■ Jornada inicial de la segunda venta de remate auspiciada por el Gobierno del DF
Legiones acuden para salvar a los libros de la trituradora
■ Nada más de pensar que los que no se vendan serán destruidos, me dan ganas de comprar todos, dice una lectora
■ A las personas sí les gusta leer, pero a precios normales están demasiado caros
Ampliar la imagen Incesante búsqueda en un mar de títulos, ayer, en el vestíbulo del Auditorio Nacional (Paseo de la Reforma y Campo Marte, Bosque de Chapultepec) Foto: Yazmín Ortega Cortés
Cientos de personas acudieron ayer al llamado para “salvar” libros que el Gobierno del Distrito Federal (GDF) realiza por segundo año consecutivo, al organizar una venta de bodega de ejemplares de remate con la participación de las principales editoriales de la ciudad, las cuales ofrecen saldos a los lectores.
El argumento fue más que convincente: “la industria editorial tiene sus bodegas llenas de libros que han pasado por ventas y rebajas. No tiene cómo deshacerse de ellos, ya que se le prohíbe donarlos o regalarlos, a menos que paguen impuestos.
“Además del costo por almacenamiento, tienen que pagarlos como activos fiscales. Por tal motivo algunas editoriales se ven en la necesidad de triturarlos (otras no). Compra un libro para que siga existiendo, en lugar de que se tenga que destruir.”
La noticia corrió de voz en voz o por correo electrónico, sobre todo entre jóvenes universitarios que abarrotaron desde las 11 de la mañana el vestíbulo del Auditorio Nacional, donde se instalaron los anaqueles de las editoriales, muchas de ellas con libros “nuevecitos”, todavía con la envoltura de papel celofán.
De Tolstoi a Saramago
Con precios que iban desde los siete pesos, pronto se hicieron largas filas frente a las cajas para pagar, mientras algunas personas, celular en mano, hablaban a sus amigos para invitarlos a la ganga: “¿libros de Saramago? Sí, están todos los títulos, a 90 pesos, ¿cuál te llevo?”
Ediciones Era, Cal y Arena, Alfaguara, Océano, Siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, Porrúa y Larousse son algunos de los sellos que vaciaron sus bodegas. Desde novelas clásicas como La guerra y la paz de Tolstoi (en buenas ediciones, algunas en menos de 40 pesos) hasta libros de gran formato de fotografías de músicos de jazz (a 100 pesos), cuentos para niños de pasta dura (a 30 pesos), libros de texto, medicina, computación, arquitectura, historia, antropología, diccionarios, sin faltar los recetarios de cocina y los libros de autoayuda.
“Nada más de pensar que los que no se vendan se van a destruir, me dan ganas de comprar todos”, dice una señora que revisa el módulo de Ediciones El Equilibrista, mientras de reojo ve las colecciones de poesía y pide ayuda a una amiga para ir a “apartar” los que ya le gustaron.
Nadie sale de la venta con sólo un libro, inclusive los que nada más “entran a ver”, a los pocos minutos abren el monedero para llevarse un título que les pareció “barato y buenísimo”, porque “este libro allá afuera, en las librerías, es decir, en la vida real, esta re caro”, afirman.
Buscar un segundo mercado
La entrada al vestíbulo de la sala de conciertos es libre y, a diferencia de las ferias del libro formales, la vigilancia es laxa. Ningún librero cuida con demasiado celo su mercancía y eso lo agradece el público, que espera con gusto pagar, a veces en mesas que no tienen un encargado a la vista. En el fondo todos saben que aunque uno que otro volumen se vaya “gratis” a casa de alguien, es un mejor destino que triturarlo.
No sólo los lectores de hueso colorado llegaron al remate, también acudieron los comerciantes informales de libros, como Pedro, quien vende en un tianguis y adquirió ayer, al menos, 30 títulos de Tusquets, “una buena editorial”, asegura.
Compró varias novelas a 50 pesos, las cuales ofrecerá en su puesto “por lo menos, al doble, y aun así será barato”. El comerciante considera una lástima que se destruyan los libros que las grandes librerías no venden, “sin buscar la alternativa de un segundo mercado o una mejor promoción, pues si este tipo de ventas se anunciara de mejor manera, este espacio resultaría insuficiente.
“Los libros que me llevo no los compra la gente a su precio normal porque son muy caros. Y sí hay mercado, lo que no hay es dinero. Por ejemplo, un hit editorial te cuesta 200 pesos o más, con descuento, unos 170 pesos, pero de ahí hacia arriba. En Sanborns hay bestsellers en 350 pesos, es una barbaridad pagar tanto dinero por un libro: ése es problema de los libros, el precio, no que no queramos leer. Por eso existe la piratería”, concluye Pedro.
A la una de la tarde los anaqueles de Editorial Diana estaban semivacíos, pero los vendedores aseguraron que mañana llevarán más títulos; calculan que venderán unos 15 mil ejemplares, mientras que en Alfaguara informaron que ofrecerán 8 mil de aquí al domingo, cuando concluya el remate. La venta se realiza de 11 a 19 horas.