En el MUCA campus
La exposición Las implicaciones y la imagen concluirá el próximo domingo en el MUCA campus.
La selección de la famosa colección Isabel y Agustín Coppel, que está ubicada en varios sitios en México y el extranjero, se debe a la curadora Taiyana Pimentel y el título que le otorgó corresponde a los contenidos porque lo que allí vemos, en cualesquiera de los medios, son imágenes, incluyendo el módulo (es un decir) del grupo regiomontano Tercerunquinto, autor de una escultura pública urbana en la periferia de Monterrey.
A pesar de que observé con detenimiento las fotografías y los dibujos, no pude ubicar del todo la escultura pública, a menos que la totalidad del conjunto lo sea (como quería Beuys) incluidas las numerosas personas captadas a color en democráticas tomas no profesionales.
Debido a que hasta el momento he hecho referencia principalmente a los artistas de México, aclaro que no podía faltar Gabriel Orozco con expresiva amplificación de tema futbolístico (deporte al que es afecto) intervenida con base en segmentos esféricos pintados (cual corresponde al balón); tampoco Miguel Calderón, autor de aquel video ficticio de 2004 en el que la escuadra mexicana abate a Brasil 18 goles a cero.
Del chilango Jonathan Hernández son cuatro paneles cuadrados a los que se adhieren, en forma de bitácora o archivo, nítidos recortes de periódico. Lucen embellecidos (y avejentados) con una pátina favorecedora, pues de golpe puede parecer que se trata de postales editadas.
Su concreción, según pude observar o entender, implica un cuidadosísimo trabajo manual en el que el aspecto formal, patente en cada uno de los paneles tipo mosaico, no es en modo alguno elemento aleatorio.
Santiago Sierra, hasta donde sé, es considerado madrileño y mexicano. Su video ilustra el tatuaje de una línea en las espaldas de seis hombres jóvenes que fueron remunerados (los tiempos de modelaje y tatuado fueron pagados). Me pareció excesivamente largo, por no decir aburrido.
Francis Alÿs es belga y habitante de México por largas temporadas, como bien se sabe. Está representado a partir de una pequeña pintura al óleo y encáustica y varios atractivos dibujos referidos a la misma, efectuados en soportes de diferente consistencia. El conjunto se titula La ronda y pudiera ser que la idea se le haya generado mediante la ronda de los asilados en Saint Remy, de Vincent van Gogh, en la que, como en estos trabajos, el color azul predomina.
El neoyorquino Andrés Serrano tiene ascendencia latinoamericana. Muchos conocedores de estos rubros del arte contemporáneo lo recuerdan principalmente por una pieza que causó polémica, el Piss Christ, que por cierto es bella visualmente; su subversión consiste en que el objetivo captó la imagen de un crucifijo de plástico sumergido en un líquido áureo que supuestamente corresponde a orina.
Ahora puede observarse su Gray Moses, glosa con propositiva deformidad (se trata de un díptico) del Moisés de Miguel Angel en San Pietro In Vincoli, recientemente sometido a una limpieza, motivo por el que (quizá) aparece más indignado y empolvado que de costumbre en esta versión que subvierte su anatomía.
Junto hay otra pieza que también rinde homenaje al arte del pasado. El autor, Tony Cragg, siguió la silueta del discóbolo de Mirón en la versión de la colección Chiaramonti de los museos vaticanos, rellenándola, se diría, con pequeños objetos que parecen ser de desecho. La obra se presenta adherida al muro.
De Juan Muñoz, español que murió prematuramente en 2001, hay una pieza escultórica en resina, trepada en lo alto de la mampara de modo que el espectador ve la inestable figura de un hombre precariamente sostenido por una silla a la que le falta el asiento. Se titula Agua y tela sobre la cabeza, sin que la cabeza sea del todo discernible, lo que contribuye al efecto que provoca. Hay muchas obras similares a ésta en el Museo de Munchenglasbad, en Alemania, tanto que creí en principio que de allá provenía.
Vi que un espectador pasaba largo rato observando lo que parecía una impresión cybachrome en caja de luz. Se trata de Sueño profundo, de Fernando Ortega: un colibrí posado en frágil ramita. Hay que poner mucha atención (cosa que hice), pues de vez en cuando el pajarito realiza casi imperceptible movimiento.
Es exactamente el mismo método que inauguró hace ya tiempo Bill Viola, también representado en esta exposición que podría seguir comentando porque aparte de lo que testimonia acerca de los quehaceres artísticos contemporáneos, es entretenida e instructiva, incluso para los niños.