 68, entre otras actividades de gran incidencia en la vida política del país. Desde este centro de operaciones, Hiquíngari Carranza prepara la presentación de Cosacos del Don (espectáculo ruso que pospuso su presentación del 12 de junio en el teatro Metropólitan hasta nuevo aviso), así como la llegada del emblemático grupo chileno Quilapayún y el potente espectáculo sudafricano Footprint.
–Hay promotores de espectáculos que piensan que para ciertas actividades culturales no hay público.
–Es una falsedad. El pueblo de México es sensible a la cultura, pues ancestralmente hemos estado ligados a diversas manifestaciones culturales. Somos un país en el cual, en cada comunidad, existe una manifestación cultural, no surgimos por generación espontánea ni mucho menos. Tenemos raíces impresionantes que ya quisieran muchas naciones.
“Esto no les importa a los grandes consorcios dedicados al entretenimiento, son de una ignorancia total y tienen una voracidad por hacer dinero como sea, sin importarles los valores, que son los que sostienen a una sociedad. Eso es lo que hay que defender.
“La parte económica tiene que estar planteada, aunque no sea lo fundamental, porque si no, haces una actividad y nunca más otra. Si bien con un homenaje, con la presentación de un libro, con la exhibición de una película no vas a recibir gran cosa, pero hay que organizar actos paralelos que eventualmente dejen recursos, de lo contrario no se puede mantener la cadena de actividades.
“No estoy peleado con eso. El dinero tiene que ser parte del proyecto, pero como un mal necesario. En la medida en la que hubiera más promotores culturales comprometidos, primero con su país, con su gente y segundo con el arte, como realmente debiera ser, pues la oferta cultural sería mucho más atractiva.
“Hay que saber aprovechar la gran ventaja que tenemos: este país está colmado de sensibilidad y capacidades artísticas, por eso hay muchos creadores de cine, escritores. Lamentablemente no contamos con un Estado rector que se comprometa con esto, ni condiciones jurídicas para poderlo hacer.
“Se le han entregado las mejores condiciones a los grandes monopolios de la industria cultural, en el sentido más amplio. Los creadores, los empresarios autónomos, los promotores culturales independientes estamos al margen y con el riesgo de desaparecer en cualquier momento.
“Las áreas que se protegen son las que no tendrían que cuidarse: el monopolio, el promotor sin sensibilidad ni compromiso social, con sólo intereses económicos. Nuestras instituciones los defienden a ellos antes que a nadie.
“Habría que buscar que, por lo menos, las autoridades pusieran en equilibrio esa situación, facilitar las cosas para que la oferta cultural mejore y no sólo sirva a los sectores más poderosos, que traen lo que se les ocurre sin importarles el rigor artístico o histórico de los espectáculos. Hay que señalar con mucha firmeza esa situación”, concluyó Carranza.