■ Los indígenas reclaman suministro de agua en Villa de Allende
Zacapela entre mazahuas y policías en gira de Calderón
■ Peña Nieto se deslinda del incidente y culpa a un diputado perredista
Ampliar la imagen Mujeres mazahuas se enfrentaron ayer a miembros del Estado Mayor Presidencial y policías federales y estatales durante la gira de Felipe Calderón Hinojosa por el estado de México, en la cual fue acompañado por el gobernador Enrique Peña Nieto Foto: Claudia Herrera Beltrán
Villa de Allende, Méx., 1º de julio. Al grito de “¡queremos agua!”, indígenas mazahuas lograron quebrar el cerco del Estado Mayor Presidencial (EMP) y terminaron siendo replegados a escudazos y toletazos por policías federales y estatales.
Al abordar rápidamente una camioneta, el presidente Felipe Calderón quedó a salvo de la zacapela –que duró una hora–, en la cual resultaron lesionados el diputado local perredista Tomás Octaviano Félix y un policía.
La historia del enfrentamiento comenzó en el último punto de la gira presidencial por la entidad. Tras recorrer dos municipios, el mandatario junto con el gobernador Enrique Peña Nieto y los integrantes de su comitiva, bajaron en helicóptero a un campo abierto en el predio de San Cayetano, en los límites entre los estados de México y Michoacán.
A 200 metros, unos 50 manifestantes desplegaban varias mantas. Una de gran formato decía: “Exigimos agua”, y otras: “Diputados zánganos y gorrones”, “Calderón y Peña Nieto, cumplan el convenio” y “Señor Calderón, hay dos México, el de los ricos y el de los pobres”.
Hasta ese momento la movilización parecía controlada detrás de una hilera de policías estatales armados con toletes y escudos, que observaban la escena.
De pronto, unas mujeres –algunas incluso cargando a sus bebés– y algunos hombres empujaron las vallas metálicas y se desató la gresca.
Calderón ya no vio la escena, porque en ese momento elementos del EMP lo resguardaron rápidamente y lo llevaron a la camioneta que lo condujo a la sede de la ceremonia, donde iba a arrancar el programa Piso firme 2008 en la entidad y entregaría microcréditos a adultos mayores.
Pero el enfrentamiento continuó. Los inconformes buscaron acercarse al Presidente y lograron estar a unos 200 metros de los cinco helicópteros presidenciales. En ese momento, los policías se valieron de toletes y escudos para contenerlos, mientras el EMP también empujaba a los manifestantes.
Durante la corretiza, el diputado perredista comenzó a reclamar: “¿Por qué me golpeas, amigo?”, y siguió a un agente, mientras unos y otros se repar-tían patadas y codazos. Fue cuando un efectivo de la policía local resultó golpeado.
Una joven se quejó: “Nosotros sólo estamos pidiendo agua, que hace dos años nos prometió, pero el Presidente nos manda a los policías”.
Momentos de tensión
“Somos pueblo”, insistía cuando se le preguntaba si pertenecían a alguna organización, a o que contestaban que eran de Villa de Allende y de Donato Guerra.
A pesar de la intervención policiaca, la gente siguió avanzando hasta un montículo, donde finalmente fue replegada por elementos de la Policía Federal Preventiva, que entraron en auxilio de las otras corporaciones de seguridad.
Cerca de una casa, los poli-cías comenzaron a avanzar golpeando sus escudos con los toletes hasta que la gente quedó acorralada. “Ya señora, avance por allá, señora. Avánce”, decía un uniformado a una mujer que le reclamaba.
A unos metros, el diputado perredista estaba sentado en el piso mientras era atendido por una mujer que le lanzaba agua a la cara. Luego explicó: “un granadero me golpeó. “Hemos sabido ser pacíficos, hemos sabido esperar durante dos años y dijeron que en este año concluían las obras de suministro de agua potable. Hasta hoy no ha habido respuesta de los gobiernos federal y del estado. Por eso nos vimos obligados a venir, pero nos reciben con granaderos y policía federal”.
Insistió: “El gobierno se ha olvidado de los campesinos mazahuas por muchos años” y explicó que, paradójicamente, el río Cutzmala pasa a 200 metros pero ellos no tienen agua.
Como los manifestantes quedaron arrinconados en ese lugar, algunos comenzaron a lanzar piedras hacia los policías, que se protegieron con sus escudos. Ya habían transcurrido 40 minutos y la gente seguía firme en el lugar.
Molesto, un hombre intentaba reprender a los policías. “Por favor, cabrones, pónganse al lado de nosotros”.
A esa hora, una veintena de militares vestidos con ropa de camuflaje y portando armas largas se sumó al operativo. Se mantuvieron expectantes a unos 200 metros.
Ni la lluvia arredró a las mujeres, que seguían enfurecidas. “Son unos rateros, cobardes, hijos de la chingada”, decían a los uniformados.
Una mujer reventó en contra de Calderón: “No nos interesa el piso firme que viene a entregar. Queremos justicia y agua, nada más. ¡Por qué no da la cara!”
Otra más advertía: “Que siga engañando a la gente en otros lados, porque aquí el pueblo ya despertó”.
En tanto, Calderón y Peña Nieto se mantenían bajo resguardo de los elementos del EMP al mando del general Jesús Castillo, quienes se encargaron del traslado del mandatario para que pudiera abordar su helicóptero.
Aprovecharon que en las inmediaciones había una secundaria y llevaron atrás de la escuela las camionetas donde iban el Presidente y sus acompañantes. Eso ocurrió a las 14:09 horas.
Mientras elementos de las distintas corporaciones policiacas mantenían a raya a los inconformes, los miembros del EMP aprovecharon para conducir al Presidente al helicóptero. El mismo camino siguieron el gobernador; el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, y el comisionado de los Pueblos Indígenas, Luis H. Álvarez, así como legisladores panistas.
En medio del operativo, el gobernador Peña Nieto se deslindó de los hechos y acusó al mencionado diputado Tomás Octaviano Félix de azuzar a la gente y de generar caos. Su argumento fue que el PRD reaccionó así por su oposición al michoacano, y negó que haya habido una trifulca ocasionada por desatención en el abasto de agua.
Al advertir que el Presidente se alejaba, los indígenas intentaron acercarse, pero fueron contenidos y lo último que se escuchó fue el grito de “¡Ya se va, ya se va!”