Usted está aquí: miércoles 9 de julio de 2008 Opinión Colombia y la “paz romana”

José Steinsleger

Colombia y la “paz romana”

Station chief (jefe de estación) de la CIA: Señor presidente: le informo que mi gobierno, París y Tel Aviv han convenido en rescatar a la señora Ingrid Betancourt.

Álvaro Uribe Vélez (AUV): Un momentico… ¿y Chávez?

CIA: Sarkozy queda a cargo. Ya sabe usted cómo le caen los mulaticos al buen Nick, ho, ho!... beg your pardon. Los rehenes serán entregados a Caracas, ho! ho!… sorry, sorry… todo salir mucho perfecto. I promise you.

AUV: Cuidado… ¡Chávez es más desconfiado que las FARC!

CIA: Yes, indeed. Pero como jefe de Estado no puede dudar del presidente de Francia. Con las FARC, no problem. Los agentes de París y Ginebra se entrevistaron con el comandante Alfonso Cano y aseguran que las FARC quieren salir ya del embrollo.

AUV: ¿Y los medios? Mire que voy por la relección...

CIA: El equipo de comunicación Rendon Group (you know… el de las “armas de destrucción masiva” en Irak) tiene todo bajo control. Y en México, Televisa y otros medios están puestos. La revista Letras Libres acaba de enviarnos la portada de su edición de julio. Incluye un magnífico informe de Bertrand de la Grange, nuestro fiel corresponsal todo terreno.

AUV: ¿Mis hombres participarán en el rescate?

CIA: Fue arduo convencer a Mario (Montoya, jefe del Ejército). El general se puso mal cuando supo que esta vez no correrá la sangre.

AUV: ¿Washington apoyará mi relección?

CIA: Nuestras encuestadoras le garantizan a usted la gloria, y a Sarkozy la popularidad perdida por culpa de Carla Bruni. El otro asunto consúltelo con Juan Manuel (Santos, ministro de Defensa). En los próximos días recibirá usted la visita del candidato John McCain, quien a nombre del presidente Bush le informará de los pormenores.

El diálogo (probable) tuvo lugar a mediados de junio en la base Colombia, la más grande del Pentágono en América Latina. Al norte, la base vigila el canal de Panamá, al sur la cordillera andina (espina dorsal de siete países sudamericanos), al sureste la Amazonia (pulmón florestal del planeta), y al noreste la ubérrima cuenca petrolera del lago Maracaibo.

La base opera en una sociedad donde 80 por ciento de sus 45 millones de habitantes padece los rigores de un Estado neocolonial. Desde 1946, sus jefes militares han sido tolerantes: “juego de la democracia”, siempre y cuando sea esto, un juego. Pero nada que contradiga la inversión de 6.8 por ciento del PIB en gastos militares (Estados Unidos, 4.1; OTAN, 2.2, y toda Sudamérica 1.5 a 2 por ciento), y a un ejército con medio millón de soldados.

La operación, perfecta, causó la envidia de Hollywood. Pero al ver a Ingrid tan rolliza y saludable junto con los demás rehenes (atléticos, musculosos), me pregunté si a más de computadoras indestructibles, las FARC cuentan con gimnasios y SPA portátiles en sus campamentos. ¿Quién le habrá tomado aquella fotografía con look Auschwitz y que ilustra la portada del libro de sus cartas, prologadas por el ultrasionista Elie Wiesel?

Evoqué entonces a los cinco cubanos que llevan 10 años en las prisiones del imperio, y en otros por los que nadie pide: los guerrilleros colombianos Simón Trinidad y Sonia, y el general panameño Manuel Antonio Noriega, que por allá están secuestrados también. Y pensé en la señora Suu Kyl’s, premio Nobel de la Paz recluida en su domicilio por la tiranía militar de Myanmar. Pensé, asimismo, en los presos políticos de Uribe Vélez que, según el presidente Hugo Chávez, estarían “mejor” que en la jungla porque “reciben visitas”. ¿Le consta? Pero bueno… el método “coyunturalista dialéctico” le permite a Chávez calificar a Uribe de “peón del imperio”, y al día siguiente de “hermano”.

Entre los comentarios que trataron el caso colombiano llama la atención la última reflexión de Fidel Castro. Refiriéndose al “hermético sectarismo” de las FARC, destacó la “inteligencia natural y dotes de dirigente” de Manuel Marulanda, el fallecido jefe de las FARC. Observó: “… no tuvo, en cambio, oportunidades de estudio cuando era adolescente” (“La paz romana”, La Jornada, 05/7/08).

¿Lo uno se infiere de lo otro? ¿No será que el innegable sectarismo de las FARC obedece dialécticamente a las categorías ideológicas prefabricadas de la izquierda liberal? ¿Cuántos doctores en asuntos revolucionarios no acabaron al servicio de lo peor?

Marulanda, en efecto, no tenía “formación” y dicen que jamás conoció Bogotá. Sólo luchó 60 años en el monte, y murió como revolucionario al frente del movimiento insurgente más importante de la historia latinoamericana.

Que Washington se esté volcando militarmente sobre América Latina nos obliga a recordar que la liberación de Ingrid y la violación de la soberanía de Ecuador, en marzo pasado, fueron actos de guerra. No de paz.

Con o sin FARC, los yanquis no aflojarán un solo tornillo de la parafernalia militar montada en Colombia. La espada de Bolívar se siente en América Latina. Y el caballo de Troya que liberó a Ingrid Betancourt acelera el paso.

 
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