La hora de los ladrones

 

Despojo es, si alguna, la palabra que caracteriza al actual Estado. Hay la determinación explícita de quitarles a los mexicanos lo que es legítimamente suyo. Sean sus tierras, sus ríos, sus calles, su petróleo, sus medios de producción o comunicación. Lo que tengan, como en los asaltos clásicos. Aún los más arrinconados y pobres pueblos indios, con el suelo duro y el agua lejos, se encuentran amenazados de perder los terregales, las piedras, las chozas, la milpa. Algún mineral valioso habrá abajo: pueden ser oro o lodo. Todo se industrializa, todo se vende. Todo tiene un solo dueño, que es el mercado. Ni siquiera el gobierno. Éste sólo le hace la chamba a las empresas y potencias interesadas. Reforma la legislacion para quitarse las leyes de encima, y así cobra por vender lo que no le pertenece.

 

Robo. A mano armada. Y con la ley en la mano, eso sí. Para saquear a manos llenas lo que haya ahí. Esta “política” no empezó con el calderonato. La inició el zedillato pero fueron los foxistas los que la convirtieron en política de Estado. Lo que ahora presenciamos es su aceleración cínica, ya sin los pudores de Fox. Van por todo.

 

Saqueo de recursos vegetales y minerales, corrupción de los cultivos y las existencias comunales, imposición de “proyectos”, carreteras y desplazamientos “para vivir mejor” (¿quienes?). Esto, con un gobierno permeado por la delincuencia organizada mejor organizada que nunca, el cual se escuda en un autoritarismo desesperado y por tanto peligroso.

 

Privatización del aire que respiramos, del aire que escuchamos. Es también el “turno” de las radios comunitarias, instrumentos legítimos de la democracia y la autodeterminación popular. En pocas semanas la Agencia Federal de Investigaciones y los policías de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes atacaron Radio Tierra y Libertad en Monterrey, y Radio Ñomndaa en Suljaá, Guerrero. La primera emisora la desmantelaron y detuvieron a los operadores. A la segunda sólo le lograron destruir el transmisor y la computadora, pues el pueblo amuzgo no se dejó, defendió a sus compañeros e hizo que los agentes se retiraran.

Hoy que todo el Estado es policía, no sólo sus judiciales, tiras y espías. También los ministerios de Hacienda, Comercio, Medio Ambiente, Salud, Educación. Hoy que los gobernadores pueden ser homicidas, ecocidas o subalternos del narcotráfico. Que los medios electrónicos imponen sus propios jurados y se erigen como jueces a modo. Que se han borrado las separaciones Iglesia-Estado, policías y ladrones, inversionistas privados y servidores públicos.  Hoy que la confusión avanza, es momento de defender los derechos de los pueblos. Sin ellos no habrá Nación.

 

 

 

regresa a portada