La Bucovina
La Bucovina, región incierta, como la Galicia, zonas intermedias, desde tiempos inmemoriales presa de distintos imperios, por allí han pasado innumerables razas y se han hablado muchas lenguas. Regiones donde vieron la luz varios escritores extraordinarios: Gregor von Rezzori, Paul Celan, Aaron Appelfeld en Bucovina, y Bruno Schultz y Joseph Roth, en Galicia. La mayoría , excepto Schulz y Appelfeld, escribieron en alemán, pues cuando nacieron su lugar natal pertenecía al imperio austro-húngaro. Todos, excepto Rezzori, judíos.
De pequeña nobleza, Rezzori nació en 1914 en Czernowitz, Bucovina; y, en 1920, Celan; Appelfeld en 1932. La vida de Rezzori transcurrió entre la doble monarquía, Rumania, el Tercer Reich, la República Federal de Alemania e Italia, además de haber vivido un tiempo en Estados Unidos y en India. Hablabla alemán, italiano, inglés, rumano, ruso, polaco, yidish. En 1990 volvió a Rumania, a la caída del régimen dictatorial de Ceaucescu. En su último libro Murmullos de un viejo, publicado en 1994, año en que murió, escribió lo siguiente: “Rumania es un país surrealista. No es por accidente que allí nacieran los patriarcas del surrealismo, Tristan Tzara y Eugenio Ionesco (o Urguz, originario de Moldavia, a quien se debe una de las más importantes obras en prosa de lo absurdo). Es un país magnífico, rico en montañas productoras de minerales, en bosques mecidos por el ruido del viento, en viñas dobladas por el peso de sus uvas, en campos rubios como el trigo. Más allá se extienden las estepas por las cuales durante milenios tanscurrieron nómadas de cabellos enredados; sus ancestros y sus descendientes llegaron en oleadas sucesivas, los gépidos y los cumanos, los pechenegas y los ávaros, los hunos y los húngaros, y, al fin, los rusos y, en sentido opuesto, los alemanes. Los turcos los subyugaron durante siglos; la Iglesia ortodoxa los mantuvo en la ignorancia. Hijos de boyardos, fueron dandis que estudiaron en París e importaron la Ilustración y la sífilis; ingenieros franceses y alemanes robaron sus riquezas y les dieron armas. Un pueblo de siervos sometidos a tiranos a quienes sólo oponían una tenacidad que, como la de Anteo, provenía del suelo bajo sus pies (…) Hasta que la epidemia de nacionalismo se propagó también en la Rumania naciente en el siglo XIX y la dotó de un mito de origen, combinación de señores del mundo romano y de los orgullosos dacios y de la locura de grandeza que ello engendra. De ese caldo de cultivo emergió el pequeño monstruo, el parásito Ceaseuscu.”
Paul Celan aprendió también varias lenguas, las habladas en su suelo natal, lugar de cruce de razas, políticas e idiomas, y francés, inglés, hebreo; una de sus labores, además de la de poeta excelso, fue traducir al alemán autores fundamentales de otras regiones. Como Rezzori, Celan escribió en alemán, la lengua que su madre eligió; para ella, la lengua por excelencia, lengua en la que habían de asesinarla los invasores nazis.
Celan vivió en Czernovitz, vuelta polaca y soviética, y en campos de concentración; logró evadirse a finales de los 40 a Viena, capital del antiguo imperio húngaro. Permaneció allí breves años, conoció a varios escritores, entre ellos, a Ingeborg Bachmann, poeta y novelista: su amante. No pudiendo soportar el clima posnazi emigró a Francia, donde vivió el resto de su vida hasta su suicidio en el Sena. Celan logró borrar con su poesía el anatema de Adorno: “después de Auschwitz, la poesía es imposible”.
Appelfeld vivió su primera infancia en Czernovitz; al finalizar la Segunda Guerra Mundial emigró a Palestina, después de haber sobrevivido a la muerte de sus padres, judíos asimilados y de sus abuelos, pareja de campesinos, cuya profunda espiritualidad judía lo marcó para siempre; una breve estancia en un campo, luego su evasión y años de errancia por comarcas dominadas por los nazis, sobreviviendo de milagro. Cuando llegó a Palestina, era casi ágrafo: ahora es uno de los más importantes escritores en hebreo.