Sólo promesas y lujo ofensivo del G-8 en Japón
Sin excepción, los comentarios de las agencias internacionales de noticias y de los reporteros que cubrieron desde Japón la reciente reunión de los líderes más poderosos del mundo apuntan a que fue un fracaso y muestra de que quienes pueden y deben tomar medidas para resolver problemas de interés global, lo único que les interesa es defender los intereses de sus países y las grandes corporaciones. Además, dieron un pésimo ejemplo al mundo pobre al debatir en medio del lujo extremo sobre la miseria que padecen cientos de millones en África, Asia y América Latina.
Luego de exponer los desajustes causados en la economía y la calidad de vida de la población por el alza de los alimentos, los integrantes del Grupo de los Ocho (G-8) degustaron una noche 19 platillos diferentes y brindaron con sake en tazas de laca, elaboradas especialmente para la ocasión, que costaron mil dólares cada una. Se las llevaron de recuerdo. El menú, denominado bendiciones de la tierra y el mar, fue preparado por uno de los más famosos chefs del país del sol naciente.
Dominic Nutt, lideresa de la organización Save the Children consideró hipócrita que el G-8 dijera estar preocupado por la crisis alimentaria mientras derrochaba recursos. No solamente las organizaciones no gubernamentales y los expertos invitados para la ocasión criticaron las conclusiones a que se llegó en la reunión: los líderes de China e India dijeron que las naciones industrializadas no son justas con su “responsabilidad histórica” y no muestran el liderazgo que dicen encabezar a escala mundial.
Criticaron severamente las metas que se impusieron de reducir a la mitad la generación de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, hasta 2050, cuando la meta debía llegar a 95 por ciento. Y agregaron que, pese a los severos problemas que tienen en el campo ambiental por su acelerado crecimiento, India y China cuentan ya con programas de alcance nacional para reducir y enfrentar el calentamiento global.
Entre chistes del presidente Bush sobre la situación económica mundial y los besos urbi et orbi lanzados por el presidente francés Nicolas Sarkozy, los líderes del mundo industrializado dijeron estar preocupados por el aumento de los precios de los alimentos y la energía, por la situación en Zimbabue, la necesidad de combatir el cambio climático y librar a África de la miseria. Para ello, el grupo que se formó en 1975 en Francia acordó reducir a la mitad la generación de gases de efecto invernadero, para el año 2050, meta muy por debajo de las necesidades planteadas por Naciones Unidas y en las reuniones del Protocolo de Kioto.
Desean también poner un alto a los precios de los alimentos y las materias primas porque afectan a la mayor parte de la población; gastarán 60 mil millones de dólares en la lucha contra las enfermedades infecciosas en el tercer mundo, que en buena medida se originan en la pobreza; prometen aumentar la capacidad de extracción del petróleo y la eficiencia energética a fin de disminuir el precio del llamado oro negro. En cambio, no dijeron nada sobre sus programas nacionales para evitar el derroche de energía y abatir la contaminación que producen. En este campo destaca el silencio de Estados Unidos, que genera una quinta parte del dióxido de carbono del planeta. Tampoco acordaron más ayuda para África, donde las grandes potencias controlan materias primas claves (desde petróleo hasta minerales de alto valor estratégico), para lo cual no dudan en proteger a dictadores y permitir la violencia que deja cientos de miles de muertos y desplazados.
Por su parte, los países emergentes del Grupo de los Cinco (Brasil, China, India, Sudáfrica y México), que sesionan a la par que el G-8, pidieron que el mundo industrializado tome el liderazgo para solucionar los problemas ambientales, alimentarios y de pobreza del mundo. Pero nada más, nada que obligue y comprometa a variar el modelo económico vigente. Tampoco la explotación y utilización racional de la energía, en especial el petróleo, codiciado por Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra y Japón. Nuevamente, sólo promesas, lujo ofensivo y compromisos que se lleva el sake.