Desde Otras Ciudades
El negocio de ser policía
Ampliar la imagen Un policía de Moscú, en pleno cobro de la mordida Foto: La Jornada
Moscú. Las autoridades rusas argumentan que, debido a razones de seguridad nacional, el número de policías que velan por la tranquilidad de los moscovitas es un dato reservado.
Pero siempre hay un viceministro del Interior de lengua suelta, como el que hace poco reveló que aquí laboran “más de 90 mil” policías, aunque los medios locales aseguran que son entre 140 y 150 mil.
Aun si se toma como cierto sólo lo dicho por ese funcionario, Moscú tendría más del doble de policías que Nueva York o Tokio, y poco menos del triple que Londres, por poner tres ejemplos de megalópolis.
¿La inseguridad, con todo este despliegue policial, no es problema grave en Moscú? De acuerdo con las estadísticas de criminalidad, en comparación con otras grandes urbes, aquí la situación es menos dramática. Visto en términos de eficacia policial –hay un uniformado por cada 74 moscovitas–, el resultado debería ser mejor.
Los salarios de los policías locales son más bajos que los de sus colegas extranjeros. A pesar de ello, la deserción laboral es escasa y, por extraño que parezca, muchos jóvenes rusos aspiran a trabajar de policía.
Porque cobran poco, pero sacan mucho. Nadie puede cuantificar esos ingresos ilícitos. Y los cobran a cada rato, en forma de sobornos por infracciones de tránsito, extorsión callejera a migrantes sin papeles, pago por dejar en libertad a detenidos, “cuotas” exigidas a prostitutas y vendedores ambulantes, “protección” a empresas y bancos, sin hablar ya de los influyentes policías que facilitan el narcotráfico, el tráfico de armas, el contrabando y otros negocios habituales de los distintos grupos de la delincuencia organizada.
A partir de las tarifas que se aplican en cada mordida, y de la magnitud del problema de la corrupción en Rusia denunciada por el propio Kremlin, no es difícil imaginar que el complemento salarial de la policía, en el lapso de apenas un mes, se expresa en una cifra con más de siete ceros.
Juan Pablo Dutch, corresponsal