■ Carentes de argumentos, recurren a historias personales
Fracaso panista al tratar de ocultar corrupción en Pemex
■ Ayer, el foro petrolero del Senado terminó con recriminaciones
Ampliar la imagen Aspecto del debate celebrado ayer en la Cámara de Senadores con el tema Transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción en Pemex. Foto: Cristina Rodríguez
Ampliar la imagen Los legisladores Francisco Labastida, Santiago Creel, Gustavo Madero y Alejandro Zapata Foto: Cristina Rodríguez
Quizá nunca fue más exacta la expresión: en el debate petrolero de ayer, los legisladores del PAN pasaron aceite.
Y si bien no llegaron al extremo de enmudecer todos, nada de peso pudieron argumentar frente a la contundencia de argumentos y datos concretos ofrecidos por el auditor superior de la Federación, Arturo González de Aragón; los demoledores de Octavio Romero Oropeza, ex tesorero del Gobierno del Distrito Federal, quien ante la negativa de permiso para utilizar medios electrónicos e ilustrar el escándalo de los contratos entregados por el gobierno federal a empresas privadas en la cuenca de Burgos, recurrió al despliegue de enormes mantas para darse a entender, y por Graco Ramírez.
Y resultaron tan apabullantes ambas intervenciones que, a decir de asistentes asiduos a estos foros, jamás se había visto una actitud de tal rendición en los panistas.
No dejó títere con cabeza
Fue demoledora la crítica al funcionamiento de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de la industria en general, sobre todo porque González de Aragón y Romero Oropeza utilizaron datos –públicos casi todos, por lo demás– del año 2000 a la fecha.
Por eso ambos se hicieron del escenario, se pasaron olímpicamente del tiempo reglamentario, y el primero hasta se dio el lujo de un: “me permite, senador”, cuando el veracruzano y ex alto funcionario de Pemex Juan Bueno Torio trató de hacerle ver ese detalle.
Lo hizo así todo el tiempo. No estaba dejando títere con cabeza; había cosechado los más largos y sonoros aplausos de cuantos se han escuchado aquí en las 10 semanas recientes, y el auditor utilizó esa condición para dar énfasis a su demoledora denuncia de que la renta petrolera se utiliza para subsidiar la evasión fiscal de grandes empresarios.
De ese modo, ante el silencio de los legisladores Fernando Elizondo, de Nuevo León, y del veracruzano Bueno Torio, tan panistas como protagónicos por lo general, este jueves sólo los inefables Rubén Camarillo, senador, y el diputado Juan José Rodríguez Prats pudieron ensayar algo para salir al paso. Como siempre, el segundo recurrió a su estrategia favorita de lucirse como pendenciero, justo en el último turno, cuando aquellos invitados a quienes dirige sus invectivas ya no tienen, por el formato del debate, oportunidad de responder.
Sin embargo, y como desde el principio Romero Oropeza había roto el protocolo cuando ilustró sus asertos con gráficas de gran formato, tampoco se sintió con la obligación de apegarse a la diplomacia parlamentaria y ahí mismo le espetó a Rodríguez Prats que es un “tramposo” que no llega “ni a la altura de la suela de los zapatos” de Andrés Manuel López Obrador, hacia quien el panista había dirigido sus dardos por la “opacidad” para dar a conocer el costo de los segundos pisos del Periférico.
Las rápidas palabras de clausura de la sesión de parte del coordinador de los senadores panistas, Gustavo Madero, no tranquilizaron las aguas. Entre el ex funcionario del gobierno capitalino y el por largos años militante del PRI (ahora furibundo panista) las pullas continuaron. De entrada, Romero Oropeza le recordó al otro que sólo es “avecindado” en y no oriundo de Tabasco (en efecto, Rodríguez Prats nació en Pichucalco, Chiapas) y lo llamó “diputado tramposo” y hasta “gentuza”.
Así, la sangre tabasqueña, fuera por origen o elección, se calentó. Rodríguez Prats, acostumbrado a que su camorra quede registrada sólo como delirio actoral cuando usa el micrófono, al final se acercó a su paisano. Pero esta vez no pudo: “no te voy a saludar porque tú no tienes ética”, le espetó Octavio Romero, quien para entonces ya tenía decenas de grabadoras solicitándole una declaración, mientras el panista salía solo del patio central de Xicoténcatl rumiando su coraje.
Estuvieron también, por si faltaran voces críticas en el tema Transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción en Petróleos Mexicanos, la de Mariano Palacios Alcocer, ex líder del PRI. Pidió que el órgano interno de control de Pemex sea designado por el consejo de administración y no por la Secretaría de la Función Pública para evitar nombramientos políticos vinculados al gobierno en turno, porque de ahí “han salido dirigentes de partidos políticos”, dijo.
Muy a su manera, aunque su intención era defender la propuesta de Felipe Calderón, el líder empresarial Alberto Núñez Esteva definió la condición “verdaderamente lamentable” de Pemex con el recuento de las millonarias cantidades que la empresa transfiere a su sindicato mediante concesiones “fuera de toda proporción”.
Así, lo único que consiguió fue dejar la idea de que la corrupción en Pemex sigue siendo un fenómeno vigente bajo las administraciones del PAN y que, como diría la ex líder priísta Dulce María Sauri, presente ayer en Xicoténcatl, el país está a dos años de cumplir otra “década perdida”.
En contrapartida, Pemex –entiéndase el PAN y el gobierno federal– envió como defensor de la iniciativa a Gabriel Moctezuma Muñoz, gerente de control de gestión y desempeño en Pemex Gas y Petroquímica Básica, quien en sus escasos aportes propios dijo que la iniciativa coadyuvará a “disminuir” la corrupción en la paraestatal.
Creel, con imagen y sin sonido
Por lo demás, la hipersensibilidad de los legisladores fue puesta a prueba ayer, por azares de la electrónica, cuando a Santiago Creel (objeto de desagravios por el trato que le dio Televisa en uno de sus noticiarios) le falló el sonido.
“En esta ocasión fue la voz, no la imagen”, dijo. Y cuando lo mismo le ocurrió al priísta Francisco Labastida, éste comentó entre risas: “Órale, y eso que no soy Santiago Creel.”
Pero no fue sólo en ese momento. Al finalizar la sesión, un grupo de cinco personas, entre ellas un niño de potente vozarrón, se apostaron en la acera por Donceles y a cada legislador que veían salir le gritaban los insultos más gruesos que permite el idioma español.
Identificaron a Gustavo Madero e incluso lo amagaron interponiéndose al paso de su lujosa y blindada camioneta.
Testigo de ello fue Alonso Lujambio, presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información. Abordó su auto y cuando alguien le comentó que esas voces también eran transparencia, con risa divertida completó: “Sí, y dan un chingo de información...”