Usted está aquí: miércoles 9 de julio de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Y cayeron cabezas

■ Errores y decisiones fatales

■ Tragedia convertida en escándalo

Nunca antes tanto escándalo. Una encuesta realizada en el Distrito Federal da muestra de ello. El 98 por ciento de la gente interrogada sabía lo ocurrido en el antro News Divine, pero pocos, muy pocos estaban enterados de la cantidad de muertos que dejó en los últimos meses la guerra entre el gobierno y el narcotráfico. ¿Cuestión de difusión?

Las renuncias del secretario de Seguridad Pública de la ciudad de México, Joel Ortega, y la del procurador Rodolfo Félix Cárdenas, fueron aceptadas por el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, en un acto que si se mira desde la perspectiva del gobierno federal, no podría ocurrir.

La lista de los robos, los crímenes; la tergiversación de los hechos, la corrupción y la impunidad, hermanadas, comprobadas, están lejos, muy lejos de los oídos y los ojos de los encuestados que no saben que sucedió en Sinaloa o en Zongolica; que ignoran como les fue a los jóvenes que protestaban en Guadalajara por la vida que les ofrece el gobierno neoliberal, y terminaron golpeados y encarcelados; tampoco tiene clara la actuación de Juan Camilo Mouriño en el saqueo a Pemex, ni bien a bien qué se comieron los hijos de Martha Sahagún, esposa de Vicente Fox.

Pero del News Divine saben todo. Tal vez ninguno de esos hechos merece las horas y horas de difusión que ha tenido el terrible –eso no se puede ocultar– error de las fuerzas policiacas de la ciudad, y lo peor: la vejación de muchos de los adolescentes que asistieron a aquella malhadada tardeada en el antro.

De cualquier forma, como nunca, las cabezas de todo el sistema de seguridad pública cayeron a consecuencia, tal vez, de los errores de otros, pero seguramente de su propia responsabilidad, y fue sin duda una salida honesta, para muchos tardada, pero para otros justa, y para decirlo con claridad extraordinariamente prevista, anunciada y necesaria.

No parece fácil, se necesita de mucho valor político para poner, de alguna manera en manos del opositor político, el nombramiento de dos de los hombres que estarán en un lugar preponderante, clave, para el gobierno de la ciudad, pero se tomó la decisión cuando todas las investigaciones estuvieron en manos de Ebrard, nadie quedó sin dar su versión de los hechos, ninguno fue marginado de realizar las investigaciones que dieron claridad y fuerza a la determinación final.

Los riesgos se midieron, y aunque se sabía que se caminaría sobre el filo de la navaja se optó por dar claridad, por hacer que todos los necesarios participaran en la indagatoria, pasara lo que pasara, y por fin las investigaciones concluyen, cada una por su parte, en lo mismo. Los errores y las decisiones fatales, humillantes, no podían permanecer impunes, y pasó lo que ya se sabe.

Pero el asunto no termina aquí. El informe de la Comisión de Derechos Humanos del DF, como también se preveía, despertó los apetitos políticos de quienes no soportan que en la capital las cosas sean diferentes, y minutos después de que se dieran a conocer las renuncias, se lanzaron, como impulsados por un guión ya elaborado, ha pedir la cabeza de Marcelo Ebrard.

El resto del camino no será fácil, pero si es cierto aquello de que lo que no mata fortalece, la oposición panista tiene frente a sí un hueso muy duro de roer. Ahora que, cuidado, como ya se hizo antes, el gobierno de la ciudad estará bajo la lupa de quienes prefieren enseñar técnicas de tortura a sus policía, seguramente para tratar con suavidad a los jóvenes, que permitir que un gobierno de izquierda siga marcando diferencias. Así de sencillo.

 
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