Usted está aquí: sábado 12 de julio de 2008 Cultura Impulsa artista el derecho de réplica de mujeres para no verse como víctimas

■ Lorena Wolffer documenta cómo lograron salir del círculo de la violencia

Impulsa artista el derecho de réplica de mujeres para no verse como víctimas

■ Recoge testimonios de las que habitan en un refugio de la ciudad de México

Tania Molina Ramírez

Una mujer huye de su hogar para escapar de los golpes de su pareja. Tiempo después, si lo tuviera frente a ella, ¿qué le diría a su agresor?

Con la premisa de que todos deberían tener derecho de réplica, la artista Lorena Wolffer presenta en La Jornada las respuestas que mujeres en un refugio de la ciudad de México dieron a esa pregunta.

Todas de diferentes edades y con distintos tiempos de haber llegado al refugio. En sus palabras, sin embargo, comparten una recobrada fortaleza. Ya no son víctimas. Ya miran desde otro lado.

Uno de los ejes temáticos del trabajo de Lorena Wolffer es la violencia hacia las mujeres. Y una de sus inquietudes es cómo se ha ido agravando, ya sea en Ciudad Juárez, Chimalhuacán o la ciudad de México, o en conflictos como el de Atenco. “No sólo aparenta ser socialmente aceptada, sino además solapada en términos legales y políticos”, explica Wolffer.

En este contexto surgió el proyecto Expuestas: registros públicos (www.lorenawolffer.net/expuestas), del cual “Réplicas” forma parte. Se partió de entrevistas y testimonios de mujeres en un refugio.

Wolffer descubrió una enorme fortaleza en estas mujeres que comprobaron que podían salirse del círculo de la violencia.

Las respuestas de ellas variaban dependiendo del tiempo que llevaran en el refugio: “Las entrevistas a las mujeres que acababan de llegar eran muy duras, porque todavía estaban ahí (en el momento de la violencia). En cambio, a los dos meses, ya tienen perspectiva”.

La mayoría tenía años de padecer violencia antes de llegar al refugio. Se habían ido quedando solas, pues si la familia en algún momento intentó ayudarlas, luego se cansó y terminó abandonándolas a su suerte.

“Todas contaban las historias con una claridad extraordinaria. A pesar de que les costaba trabajo, reconocían que les servía hablarlo”, indicó la artista.

Un saco para quien se lo ponga

Las mujeres en el refugio no tienen derecho a una réplica pública, a decir: ‘lo que me pasó es esto y ésta es mi manera de contestar’. De ahí surgió la idea de publicar sus palabras.

“Me gustó la idea de que fuera una réplica abierta, que pudiera quedarle el saco a quien se lo quisiera poner. Esas réplicas podrían ser de muchas mujeres, no sólo de ellas”, dijo Wolffer.

La primera pieza que surgió de las entrevistas la realizó el pasado 14 de febrero: regaló a conductores parados en un semáforo en alto un chocolate con un papelito que decía “Fabiana”, una mujer que vendía dulces en las esquinas, acompañada de sus cuatro hijos, y a quien su marido prendió fuego. Cuando Wolffer la entrevistó estaba recuperada, “segura de sí misma, guapísima”.

Encuesta a mujeres transeúntes

Luego Wolffer montó (y seguirá montando), en una calle del Centro Histórico, un módulo en el cual “encuestaba” a mujeres transeúntes. “La intención es concientizarlas. Me pareció alucinante que en las entrevistas (del refugio) había quienes decían que no sabían que tener relaciones sexuales en contra de su voluntad era violación”, explicó. También busca “hacer visible la violencia de género, que sigue siendo un asunto privado y no público”.

La pieza consistió en invitar a mujeres a contestar seis preguntas relacionadas con haber sido víctimas de violencia sicológica, física, sexual y si mantenía aún relaciones con esa persona, si la denunció y si considera que la violencia estuviera relacionada con el hecho de ser mujer.

Depositan sus respuestas en una urna. Wolffer les pregunta si respondieron afirmativamente a alguna: en tal caso; les da un pin rojo con el signo de igualdad tachado; si no, les da uno verde con el signo de igualdad.

“Ponerse el pin implica reconocer la violencia, al menos en ese entorno inmediato. Puede haber un cambio interno: había quienes decían, si no me hubieras preguntado no hubiera asumido que era un problema que padezco. En el hecho de tener que responder hubo un proceso de conciencia.”

Algunas incluso se quedaron a contar su historia.

Se le acabaron los pins rojos y se quedó con casi todos los verdes.

Wolffer reconoce que la concientización es sólo un paso y que “es un mito que si tienes información no te afecta: la explicación de que es por ignorancia no es el único problema. Tienes que estar peleando con lo que te pusieron en el cerebro desde que naciste”.


Si te veo, te rompo la madre... tengo mucho coraje hacia ti y hacia mí misma por permitir tantas cosas.

Maru

Quiero que me veas así, fuerte, y que me digas que no me reconoces, que no soy esa mujer a la que le pegabas.

Adriana

Yo decido quién me toca, a quién querer, y ya no eres tú.

Mari

Siempre llegabas con una joya después: tratabas de comprar tus golpes. No te quiero volver a ver nunca, eres un vil cobarde.

Filadelfa

Estoy mejor sola y te voy a demostrar que puedo mejor sola, que puedo sacar adelante mejor a los niños sin ti. No puedo decir que te odio, no tengo ningún sentimiento hacia ti, dejaste de tener importancia para mí.

Mireya

Qué poca madre, después de todo lo que me has hecho. Las lágrimas que tus hijas y yo hemos llorado no tienen precio.

Jazmín

 
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