■ Cada párroco debería atender a 5 mil 500 feligreses
Falta de sacerdotes debilita a la Iglesia católica en México
Ampliar la imagen Crece el número de comunidades sin sacerdote, reconoce la Conferencia del Episcopado Mexicano. En la imagen, un cura durante el sacramento de la confesión Foto: María Meléndrez Parada
Con la segunda feligresía más numerosa del mundo, la Iglesia católica en México enfrenta un gravísimo problema: no tiene sacerdotes suficientes, además de que su planta de ministros de culto está cada vez más envejecida, con un promedio que rebasa 55 años de edad, y en algunas diócesis roza los 60. A cada uno de los 17 mil sacerdotes que hay en el país, diocesanos y religiosos, le correspondería la imposible misión de atender a 5 mil 500 feligreses católicos, mil más que el promedio en el resto de los países de América Latina, de 4 mil 402.
Miles de comunidades a lo largo del país no tienen párroco permanente, situación que se agrava en las zonas geográficas más apartadas, donde los feligreses deben esperar hasta dos meses para recibir una visita sacerdotal, o caminar varias horas para acudir a una misa en una localidad más grande.
El Código de Derecho Canónico estipula que un sacerdote sólo puede oficiar una misa diaria, y dos los domingos. Sin embargo, en muchas diócesis del país, por petición expresa del obispo ante la falta de religiosos, el Vaticano ha concedido dispensas especiales para oficiar hasta cuatro y cinco ceremonias por día. Por ejemplo, el obispo Pedro Pablo Elizondo, de la prelatura de Cancún-Chetumal –región con uno los mayores índices de crecimiento poblacional en el país– reveló que sus 63 curas no sólo atienden tres o cuatro parroquias, sino realizan hasta cinco celebraciones religiosas por día, pues la eucaristía es “algo esencial para la vida comunitaria de la fe”. Según las estadísticas, el promedio es de 23 mil católicos por sacerdote en esa diócesis, que tampoco es de los promedios más altos del país.
Liturgias sucedáneas
La historia se repite en la mayoría de las 88 diócesis y prelaturas en que la Iglesia católica ha dividido el territorio nacional, lo mismo en zonas de gran tradición del Bajío que en áreas apartadas de Guerrero y Chiapas. El mismo arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, expresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, reconoció que en la medida que crece el número de comunidades sin sacerdote, o con escasa presencia de ellos, se debilita el trabajo evangelizador, lo cual abre las puertas a otros grupos religiosos o a la pérdida de fe en los católicos.
Por falta de sacerdotes, y la consiguiente imposibilidad de celebrar la misa, en algunas diócesis se empieza a observar la realización de los llamados “servicios de la palabra y la comunión”; se trata de liturgias de sustitución, sin sacerdote y por tanto sin celebración sacramental, que son organizados por un diácono o incluso catequista, en el que la comunión se realiza con formas consagradas previamente. Sin embargo, este mecanismo no acaba de satisfacer a muchos feligreses, que consideran “incompletas” estas celebraciones.
A la falta de ministros de culto se suma el envejecimiento paulatino de los sacerdotes, cuya edad promedio rebasa 55 años, según se desprende de las estadísticas de la Organización de Seminarios de México (Osmex), que de manera periódica reúne a todos los rectores de los seminarios mayores y menores del país a fin de coordinar acciones que promuevan vocaciones sacerdotales.
Para el presbítero Sergio Román del Real, director de la Comisión para la Formación y Vida del Diaconado Permanente de la Arquidiócesis de México, este envejecimiento sacerdotal es preocupante, aunque reconoce que las exigencias pueden obligarlos a permanecer hasta el fin de sus días como pastores de una comunidad, pero muchos lo hacen por convicción propia. “Muchos otros mueren, como dijéramos nosotros, con la sotana puesta”, según José de Jesús Aguilar, ex sacristán mayor de la Catedral Metropolitana.
En realidad, esta escasez de sacerdotes es una tendencia general de la Iglesia católica en el mundo. De acuerdo con datos del Anuario Pontificio, de 2005 a 2006 el número de sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, pasó de 406 mil 411 a 407 mil 262, un aumento de 0.21 por ciento, cifra pequeña si se le compara con el incremento de 1.4 por ciento de la población católica en el mundo. Además, la situación es distinta en cada continente: existe una disminución de la presencia de sacerdotes en Europa y América, en beneficio de África y Asia. De los 6 mil millones de habitantes que tiene el planeta, mil 131 millones declaran profesar la fe católica, y casi la mitad viven en el continente americano.