Bajo la Lupa
■ México, ¿transfrontera de la guerra de la cuarta generación?
Ampliar la imagen Nuevas instalaciones del Centro de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva (PFP) en la ciudad de México, donde Genaro García Luna, titular de la Secretaría de Seguridad Pública, manifestó que hay posibilidades de encabezar de manera paulatina las acciones contra bandas organizadas del narcotráfico, pues la PFP “ha crecido en todas sus dimensiones”. Foto: Notimex
Desde diversos círculos estratégicos de EU han llovido despiadadas criticas al Estado calderonista, que catalogan de “Estado fracasado”. Después del estrujante artículo de Stratfor (Bajo la Lupa, 28/5/08), aparecieron el de William S. Lind y el de Jim Willie, quien tilda a México, desde el punto de vista financiero, también, de “Estado fracasado” (Financial Sense University, 20/6/08).
Nos centraremos en el temerario artículo de William S. Lind, gran teórico militar de la “guerra de cuarta generación” (GCG) –concepto descrito en un artículo de 1989 de Marine Corps Gazette, titulado: “La cara cambiante de la guerra: en la guerra de cuarta generación”–, quien aduce que ésta “toca a las puertas de EU”, que libra otras dos guerras similares en Irak y Afganistán, y que “la muerte en espiral del Estado mexicano parece haberse acelerado” (Space War; “Asuntos militares: hacia la ruta de México”, 5/6/08).
Considera en forma atroz que la guerra de los cárteles en México (de nueva cuenta clasificado como “Estado fracasado”) forma parte de la “GCG”. Se trata de “un modelo de la GCG, que probablemente sea más común del que se libra ahora en Irak y Afganistán, donde el Estado ha desaparecido, a pesar de los esfuerzos frenéticos para que su cadáver farfulle y baile en los pies de los gobiernos de Al Maliki y Karzai”. ¿Se parecen, entonces, estos gobiernos disfuncionales y fallidos al de Calderón?
Según William S. Lind, la “mayoría de las entidades de la GCG no requieren derrocar al Estado. Solamente necesitan hacerlo impotente para interferir en sus actividades, como Hezbollah en Líbano”, lo que “se consigue de manera tranquila (¡súper sic!), capturando los aspectos relevantes de las entrañas del Estado”, que incluye “las fuerzas de seguridad, que usualmente no son difíciles de penetrar, a líderes políticos, quienes pueden ser comprados, chantajeados o ambos, y a ciertos elementos de los multimedia”. ¡Ni más ni menos que la radiografía del México calderonista!
Asevera que los cárteles de la droga en México han sido “efectivos en cooptar y aniquilar a líderes políticos o figuras de los multimedia. El resultado no ha sido la desaparición del Estado, sino su ‘socavamiento’”. Para el “mundo externo, permanece un Estado, con todos sus derechos soberanos” (nota: aquí se equivoca Lind, porque el México calderonista carece de soberanía financiera y se apresura a despojarse de la soberanía militar y energética). Pero “internamente es una ciudad Potemkin, una escenografía en la que dramas como las ‘elecciones’ pueden ser actuados mientras las entidades de la GCG realizan los negocios verdaderos”, que “no pocas veces incluyen la mayor parte de la economía del país que el Estado no se atrevería a estrangular, aun si pudiese”.
La estructura de “Estado Potemkin” protege a las organizaciones de la GCG “de un ataque foráneo”, mientras el “penetrado (sic) gobierno mexicano asegurará que cualquier cooperación, con los esfuerzos (sic) antinarcóticos con EU no rebase los límites formales”, cuando “todos se benefician en mantener la ficción de un Estado: los cárteles de la GCG, la economía mexicana, las cuentas bancarias de los políticos mexicanos y el gobierno de EU”.
Concluye, muy severo, que EU necesita desesperadamente “reconectarse con la realidad, que incluye el hecho de que la transfrontera con México ya no existe”.
William S. Lind es un experto en asuntos militares y un erudito del “conservadurismo cultural”. Graduado de la Universidad de Princeton, se dio a conocer por haber sido uno de los teóricos originales de la GCG, según la cual el Estado ha perdido efectivamente el monopolio de la guerra y donde se han borrado las fronteras entre la guerra y la política, el soldado y los civiles, la paz y los conflictos, y los campos de batalla y la seguridad urbana, cuando la guerra ha regresado a una forma descentralizada y dispersa. En forma más llana se define como una “guerra asimétrica” de la clásica guerra de guerrillas de baja intensidad.
La guerra de primera generación representa las tácticas de línea y columna, en la era del mosquete; la de segunda generación, las tácticas de fuego lineal y en movimiento; la de tercera generación, tácticas de infiltración rodeando y haciendo colapsar a las fuerzas del enemigo. La originalidad de Lind radica en que incorpora la guerra de las drogas a la GCG, donde un impotente Estado militarizado se encuentra incapacitado para lidiar con los cárteles que han penetrado sus estructuras carcomidas.
De Defensa, centro de pensamiento militar europeo (10/6/08), se entusiasma con el nuevo concepto de William S. Lind, que ha tenido un “efecto bumerán” contra EU. Resulta interesante su interpretación: “México es el caso del fracaso de una tentativa semirrevolucionaria que ocurrió en condiciones extrañas (sic), poco habituales, durante la elección de Calderón en 2006. El sistema, manipulado (sic) o inspirado de manera general por EU, hizo fracasar esta tentativa, quizá con la ayuda de provocaciones. La constatación interesante es que el éxito ‘contrarrevolucionario’ se paga mediante una degradación notable de las estructuras del Estado, ayudado por la política neoliberal del mismo presidente/gobierno muy cercano en sus conceptos a las tesis de EU”.
Aunque comporta muchas exageraciones y flagrantes omisiones (v.gr la venta de armas estadunidenses en la transfrontera a los cárteles; el TLCAN, que abre de facto las fronteras de par en par al crimen organizado transfronterizo, etcétera), lo interesante del artículo de WSL no radica en su precisión, ni siquiera en la conceptualización de asemejar la vulgar guerra de los narcóticos de los cárteles a una más gloriosa guerra de guerrillas, sino en la insistencia frenética de los círculos bélicos de EU en considerar al México calderonista, indefendible a todas luces, como un “Estado fracasado”, pese a la supuesta protección del régimen torturador bushiano.
Porque sería imposible, humana y tecnológicamente, que perdurase cualquier movimiento guerrillero, ya no se diga un vulgar cártel de las drogas, sin la connivencia, por no decir control y comando, de los poderes cupulares tanto de México como de EU (sobre todo), y que depende de protecciones, alianzas tras bambalinas, ocultamiento multimediático, nutrición armamentista y logística, y traslados financieros clandestinos. De otra manera no se podría entender que el narcotráfico constituya el principal negocio global del G-7 y la OTAN.