A quién pertenece Pemex
El debate político sobre Petróleos Mexicanos tiene un hilo conductor: quién es el dueño de Pemex.
La expropiación de 1938 dirigida por el general Lázaro Cárdenas convirtió a Pemex en un patrimonio nacional, de todos lo mexicanos. Desde entonces ese ha sido el discurso oficial. Pero, casi inmediatamente después y desde hace décadas Pemex ha sido la fuente de enriquecimiento de funcionarios públicos, lideres sindicales y partidos políticos. Ha sido nodriza del capitalismo de compadres que tenemos. Los cuantiosos recursos que genera Pemex y que le confisca el gobierno federal ha sido el principal factor que evita encarar uno de los retos centrales en nuestro país: una reforma fiscal que grave de manera equitativa a los que obtiene mayores ingresos. Pemex ha sufrido por tanto, una segunda expropiación: por el sector financiero y algunas elites políticas primero del PRI y luego del PAN.
Pemex debe ser nuevamente de propiedad nacional. Deben obligarse gobierno y causantes mayores a asumir la necesidad de una reforma fiscal progresiva. El gobierno tiene que poner el ejemplo con una auténtica política de austeridad. La autonomía de gestión para Pemex también obligaría a reformas internas profundas.Eliminar los contubernios entre la dirección de la empresa y del sindicato. Mas importante aún, los ciudadanos requieren formar parte de las decisiones estratégicas que involucren a Pemex.Sin demagogia pero tampoco con engaños.
El mayor error de la iniciativa de reforma petrolera presentada por el presidente Calderón reside en la elección de los tiempos En los noventa presenciábamos la caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética, el renovado crecimiento económico en Estados Unidos, las transiciones democráticas en África,Asia y América Latina. Algunos decretaban el fin de la historia y la hegemonía del mercado. El lanzamiento de las reformas estructurales transportaban un mensaje simple: liberar al mercado.
Veinte años después la situación es distinta. El ataque terrorista a las Torres Gemelas y luego la guerra en Irak han dañado la convivencia internacional. También se afecta la convivencia social. El mercado es visto por muchas mayorías como una amenaza. Algunas minorías han sustituido monopolios públicos por monopolios privados. El signo de nuestro tiempo parece bastante ominoso: fragmentación, ausencia de puentes de entendimiento, empobrecimiento de muchos y enriquecimiento de unos cuantos. Impunidad para los pocos y castigos desmedidos para los muchos.
El puente entre ambos momentos no ha sido construido. Al final del ciclo de ponencias en el Senado se tiene la sensación que los congresistas ya tenían sus posiciones hechas y que lo único que buscaban era ganar tiempo para imponer sus posiciones através de acuerdos cupulares. No parece claro que el debate que ha sido por otra parte sumamente rico en posiciones, datos y análisis, haya permitido desbloquear los canales políticos hacia un acuerdo de las tres formaciones principales.
Lo lógico sería que se reconsiderara el terreno desde el cual se pueden construir acuerdos inclusivos.
En el caso de Pemex el mejor ámbito de acuerdos debería girar en torno a tres temas: liberar, bajo cronograma, a Pemex de la dependencia de la Secretaría de Hacienda.
Definir con transparencia las relaciones del sindicato con la empresa. Establecer un mecanismo riguroso de prevención de actos de corrupción. Pueden ser el inicio de una reforma más integral.
Un acuerdo inicial de gran envergadura entre las tres fuerzas principales desataría una dinámica inclusiva. La discusión de figuras jurídicas como el referendum, el plebiscito, o la revocación de mandato; estarían entonces sí enmarcadas en una atmósfera producto de un acuerdo inicial de las tres fuerzas principales. El más poderoso mensaje sería: todas y todos cabemos en este país.
Mientras tanto hay que votar mañana en la consulta petrolera.