■ Sólo en junio se perdieron 62 mil plazas laborales, indican cifras del gobierno federal
Sombrío festejo de la independencia en EU con una tasa de desempleo real de 9.9%
■ Se incrementa 20 por ciento el número de personas que recurre a la caridad para alimentarse
Nueva York, 3 de julio. El festejo anual del Día de la Independencia este 4 de julio será más sombrío en esta ocasión, rodeado de noticias que ilustran el fin de los buenos tiempos (si es que en verdad existieron, o sólo fue una ilusión pagada por tarjetas de crédito) y con cientos de miles de trabajadores más sin chamba, menos demanda de lattes, menos viajes de vacación, y un país que depende cada vez más del crédito extranjero para mantenerse estable.
El gobierno federal anunció hoy que desaparecieron 62 mil empleos más en junio, el sexto mes consecutivo que se registra reducción en nóminas, y la tasa de desempleo ahora es de 5.5 por ciento, la más alta en cuatro años. Y, la tasa de desempleo real (incluyendo los que ya dejaron de buscar un empleo) llega a 9.9 por ciento, según el economista Jared Bernstein del Economic Policy Institute. Y se espera más.
La cadena Starbucks anunció esta semana que cerrará 600 de sus cafeterías. Ayer, American Airlines informó que reducirá su nómina en 7 mil empleos; las tres empresas automotrices estadunidenses anunciaron que suspenderán a más de 25 mil trabajadores mientras unas 15 plantas reducen o suspenden operaciones por el desplome en ventas; y esto, aparte de los más de 100 mil empleos que desaparecieron en esas empresas desde 2006.
Los lotes de agencias de autos están llenos de camionetas SUV fabricadas en los tiempos en que el barril de petróleo alcanza sus nuevos precios sin precedente; las aerolíneas están suspendiendo rutas enteras y cobrando todo –maletas, alimentos– para enfrentar las alzas en sus costos por el precio de combustible (el costo adicional sólo para este año para aerolíneas estadunidenses es de 20 mil millones); hay más casas habitación vacantes que nunca en la historia de este país por la crisis hipotecaria; más hambre ante la inflación sin precedente de precios en alimentos básicos como maíz y leche, e indicaciones de que miles de trabajadores migrantes están retornando a sus países de origen por consecuencia del desplome económico.
Las estadísticas abruman: el número de personas que acude a “bancos de alimentos” (caridad) se ha incrementado 20 por ciento sobre el año pasado; préstamos con casas como garantía suman 4 billones desde 2002 hasta la fecha; el valor de bienes raíces perdió un billón en unos cuantos meses al estallar la crisis hipotecaria; pérdidas por 600 mil millones para inversionistas que compraron instrumentos de deuda de alto riesgo; la Reserva Federal tuvo que “limpiar” las finanzas de bancos de Nueva York con una infusión de 200 mil millones, más otros 30 mil millones sólo para rescatar al banco de inversiones Bear Stearns; y se puede continuar hasta el cansancio.
Pero en términos humanos, estas cifras se sienten en alzas en la tasa de desempleo, pérdida de casas potencialmente para millones de familias que no pueden pagar sus hipotecas, más hambre, más angustia sobre los costos de la vida por las alzas en alimentos y combustible, no es por nada que la economía se ha vuelto el tema prioritario en la elección.
Cuando Starbucks anunció esta semana que cerraría 600 de sus cafeterías, eso también implica la pérdida de empleo para más de 12 mil trabajadores. El gobierno federal, al anunciar nuevas pérdidas de empleo, no informó que quienes aún gozan de empleo están sufriendo reducciones en horas y salarios reales más bajos mientras enfrentan un creciente costo de la vida. Y los analistas creen que no ha tocado fondo. “El mercado laboral está claramente en deterioro, y es muy probable que siga así… Cientos de miles de empleos más se perderán colectivamente”, pronosticó Andrew Milton, economista de Goldman Sachs, en entrevista con el New York Times.
Pero el dolor económico no es compartido por todos. El hecho de que 75 por ciento del total del incremento en ingresos durante la presidencia de George W. Bush se destinó al 1 por ciento de los que más ganan en este país, es sólo un indicador de muchos que registran uno de los traslados más dramáticos de la riqueza, y que la resultante desigualdad económica ha llegado a superar a la que existía en 1928, justo antes de la Gran Depresión.
Los salarios reales para la mayoría de los trabajadores sólo se han incrementado 1 por ciento desde 1979 a pesar de que la productividad aumentó 60 por ciento durante ese periodo. Las ganancias de ese incremento se fueron a los patrones: 20 por ciento de los hogares más ricos gozaron de más ingresos que el resto del país combinado en 2005, reportó el analista y autor Thomas Frank en un artículo publicado en el Wall Street Journal.
Mientras estallan los cohetes y se consumen toneladas de hot dogs y hamburguesas en las celebraciones del Día de la Independencia, este país tiene una deuda nacional que ha llegado a 9.4 billones de dólares –y se está incrementando casi un millón de dólares por minuto (1.4 mil millones cada 24 horas). Unos 5.1 billones de esta deuda están en el mercado “público” en diversos instrumentos, pero 44 por ciento (2.23 billones) está en manos de gobiernos e inversionistas extranjeros. Combinada con la deuda privada, la deuda total en Estados Unidos fue de 49 billones en 2007. Esta deuda, la cual ha apoyado la ilusión de una economía próspera, es la que está provocando insomnio entre los encargados del sistema.
“Estados Unidos se ha estado deshaciendo de su estatus de Primer Mundo desde que empezó a privatizar su infraestructura crítica, y a la vez destruyendo el recurso natural que se encuentra en la salud, bienestar, valentía e inteligencia de su ciudadanía. A lo largo de los últimos ocho años, bajo las políticas económicas del patrón ausente del gobierno de Bush, la tasa creciente de desinversión ha resultado en una confusión y mal manejo tipo Tercer Mundo por el cual los consejeros estadunidenses reprobaban, hace 11 años en Davos, a sus inferiores económicos; oligarquía bandida, capitalismo gangsteril, finanzas no transparentes, mercados de capital paralíticos y una balanza de comercio supurante”, describe Lewis Lapham, gran ensayista y ex editor en jefe de Harper’s.