Editorial
SNTE: preludio de otro elbazo
El próximo martes habrá de iniciarse el congreso extraordinario para la renovación de la dirigencia de la sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) –que agrupa a cerca de 60 mil docentes del Distrito Federal y que representa un importante bastión de las expresiones de lucha por la democratización del gremio–, en medio de múltiples denuncias por irregularidades que reflejan, una vez más, el carácter caciquil, mafioso y antidemocrático de la cúpula sindical que encabeza Elba Ester Gordillo.
Según afirman los sectores disidentes, a fin de recuperar la dirigencia seccional el Comité Ejecutivo Nacional del SNTE ha volcado su maquinaria hacia la capital del país, ha contado con los favores de las autoridades educativas nacionales y ha recibido apoyos adicionales de su brazo político, el Partido Nueva Alianza. Los integrantes de la denominada “ala democrática” afirman no conocer todavía la sede del congreso, acusan el hecho de que éste vaya a celebrarse “a tan sólo dos días de que concluya el ciclo escolar, cumpliendo con la vieja táctica elbista de elegir las peores condiciones para evitar una participación democrática y plural”, y denuncian la realización de negociaciones en hoteles de lujo, orientadas a la cooptación de delegados mediante la presión y el condicionamiento de prestaciones, todo ello con miras a garantizar que a las jornadas de renovación seccional sólo asistan incondicionales de la dirigencia nacional.
Este panorama, que de suyo constituye un inventario de violaciones a los principios básicos de la libertad sindical, no es, sin embargo, más que un botón de muestra de lo que ocurre a escala general en el gremio. Circunstancias similares pueden observarse en la sección 7, de Chiapas, donde el ala disidente ha denunciado la imposición del dirigente Rosendo Galíndez, o en las expresiones de conflicto que se han producido en las secciones 18, de Michoacán, y 58, de Zacatecas.
En todos esos casos, la imposición se ha revelado como el signo de la cúpula que dirige el magisterio, cuyos integrantes carecen, a lo que puede verse, de la libertad para elegir a sus representantes. Al día de hoy, en el SNTE persiste un clima de ausencia democrática, que parte de la dirigencia –con la unción de Elba Esther Gordillo como dirigente vitalicia, una contravención a la normativas laborales vigentes– y se extiende por todo el gremio.
Por lo demás, es preocupante que esa cúpula sindical, cuyo cariz antidemocrático es sistemáticamente denunciado y exhibido, goce de una posición privilegiada del escalafón del poder político en el país. El control que ejercen las huestes gordillistas no se limita al interior del magisterio, sino también se manifiesta cotidianamente fuera de él: entre otras cosas, Gordillo se mantiene como una aliada política imprescindible del gobierno calderonista y mantiene una notable influencia en algunos gobernadores del PRI. Las ramificaciones del poder gordillista se encuentran ampliamente extendidas en el conjunto de la institucionalidad política del país, para mayor agravio y descrédito de éstas y, por añadidura, para infortunio de la democracia.