■ Más allá de modas, es un pensamiento que ofrece esperanza, dice Angelina Muñiz-Huberman
En el jardín de la cábala continúa con la tradición de recopilar y contar historias
■ La publicación se presentará este domingo en el Instituto Cultural México-Israel
Ampliar la imagen Pensadores como Jacques Derrida o Harold Bloom han utilizado la cábala para interpretar la poesía y la narración. En la imagen, la autora en la biblioteca de su casa Foto: José Antonio López
Más allá de modas, la cábala es un pensamiento que abre muchas posibilidades, agranda el mundo y, en épocas de crisis, ofrece esta visión consoladora de decir “hay una luz al final del túnel”, señala la escritora Angelina Muñiz-Huberman, quien este domingo presenta su nuevo libro En el jardín de la cábala, en el que reúne varios cuentos para continuar con la tradición cabalística de contar historias.
Muñiz-Huberman (Francia, 1936), poeta y ensayista, habla con La Jornada acerca de este nuevo volumen que publica el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
“He trabajado mucho el tema de la cábala en otros de mis libros y lo he visto desde distintos ángulos: desde el ensayo, la investigación, o desde la creación, la novela, el cuento e incluso la poesía, y decidí reunir estos textos, algunos de los cuales ya se han publicado en otras colecciones.”
La técnica de la cábala, añade, “es reunir la tradición, recoger historias de ella y volverlas a contar y agregar nuevas, como en una cadena que viene desde el siglo XIII hasta nuestros días. Algunas de las historias que cuento aquí provienen de esa tradición antiquísima de la Edad Media y otras son completamente inventadas por mí”.
La cábala, añade la escritora, no tiene ese único sentido esotérico o de ciencias ocultas que se le ha dado con el paso de los años.
“Es el estudio de los cinco libros del Pentateuco y la explicación del significado de esas historias, porque para el pueblo de Israel tiene también un significado religioso y místico, además de histórico.
“Los cabalistas se preguntan el por qué, llenan los espacios, se plantean preguntas que no están resueltas en el texto bíblico. Es un punto de vista de juego del lenguaje; descubren que podemos encontrar cuatro niveles interptetativos, y eso se aplica en nuestros días al análisis de textos literarios. Por eso, algunos pensadores, como Jacques Derrida o Harold Bloom, han utilizado la técnica de la cábala porque ayuda a interpretar la poesía, la narración”.
Cábala en hebreo “quiere decir tradición o recepción, que es algo que también se estudia en las universidades –la teoría de la recepción. Eso es lo que están estudiando, esa posibilidad lingüística que nos permite llegar a la sección mística, que es parte de una relación del lenguaje”.
Todos los demás significados que se le ha dado a la cábala “son agregados. Era una doctrina que desde fuera se ve misteriosa, porque en la Edad Media pocos sabían leer. De ahí probablemente venga la idea de que era algo misterioso o esotérico, pero ahora ya es considerado un estudio académico”.
El origen de la cábala es judío, sin embargo, se ha convertido en un pensamiento universal. Esto se debe a que “es una doctrina de origen místico, de ahí que pueda adaptarse a otras culturas, pensamientos y lenguas; después de todo busca una dimensión espiritual del mundo, una profundidad de lo que significan las cosas”.
Por eso, añadió, aquí incluye no solamente los pensamientos de los cabalistas, los que existieron y los que inventa, sino también aspectos cotidianos –como en su cuento La mesa y la silla–, “porque la cábala es leer también la cotidianidad. Envuelve todo un mundo que se relaciona con lo poético, este valor de las palabras en toda su posibilidad, su dimensión, desde la más humilde a la más elevada. Incluso es el mundo erótico porque se sabe que el erotismo es algo que llega a todo lector, a todo ser humano”.
En el jardín de la cábala se presenta hoy a las 12 horas en la sala de exposiciones del Instituto Cultural México-Israel (República de El Salvador 41, colonia Centro), con la participación de la autora, José Gordon, Eduardo Luis Feher y José Luis Trueba.